No podemos tener dudas acerca del antisemitismo visceral de Mahmud Abbas, conocido por su seudónimo de Abu Mazen, presidente vitalicio de la Autoridad Palestina, pues son muchas las muestras públicas de su odio contra el judaísmo y contra el Estado de Israel.
Ese sentimiento antijudío de Abbas es de larga data. En 1982, siendo encargado de las relaciones exteriores de la OLP, recibió un doctorado del Instituto de Orientalismo de Moscú; en aquella ocasión, su disertación no solo negó el Holocausto, sino que también fantaseó sobre un inexistente nexo entre nazismo y sionismo, lo que supuestamente repercutió en la masacre de millones de judíos. Además, adaptó los prejuicios antisemitas gestados durante el oscurantismo medieval y las teorías conspirativas zaristas con el fin de demonizar al pueblo judío. Abbas utilizó materiales propagandísticos nazis para desarrollar excéntricas fábulas. En 1984, esa tesis doctoral se imprimió en Jordania. Esas quimeras son una proyección de su realidad histórica, pues está comprobado que vastos sectores árabes colaboraron con el Eje; fue obvia la relación del Mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, con jerarcas nazis.
Por otro lado, hay serios indicios que señalan a Abbas como agente de la KGB, organismo que proveyó y falsificó materiales para la tesis doctoral de Abbas, e incluso se sospecha que también la redactó; la propia OLP fue creación de la KGB. Precisamente, la KGB supervisaba al Comité Antisionista del Público Soviético, que se conoció por su acrónimo ruso AKSO, que promovía los mismos falaces argumentos que le suministró a Abbas para otorgarle un doctorado. Resulta claro que las narrativas antisemitas del siglo XX fueron urdidas por el imperio soviético y persisten en el presente.
Abbas continúa la tradición terrorista de Arafat por otros medios
(Foto: Jewish Journal)
La semana pasada, Abbas protagonizó un escándalo en Berlín, durante una rueda de prensa junto al canciller Olaf Scholz. Abbas culpó a Israel de cometer “50 Holocaustos” contra los palestinos, lo cual no solo es una brutal banalización de la Shoá, pues comparar seis millones de judíos masacrados, incluyendo un millón y medio de niños, con las complejidades de los palestinos que ya han rechazado varias ofertas de independencia, es una enorme mentira al estilo del que podría ser su mentor, Joseph Goebbels, ya que, para colmo, lo dijo en el propio suelo alemán. Cabe destacar que esa fue la respuesta que Abbas encontró a la pregunta de un periodista sobre si pediría disculpas o mostraría arrepentimiento por el ataque terrorista perpetrado por un comando vinculado a al-Fatah en los Juegos Olímpicos de Múnich, en septiembre de 1972.
Al respecto, Muhamad Odeh, alias Abu Daud, uno de los fundadores del movimiento Septiembre Negro, reveló en su libro que Mahmoud Abbas estuvo entre los que financiaron la masacre de los atletas israelíes en Múnich; de hecho, Abbas era el encargado de las finanzas de la OLP, allegada a al-Fatah.
Por todos estos abusos, trampas y farsas, resulta evidente que los esfuerzos para alcanzar una vecindad armoniosa entre Israel y los palestinos no han sido exitosos. La dirigencia palestina, ya sea de Fatah, Hamás, Yijad Islámica, FPLP (todos estos grupos con demostradas actividades terroristas), no ha sido capaz, y muy probablemente no ha querido, llegar a un acuerdo de paz a largo plazo. Lo que permanentemente exhibió Arafat en su momento, y luego Abbas, es que Israel no tiene una contraparte honesta con quién negociar.