“Y amaba (amaría) Itjzak a Ësav, pues cazaba con su boca, y Ribká ama a Yaäcov” (25, 28). En esta simple frase se condensa la relación que guardaban Itzjak y Ribká con sus hijos, y de ella es posible obtener una idea clara de cómo deberá ser nuestro vínculo con los nuestros, y en última instancia, con nuestro medio en general.
Explica Rashí sobre el pasuk mencionado: “Dicen nuestros sabios ‘pues cazaba con su boca’, ya que él cautivaba y engañaba a su padre preguntándole cómo se puede retirar el diezmo de la sal o de la corteza del trigo. Y su padre creía que Ësav era minucioso en el cumplimiento de las mitzvot”.
El gaón rabí Meir Rubman, ZT”L, en su libro Zijrón Meir, pregunta: ¿Cómo puede ser que Itzjak no sabía quién era su hijo Ësav? Se sabe que los sabios de Israel pueden darse cuenta de quién es realmente cada persona sin dificultad, y con mayor razón si se trata de su propio hijo. Y aunque está escrito que “sus ojos se enceguecieron”, de cualquier manera Ribká sin duda le contaba todo lo que Ësav hacía y deshacía. Por lo tanto, es posible decir que Itzjak sabía exactamente cómo era su hijo, estaba plenamente consciente de que podía ser comparado al cerdo, quien muestra sus pezuñas, pero internamente, al no ser rumiante, es impuro.
Una prueba de que lo conocía a la perfección es cuando Yaäcov está por obtener las berajot de su padre, y este le pide que se aproxime para palparlo: “No es común que en la boca de Ësav se encuentre el nombre de Dios”, dijo, pues Yaäcov le había dicho: “Dios se ha presentado a mi encuentro”.
La explicación es la siguiente. Existen dos tipos de conducción respecto a la educación de los hijos que se desvían del camino de sus padres. Si ellos (J”V) rechazan todo, y se burlan de sus padres y maestros, entonces hay que separarlos y alejarlos de los demás, no sea que los influyan para mal. Pero si aún respetan a sus padres, y también se esfuerzan en presentarse frente a ellos como si realmente se portaran bien, entonces hay que acercarlos, pues todavía hay esperanza de que retornen al buen camino, en mucho o poco tiempo.
Como se sabe, Ësav cumplía la mitzvá de honrar y respetar a los padres de manera inmejorable, a pesar de lo malvado que era. De esta forma es posible responder que, incluso cuando Itzjak sabía perfectamente cómo era su hijo, de cualquier manera le demostraba amor y cariño para acercarlo. Por este motivo sobre Ribká está escrito: “Ama a Yaäcob”, en tiempo presente, y sobre Itzjak en futuro: “Amaba (amaría) a Ësav”, ya que en realidad no lo amaba, sino hacía la acción de amar a Ësav, como una estrategia educativa (para que en un futuro no muy lejano lo llegue a amar de verdad).
De este episodio es posible aprender un gran fundamento en el arte de la educación. El padre que se dispone a formar a su hijo deberá dedicar análisis y atención a este tema, y buscar medios apropiados para la educación de cada niño de acuerdo a su carácter y naturaleza. Hay que saber cuándo acercar y cuándo alejar, en qué caso reaccionar, y en qué momento permanecer callado.
En los casos que terminaron en un desvío absoluto del muchacho de la casa paterna y de sus tradiciones, hubiera sido posible salvarlo de haber cumplido el pasuk: “Y retornarán el corazón de los padres a los hijos”. De esta manera se cumpliría la segunda parte de ese pasuk: “Y el corazón de los hijos a sus padres”.
De todo lo mencionado por rabí Meir, es posible aprender un principio más, pues de la actitud de Itzjak hacia Ësav debemos derivar que todo yehudí tiene un vínculo con Dios, aunque solamente se refleje en una asistencia esporádica en Yom Kipur. Él seguirá atado a su Judaísmo aunque sea por un hilo muy delgado, motivo suficiente para interesarnos en él.
Nunca sojuzgar, y mucho menos rechazar, a alguien que comete una falta por mera ignorancia. Sin lugar a dudas, su vida espiritual dependerá de nuestro correcto proceder.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda