Si perciben a Israel como un aliado débil y no confiable, países como Arabia Saudita, Jordania y Egipto no tendrían más remedio que alinearse con Irán
Evelyn Gordon*
Aún queda mucho por conocer sobre el horrendo ataque del sábado contra el sur de Israel, el peor en la historia del país incluidas las guerras, en términos del número de civiles asesinados y secuestrados. Pero algunas cosas ya están claras.
En primer lugar, esto fue posible gracias a la retirada de Israel de la Franja de Gaza en 2005. El terrorismo en Cisjordania nunca se ha aproximado a esta escala; la segunda intifada (2000-2004) no alcanzó en cuatro años lo que Hamás logró en dos días desde Gaza: más de 1300 muertes (civiles y militares). Y la diferencia clave es la presencia militar de Israel.
La presencia de Israel en Cisjordania hace que sea mucho más difícil para los terroristas palestinos acumular arsenales masivos, ya sea mediante el contrabando o la producción local; Hamás en Gaza hace ambas cosas. Es por eso que prácticamente no se disparan misiles contra Israel desde Cisjordania, mientras Hamás dispara miles desde Gaza cada pocos años: las Fuerzas de Defensa de Israel están ahí para reprimir tanto el contrabando como la producción de armas.
La presencia de Israel también hace imposible el entrenamiento para el tipo de maniobras a gran escala que Hamás utilizó con éxito el 7 de octubre; cualquier ejercicio sería rápidamente interrumpido y sus participantes arrestados. En Gaza, las FDI pueden observar tales ejercicios, pero no pueden impedirlos ni arrestar a los participantes, porque no están allí.
Soldados israelíes en las cercanías de la frontera con Gaza
(Foto: Anadolu)
Finalmente, la presencia de Israel en Cisjordania permite una inteligencia mucho mejor que la que tiene en Gaza, donde los preparativos para el ataque masivo del sábado eludieron por completo a las agencias de inteligencia. Esto se debe a que las fotografías aéreas, el software espía y otras herramientas tecnológicas no pueden hacer mucho. Para dirigir agentes humanos, los organismos de inteligencia generalmente necesitan reunirse con ellos en persona y desarrollar una relación, al menos inicialmente. Eso es fácil en Cisjordania, donde Israel está presente. Es prácticamente imposible en Gaza, donde Israel está ausente.
De hecho, lo indispensable de una presencia militar en Cisjordania quedó claro para la mayoría de los israelíes durante la segunda intifada, que fue posible gracias a la retirada de Israel de importantes franjas de Cisjordania en virtud de los Acuerdos de Oslo de 1993: entonces también, la ausencia de las FDI permitió a los terroristas palestinos armarse y entrenarse sin obstáculos. Aunque la presencia del ejército en otras partes de Cisjordania fue un factor mitigante, solo después de que Israel reocupó las áreas controladas por los palestinos en abril de 2002 las bajas israelíes comenzaron a disminuir, alrededor de 50% al año, después de haber aumentado constantemente durante dieciocho meses.
Sin embargo, Gaza, que limita con el sur escasamente habitado de Israel en lugar de con su centro densamente poblado como lo hace Cisjordania, parecía un lugar seguro para probar una hipótesis contraria: que si los soldados y colonos israelíes se marchaban, los palestinos no tendrían motivos para atacar a Israel y se concentrarían en la construcción de su Estado. Y cuando esa hipótesis resultó falsa (el lanzamiento de cohetes contra el sur de Israel se intensificó rápidamente una vez que las FDI se retiraron, y la primera guerra con Hamás en Gaza estalló apenas tres años después), surgió una nueva teoría: sí, Hamás es una molestia, pero pequeña. Una organización terrorista realmente no puede causar mucho daño a Israel desde el otro lado de una frontera bien vigilada, por lo que la retirada sigue siendo preferible a soportar los costos, tanto en términos de bajas militares como de dinero, de una presencia israelí en Gaza.
Gaza, que limita con el sur escasamente habitado de Israel, parecía un lugar seguro para probar una hipótesis: que si los soldados y colonos israelíes se marchaban, los palestinos no tendrían motivos para atacar a Israel y se concentrarían en la construcción de su Estado
Tal teoría se ha ido erosionando durante años, a medida que cada guerra sucesiva entre Hamás e Israel (ahora estamos en la quinta en dieciocho años, según mis cálculos) produjo un lanzamiento de cohetes cada vez más intenso hacia áreas cada vez más extensas de Israel. Pero el sábado esta teoría colapsó por completo. Resulta que una pequeña organización terrorista al otro lado de la frontera puede causar un daño enorme.
Tampoco es plausible argumentar que, si bien abandonar Gaza no satisfizo a los palestinos, abandonar Cisjordania sí lo haría, porque el objetivo principal de Hamás no es la creación de un Estado ni la prosperidad, sino la destrucción de Israel. Como dijo en 2021 un alto funcionario de Hamás, Moussa Abu Marzouk, esa organización quiere que Israel “llegue a su fin tal como comenzó”. Es cierto que Cisjordania está controlada por el partido al-Fatah de Mahmud Abbas, no por Hamás (aunque al-Fatah tampoco está entusiasmado con la lucha contra el terrorismo; las FDI hacen la mayor parte del trabajo). Pero también lo estaba Gaza cuando Israel se fue. Un año después, Hamás ganó las elecciones palestinas. Y tras un año más, harto de la negativa de al-Fatah a cederle el poder, Hamás lo expulsó militarmente de Gaza en una semana.
Para los occidentales es difícil comprender que Hamás realmente busca la destrucción de Israel; muchos creen que debe haber esperado algún beneficio diplomático o económico con el ataque del sábado. Pero el propio Hamás no ha hecho tales afirmaciones. Ciertamente no buscaba mejorar la economía de Gaza; una fuente de Hamás dijo a Reuters que sus negociaciones de los últimos meses sobre la ayuda de Catar, y permitir que más habitantes de Gaza trabajaran en Israel, fueron un engaño deliberado para convencer a Israel de que no estaban interesados en una guerra. Este ataque tampoco buscó presionar a los sauditas contra la normalización con Israel; como declaró un agente de Hamás al Canal 13 de la televisión israelí, los preparativos para este ataque comenzaron hace un año, mucho antes de que tal normalización fuera algo más que una fantasía. Los preparativos fueron masivos, e incluyeron la construcción de una aldea simulada para que los terroristas pudieran practicar la invasión de hogares civiles.
Además, a pesar de la actual pesadilla humanitaria de Gaza bajo el gobierno de Hamás, las encuestas muestran consistentemente que su líder, Ismail Haniye, derrotaría a Abbas si las elecciones palestinas se celebraran hoy. Y su perdurable popularidad es precisamente resultado de su decidido enfoque en la destrucción de Israel, un objetivo que la mayoría de los palestinos —incluidos los miembros y partidarios de al-Fatah— comparten descaradamente.
Para los occidentales es difícil comprender que Hamás realmente busca la destrucción de Israel; muchos creen que debe haber esperado algún beneficio diplomático o económico con el ataque del sábado. Pero el propio Hamás no ha hecho tales afirmaciones
En una encuesta del Foro Fikra de 2015, por ejemplo, el 81% de los habitantes de Cisjordania y el 88% de los de Gaza dijeron que Israel, Cisjordania y Gaza son todos “tierras palestinas” sobre las que “los judíos no tienen derechos”, y solo una cuarta parte de los encuestados esperaban que Israel “continuara existiendo como Estado judío” en 30 o 40 años. Una cantidad significativa incluso respondió que recuperar todo Israel, Cisjordania y Gaza debería ser el “principal objetivo nacional palestino” durante los próximos cinco años.
Tampoco debería ofrecer mucho consuelo el hecho de que la solución de dos Estados ocupe el segundo lugar en la lista de objetivos nacionales a corto plazo, ya que una encuesta del Proyecto Israel de 2011 encontró que el 66% de los palestinos ven dos Estados como un mero trampolín hacia un solo Estado palestino en todo Israel, Cisjordania y Gaza.
En el contexto de estas generalizadas creencias palestinas, el ataque de Hamás tiene mucho sentido. Como los judíos, en su opinión, no tienen ninguna conexión religiosa o histórica con esta tierra, Hamás los ve como meros ocupantes coloniales que pueden ser expulsados mediante una campaña sostenida de terror mortal, tal como lo fueron los ocupantes coloniales en muchos otros países. Por lo tanto, no sorprende que, como informó Sheren Falah Saab del diario Haaretz, la mayoría de los habitantes de Gaza con los que habló describieran este ataque como “el comienzo de la ‘liberación de Palestina”.
Pero como Israel no aceptará su propia aniquilación, solo puede ponerse en la mejor situación posible para protegerse. Y esto, por todas las razones expuestas, requiere el control militar de las zonas palestinas.
Del ataque del sábado también se desprende otra conclusión: el futuro de las relaciones de Israel con el mundo árabe depende de su respuesta a este ataque. La posición de Israel en la región ha mejorado sustancialmente en los últimos años. Aparte de los nuevos acuerdos de paz, el apoyo árabe a Israel en las redes sociales desde el sábado tampoco ha tenido precedentes, como informa Falah Saab. Pero los Acuerdos de Abraham, la posibilidad de una normalización con Arabia Saudita e incluso la paz con Jordania y Egipto se basan en una creencia fundamental: Israel es una potencia regional, tanto militar como económica, y no se irá a ninguna parte; por lo que las relaciones con él tienen más sentido que los vanos sueños de su destrucción.
Pero Israel ciertamente no ha parecido una potencia militar esta semana; y no lo parecerá si no logra destruir a Hamás. Si Hamás puede asestar a Israel un golpe de esta magnitud y salir solo ligeramente dañado (es decir, todavía en control de Gaza y capaz de reconstruir rápidamente su arsenal), a pesar de la enorme ventaja militar de Israel en términos materiales y de capacidad humana, el mundo árabe llegará a la conclusión de que el líder de Hezbolá, Hassan Nasrala, tuvo razón todo el tiempo: Israel es solo una telaraña, demasiado frágil para contribuir con algo a sus socios regionales y, a largo plazo, demasiado frágil incluso para sobrevivir.
Israel tendrá que permanecer en forma permanente en al menos una parte de Gaza. Esto es vital para evitar que Hamás recupere el control, para proporcionar una zona de amortiguación para el maltrecho sur —que de otro modo se convertiría en una región fantasma—, y para exigir un precio por el ataque en la única moneda que Hamás y sus semejantes parecen valorar: la tierra
Los países árabes no tendrían entonces otra opción que alinearse con la única otra potencia regional, Irán, que está comprometida con la destrucción de Israel y no le faltan aliados con ideas afines, incluidos Hamás y Hezbolá. Israel quedaría pareciendo —y sintiéndose— diplomáticamente aislado y militarmente vulnerable. En esas condiciones, probablemente ni siquiera seguiría siendo una potencia económica por mucho tiempo.
En consecuencia, ahora mucho depende de que Israel aseste un golpe devastador a Hamás. Pero eso no se puede lograr únicamente con ataques aéreos; requiere operaciones terrestres. Además, Israel tendrá que permanecer en forma permanente en al menos una parte de Gaza. Esto es vital para evitar que Hamás recupere el control, para proporcionar una zona de amortiguación para el maltrecho sur —que de otro modo se convertiría en una región fantasma—, y para exigir un precio por el ataque en la única moneda que Hamás y sus semejantes parecen valorar: la tierra.
Aún es incierto si Israel será capaz de hacer esto, ya sea militar o políticamente. Las FDI no han infundido mucha confianza en sus capacidades esta semana; ni siquiera pudo evitar que Hamás invadiera su cuartel general local, y mucho menos proteger a los civiles. La mayoría de los israelíes siente desagrado y desconfía del gobierno, que está plagado de ministros incompetentes. Y a pesar del horror de los israelíes por el ataque, su voluntad de arriesgar sus propias vidas o las de sus hijos en una extensa operación en Gaza sigue sin estar clara.
Sin embargo, la mayoría de los israelíes entienden que lo que está en juego no es solo el futuro del sur, sino el de todo Israel. Además, el país tiene una historia de unirse para hacer lo que sea necesario; de lo contrario, no habría sobrevivido hasta ahora. Y hoy lo que resulta necesario es convertir el ataque del sábado en un error fatal para Hamás.
*Analista y periodista.
Fuente: Mosaic (mosaicmagazine.com).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.