Sobre Itjzak nuestra parashá comenta: “Y sembró Itzjak en aquella tierra, y halló en aquel año cien medidas (más de lo previsto por cada plantación), y lo bendijo Dios. Y creció el hombre (Itzjak)… Y tenía ganado ovino y ganado bovino… y lo celaron los pelishtim… Y le dijo Abimelej a Itzjak: Vete de nosotros, pues te has hecho mucho más poderoso que nosotros” (26, 12-16)
¿Historia conocida?
De hecho así ha sido el comportamiento de las naciones que nos han perseguido, expulsado y, hasta diezmado nuestras comunidades, a lo largo y ancho del mundo y durante toda la historia. La Torá pone de manifiesto que la relación que vamos a tener con los que nos rodean, principalmente, será de esta manera. En otras palabras, no debemos sorprendernos. Lo que sí está en nuestras manos es saber cuál es el propósito de este fenómeno, y de qué manera salir ilesos de él.
Pongamos atención en las palabras de Rabí Shimshón Hirsch, ZT”L.
“Los versículos mencionados representan uno de los instrumentos (recursos) que utiliza la Supervisión Divina para la salvación de Israel. De no ser por la envidia exacerbada de los pelishtim, la que empuja a Itzjak al aislamiento en contra de su voluntad, con facilidad se hubiera hundido dentro de las ocupaciones que la riqueza exige, y dentro del honor de quien es acaudalado. Estaría atareado en todo ello, más de lo que es adecuado para el hijo de Abraham, portador de un amplio y reconocido acervo espiritual. De esta manera, la ‘envidia rechazante’ fue la que –al final de cuentas– lo hizo retornar a su propia condición.
De esta forma, el odio que las naciones guardan contra nosotros es un recurso certero para la próxima y final salvación. Ella misma nos acompañará en nuestras alegrías, para neutralizar la tentación que nos arrastra detrás de la riqueza y la comodidad, y para advertirnos, hacernos retornar a nuestro objetivo principal: Ser el pueblo judío”.
De estas palabras se entiende que el Todopoderoso crea al antisemitismo, la judeofobia y demás ideologías nada simpáticas para recordarnos cuál es nuestro verdadero objetivo en este mundo. Que no es del agrado de Dios que nos convirtamos en la nación que en proporción tenga más premios Nobel que cualquier otra, cuyo nivel socioeconómico generalmente sea mayor que el de otros, cuya ideología ha logrado cambiar al mundo más que cualquier la de otra nación, etc., sino en ser aquella que se adhiera incondicionalmente al Creador del mundo, que mantenga viva a la Torá con estudio constante, y que sea un faro que guíe a la humanidad a tener comportamiento ético y moral.
Esta es la reflexión que nos deja nuestro padre Itzjak, ya estará en cada uno de nosotros materializarla en el día a día.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda