Luego de una temporada en el calor familiar, quizás el único reducto del amor sincero, vuelvo a las letras y a la ciudad que me vio nacer, a la rutina no tan rutinaria por el fragor que atraviesan el Estado de Israel, el pueblo judío y mi comunidad.
Al publicarse este artículo se habrán cumplido 112 días de aquel aciago 7 de octubre, cuando se hizo añicos la edulcorada visión de algunos en la sociedad israelí, sobre la posibilidad de vivir lado al lado de los terroristas y de una sociedad educada y cultivada para el odio, la yijad, el martirio, desde la más tierna edad.
Hoy ha quedado más que demostrado lo que la historia nos ha puesto de manifiesto en los últimos 76 años, en la visión y deseo de gran parte del mundo islámico,en donde el Estado palestino solo será posible sobre las cenizas del Estado de Israel.
Así se intentó su destrucción en las diferentes guerras desde 1948, intifadas, atentados suicidas, decenas de miles de misiles lanzados al azar sobre Israel desde Gaza, Líbano, Yemen. Y se recuerda la andanada de misiles Scud disparada desde Iraq contra Israel durante 39 días por el sanguinario Sadam Husein a principios de 1991; justamente se cumplen ahora 33 años de esos trágicos eventos, pero a la vez milagrosos, porque a pesar de que el mundo libre pidió a Israel no contraatacar, hubo solo dos israelíes fallecidos por impactos directos de los Scud.
Las declaraciones del liderazgo iraní y de Hamás no dejan lugar a dudas sobre las intenciones expuestas, no solo en la carta fundacional de Hamas, sino en forma clara y abierta en declaraciones públicas y que a su vez han sido el himno y bandera de este movimiento genocida, que pretende, sueña y suspira con el exterminio y desaparición de Israel y de su gente. Cantan como si fuera un trino de algún artista de moda, From the river to the sea Palestine will be free, como si el genocidio de todo un pueblo fuera algo poético y necesario para construir sobre ese cementerio otro Estado. Es algo aberrante, y lo peor y más desquiciado de todo esto es que Israel, y no el grupo terrorista Hamás, es el que está en el banquillo de las acusados por genocidio en la Corte Internacional de Justicia.
Estamos siendo testigos de la barbarie más profunda en acción y opinión, que ha sido legitimada por un sector del mundo y gobiernos de nuestra región, con el falaz argumento de la ocupación y el Apartheid.
La solución de dos Estados, que estuvo en la mesa desde 1947 con la resolución 181 de la ONU, e inclusive una década antes con la Comisión Peel, sucedidas en las siguientes décadas por varias otras propuestas, no se dio por que no era el interés del liderazgo árabe en un principio y del palestino en las últimas décadas. Por lo arriba expuesto, hoy en día esta posibilidad está más distante que nunca, a pesar de las presiones y las buenas intenciones de algunos países europeos e incluso de EEUU.
Para que se conforme el Estado palestino tiene que haber un cambio de conducta y mentalidad de una generación que ha sido criada y educada para odiar a los judíos, a quienes se ha inculcado que las tierras donde está Israel les han sido robadas, que han mantenido a sus ancestros como refugiados y, en fin, en la mente de esos niños, adolescentes y adultos está internalizado un relato que no los ha dejado desarrollarse en libertad ni en busca de la prosperidad, sino en búsqueda de la venganza, de la yijad y en definitiva de la muerte como un Shajid (mártir).
Es algo aberrante, y lo peor y más desquiciado de todo esto es que Israel, y no el grupo terrorista Hamás, es el que está en el banquillo de las acusados por genocidio en la Corte Internacional de Justicia
Este cambio de mentalidad, en donde se eduque en la realidad histórica, en donde se enseñe el amor a la familia, al vecino y a la humanidad, donde se respete la forma de pensar, la religión que cada quien profese o inclusive la forma de vida que cada quien quiera darse sin dañar al otro, será fundamental para poder vivir al lado de personas que no se levantan por la mañana a ver a quién apuñalan, atropellan o disparan.
La desmilitarización es otro elemento esencial para esos territorios palestinos que se han organizado para la guerra, en donde su gente es sencillamente parte de ese arsenal que les sirve de carne de cañón, de escudos para su protección y la de su arsenal bélico, obtenido por donaciones millonarias para el bienestar de su pueblo, pero que se ha desviado para la causa de la yijad.
Como siempre, a pesar de la tragedia que conlleva la guerra, oramos porque la pérdida de tantas vidas en ambos lados no sea en vano, que al final, quizás en el futuro próximo, se logre que el liderazgo árabe de la región pueda proponer una solución viable de un Estado palestino con una jefatura fresca, no contaminada con la violencia y la educación al odio; que los Acuerdos de Abraham se expandan por la región, y se forme un solo bloque entre árabes y judíos para unir esfuerzos para el bienestar, la prosperidad y la fraternidad.