No conozco en la historia moderna un caso en que un Estado haya sido objeto de una amenaza a su existencia realizada de forma pública, y que esa amenaza no haya sido repudiada en el concierto de las naciones.
Esa misma nación que fue invadida hace 11 meses, con el objeto y consecución de las más atroces violaciones a los derechos humanos y al rapto de 251 de sus habitantes (entre ellos un bebé de meses y su hermanito de 4 años), que al día de hoy siguen en cautiverio en Gaza, conforman los 101 secuestrados que se contabilizan y que son moneda de cambio en el tira y encoge de las negociaciones para la libertad de los mismos o parte de ellos.
A partir del 7 de octubre pasado, Israel ha sido atacado con más de 20.000 misiles desde Gaza, Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen. Solo la alta tecnología y destreza israelí ha evitado otro Holocausto al estilo “Solución Final”, mientras el mundo presiona a Israel para un alto al fuego, lo que preservaría lo que queda del grupo terrorista Hamás, que unos días atrás ejecutó a seis rehenes al ver acercarse las tropas del Ejército de Defensa de Israel.
Este mapa del origen de los misiles y drones lanzados contra Israel en abril pasado refleja los enemigos que enfrenta el Estado judío en estos momentos
(Fuente: elperiodico.com)
Hamás y la Yijad Islámica en los territorios palestinos; Hezbolá y el grupo poco conocido Al-Jama’ah al-Islamiya en Líbano; las Milicias de Kataib en Siria; las PMFS (Fuerzas de Movilización Popular del Movimiento de Resistencia Islámica) en Iraq; los hutíes en Yemen y la potencia regional chiíta, Irán, han declarado una guerra de exterminio contra Israel y amenazas a comunidades judías en la diáspora.
Todos ellos contra un Estado pequeño pero poderoso, que se ha visto también sumido en un debate interno por la forma en la que se han manejado las negociaciones para recuperar la libertad de los rehenes y/o la entrega de los cuerpos de los que no han podido sobrevivir, que según los expertos israelíes pudieran ser alrededor de 30.
La situación en el Medio Oriente es compleja y pudiera tender a agravarse. Desde el comienzo de la guerra las autoridades sanitarias de Gaza, que son funcionarios de Hamás, han declarado que han fallecido aproximadamente 40.000 personas, de las cuales Israel ha informado que ha dado de baja a por lo menos a 18.000 militantes tanto en Gaza como en Judea y Samaria; siendo que por el lado israelí han fallecido, desde el inicio de los combates, 1664 personas, alrededor de 18.000 han resultado heridas y unas 150.000 han tenido que ser evacuadas de sus hogares, sobre todo en el norte de Israel.
Hamás y la Yijad Islámica en los territorios palestinos; Hezbolá y el grupo poco conocido Al-Jama’ah al-Islamiya en Líbano; las Milicias de Kataib en Siria; las PMFS (Fuerzas de Movilización Popular del Movimiento de Resistencia Islámica) en Iraq; los hutíes en Yemen y la potencia regional chiíta, Irán, han declarado una guerra de exterminio contra Israel y amenazas a comunidades judías en la diáspora
Sin lugar a dudas, tanto para los palestinos como para los israelíes han sido 11 meses muy duros, meses en los que la vida ha pendido de un hilo, pueblos que merecen vivir en paz, en donde se reconozca algo tan elemental como que el otro existe y existirá, y esto lo digo porque pareciera que aquella triste consigna esbozada por el liderazgo árabe en Jartum, capital de Sudán, el 1 de septiembre de 1967 de los famosos “3 NO”: no a la paz con Israel, no a su reconocimiento, no a la negociación, se mantiene en la mente y objetivo del radicalismo islámico después de 57 años. Es una pena que hayan pasado tantas décadas y sigamos en una “guerra santa” que no tiene nada de santa, ya que lo que busca es el exterminio de todo un pueblo, en cuyo territorio además residen como ciudadanos más de dos millones de árabes.
Es una verdadera pena que aquella hermosa frase creada por Alejandro Dumas allá por 1844, “Todos para uno y uno para todos”, no se aplique en la práctica, en el entendido de que “todos” sería la raza humana y “uno” sería el individuo, por lo que todos deberían enfocar sus potencialidades, esfuerzos y capacidades para derrotar la desnutrición, el analfabetismo, la falta de vivienda y la ignorancia, con la creación de conocimientos básicos, contra el odio por razones políticas, religiosas, raciales o étnicas; en fin, para orientarnos hacia una humanidad más humana en la que el individuo pueda desarrollarse con plenitud en la sociedad, haciendo de ella cada vez un complejo más fuerte y vigoroso.
*P.D. Aunque parezca increíble, el título de este artículo coincide con el de mi buen amigo Elías Farache. Lo dejo igual porque lo tenía en la mente desde hace un buen tiempo, además de que lo considero una feliz coincidencia.