Rabino Chaim Raitport, Rabino de la Unión Israelita de Caracas
Entre las muchas leyes de la Torá que nos ordenan tratar a los menos afortunados con dignidad, se nos indica que permitamos que un empleado coma del producto que está cosechando: “Cuando entres a trabajar como empleado en el viñedo de tu prójimo, podrás comer todas las uvas que quieras hasta quedar satisfecho, pero no podrás ponerlas en tu canasto. Cuando entres a trabajar en el trigal de tu prójimo, podrás arrancar las espigas con tu mano, pero no podrás cortar las espigas de tu prójimo con la hoz” (se refiere a las espigas que el trabajador corta para su propio consumo).
¿Por qué la Torá repite la idea, mencionando a un empleado que trabaja en un viñedo y otro en un campo de grano? ¿No es suficiente declarar el principio una vez?
La repetición indica que la Torá busca indicarnos algo más que el significado directo del versículo. En un nivel más profundo, los dos empleados se refieren a dos actitudes muy diferentes hacia el trabajo, y al propósito del hombre en esta tierra.
Dios creó un mundo hermoso, pero imperfecto. Al concluir los seis días de la creación, se nos dice: «Dios descansó el séptimo día de toda Su obra que Dios creó (laasot)», lo que significa corregir y perfeccionar. El mundo es un campo de cultivo, a menudo caótico; fuimos colocados en esta tierra para «trabajarla», para crear orden a partir del caos, para descubrir la fertilidad escondida dentro de la tierra, para plantar y cosechar, y finalmente para llevar el mundo a la perfección.
Hay dos formas de ver nuestro «trabajo». Algunos ven el mundo como un campo de granos, mientras que otros lo ven como un viñedo. La Torá considera que el grano es un alimento básico, necesario para la supervivencia, mientras que la vid y el vino que produce representan placer y disfrute.
Una persona puede ser un empleado de Dios; puede comprender que tiene un propósito en la vida, una meta que debe alcanzar para perfeccionar el mundo y cumplir con su responsabilidad hacia su Creador, pero está trabajando con granos. Hace lo que necesita, pero su trabajo no tiene pasión ni placer. Pero también se puede percibir el mundo como un viñedo. Esta persona también reconoce su responsabilidad como empleado de Dios, pero ve el trabajo como una fuente de placer y satisfacción.
Ambas personas trabajan para el mismo empleador, en la misma línea de trabajo, pero una está en el campo y la otra en el viñedo. Ambos tienen derecho a «comer en el trabajo» para beneficiarse de la bendición de Dios, tanto física como espiritualmente. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental entre ellos. El que trabaja en el campo, el que no tiene placer y solo cumple con su obligación, recibe un flujo limitado del cielo. El empleado que trabaja la vid, el que invierte su placer y esencia en el trabajo yendo más allá del llamado del deber, recibe un flujo infinito desde arriba mientras se conecta con la esencia de Dios.
Por eso, explican los cabalistas, cuando habla sobre el empleado en la viña, la Torá dice «No podrás poner ninguna en tu canasto». En el sentido literal, esto se refiere a llevar uvas a casa. El significado interno es que la bendición divina que recibirá el empleado del viñedo, el nivel de espiritualidad que alcanzará, será infinito. Como tal, no podrá ser contenido en los límites de un canasto.