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Sami Rozenbaum
Numerosos científicos, inventores y otros creadores judíos gozan de gran celebridad, desde Albert Einstein hasta Mark Zuckerberg. Pero muchos otros son poco menos que anónimos, a pesar de sus trascendentales aportes a muchos campos de la ciencia y la tecnología
Emil Berliner: del gramófono al helicóptero
E mil Berliner nació en Hanover, Alemania, en 1851, en una familia de comerciantes. En 1870 emigró a Estados Unidos, donde realizó varios trabajos para mantenerse mientras estudiaba Física.
Una de las novedades de aquella época era el fonógrafo, inventado por Thomas Edison en 1876. Berliner estaba interesado en esta tecnología pero, a diferencia de Edison, quien utilizaba cilindros, él desarrolló una alternativa más práctica: los discos. Patentó su invento, al que llamó gramófono, en 1887. Además de ser más fácil de almacenar, un disco podía grabarse por ambas caras. Así, a pesar de la terquedad de Edison, los discos terminarían sacando a los cilindros del mercado.
Berliner fundó varias compañías, entre ellas dos que adquirieron gran importancia y aún existen: la Deutsche Grammophon en Alemania (1898), y la Victor Talking Machine en Canadá (1901), posteriormente RCA Victor, base de la actual RCA.
Además, Berliner inventó un trasmisor mejorado para el teléfono, que en realidad fue uno de los primeros micrófonos; la patente fue adquirida por la famosa compañía Bell Telephone.
Berliner produjo otros inventos trascendentales: tras crear una versión primitiva del helicóptero, que se elevó por primera vez en Washington en 1909, continuó desarrollando esa tecnología. Entre los adelantos que introdujo se cuenta la hélice de cola para estabilizar el vuelo. En 1922 su firma, Gyro Motor Company, hizo la primera demostración del helicóptero para el ejército estadounidense.
Además de su prolífica labor como inventor, Berliner fue un activo filántropo en causas como la salud pública, los derechos de la mujer y la educación. También apoyó entusiastamente el sionismo. Falleció en 1929.
Belleza con cerebro: Hedy Lamarr
Hedwig Eva Maria Kiesler nació en Viena, entonces en el Imperio Austro-Húngaro, en 1914. Su padre era un banquero originario de Lemberg, actual Ucrania, y su madre una pianista de Budapest, ambos judíos.
De muy joven fue descubierta por el productor artístico Max Reinhardt, quien la llevó a Berlín, donde trabajó en teatro y cine. Allí conoció a Freidrich Mandl, acaudalado industrial que simpatizaba abiertamente con el fascismo y el nazismo, y de hecho le vendía armas a ambos regímenes. Kiesler recordaría posteriormente que tanto Mussolini como Hitler asistieron a las fiestas del castillo que poseía Mandl.
Pero su esposo era demasiado posesivo para la personalidad independiente de la joven, quien escapó a París, donde gestionó su divorcio. En esa ciudad conoció al célebre empresario cinematográfico Louis B. Mayer, propietario del emporio MGM, quien la convenció de trasladarse a Hollywood y cambiarse el nombre a Hedy Lamarr. La publicidad la calificaba como “La mujer más hermosa del mundo”.
Lamarr fue sumamente popular como actriz; su mayor éxito lo obtuvo en Sansón y Dalila, de Cecil B. De Mille (1949), pero luego su carrera artística decayó.
Un papel de Hedy Lamarr que pocos conocieron hasta hace poco fue el de talentosa científica e inventora. Uno de sus promotores en este respecto fue el empresario de la aviación Howard Hughes, quien descubrió sus capacidades y puso su equipo técnico a su disposición; ella le propuso ideas para modificar las alas de los aviones con el fin de hacerlos más veloces.
Durante la Segunda Guerra Mundial, gracias a los conocimientos sobre armamento adquiridos de la empresa de su ex esposo, consideró la posibilidad de retirarse del cine y ofrecer sus servicios al gobierno de Estados Unidos; sin embargo, le respondieron que apoyaría mejor el esfuerzo bélico vendiendo bonos de guerra, lo que hizo con mucho éxito.
Sin embargo, al enterarse de que los torpedos controlados por radio eran fácilmente desviados de su rumbo por medio de interferencias trasmitidas por el enemigo, ideó el procedimiento de “saltos de frecuencia” que lograría evitar este problema, para lo cual trabajó con el músico George Antheil. Lamarr obtuvo una patente de esta técnica en 1942, aunque curiosamente no fue adoptada por la Marina de EEUU sino muchos años después, durante la crisis de los misiles cubanos de 1962. Los “saltos de frecuencia” son fundamentales para las actuales tecnologías del sistema de posicionamiento global (GPS), así como de Bluetooth y WiFi.
En 1997, Lamarr y Antheil fueron galardonados con el Electronic Frontier Pioneer Award, que se otorga a individuos que hayan obtenido logros significativos en el arte y la ciencia.
Hedy Lamarr falleció en el año 2000. En 2014 su nombre fue incluido en el Salón Nacional de la Fama de los Inventores de EEUU, y a partir de ese momento su influencia en el avance tecnológico se ha hecho más conocida.
Carl Djerassi: el “padre de la píldora”
Carl Djerassi nació en Viena, Austria, en 1923. Sus padres formaban parte del gremio médico: Samuel Djerassi era dermatólogo y experto en enfermedades trasmitidas sexualmente, mientras que Alice Friedmann era odontóloga. Cuando los nazis ocuparon Austria se les retiró la ciudadanía por ser judíos; la familia huyó a Bulgaria, y posteriormente a Estados Unidos.
El joven Carl estudió Química en la Universidad Kenyon, y luego obtuvo un doctorado en Química Orgánica por la Universidad de Wisconsin. Trabajó en la firma farmacéutica CIBA, donde desarrolló y patentó uno de los primeros antihistamínicos comerciales. Posteriormente pasó a la empresa Syntex en México, donde participó en una nueva forma de sintetizar la cortisona.
Junto a sus colegas Luis Miramontes y George Rosenkranz, Djerassi creó el primer producto que, administrado oralmente, lograba prevenir el embarazo: una combinación de progestina con estrógeno. El uso de “la píldora”, como comenzó a llamársele, fue aprobado en Estados Unidos en 1960 y representó toda una revolución en la vida de muchas mujeres. Se estima que actualmente unas 100 millones utilizan anticonceptivos orales en todo el mundo.
Además, Djerassi hizo otros aportes científicos y académicos en numerosos campos: descifró la estructura de los esteroides (área en la que publicó más de 1200 artículos en revistas especializadas), trabajó en el desarrollo de instrumentación, control de insectos con bajo impacto ambiental, aplicación de la inteligencia artificial a las investigaciones biomédicas, y biología de los organismos marinos.
Por si fuera poco, escribió numerosos libros en los géneros de ciencia-ficción, teatro y novelas, varias autobiografías, y fue mecenas de artistas plásticos en formación.
Carl Djerassi falleció en 2015, a los 91 años de edad.
Con información de Wikipedia.org
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