D entro de los temas que toca nuestra parashá, se encuentra el de las prendas del cohén gadól (sumo sacerdote).
Rabi Simshon Hirsch, ZT”L, aclara y amplía el significado de este concepto: “Es suficiente con las órdenes mencionadas al final de este capítulo para revelar la importancia de las ropas del cohén gadól. De ellas, y de lo mencionado sobre ellas, depende la esencia del sacerdocio, el cual es un estatuto eterno, y ciertamente de ellas dependerá también la óptima ejecución de los distintos sacrificios.
Un cohén que sirve sin el atuendo conveniente es como si una persona ajena al servicio (no cohén) pretendiera hacer esas tareas en el Mikdash, cuyo castigo es la pena capital.
Las indumentarias del cohén debían pertenecer al público, y justamente por este hecho, es que se conseguía alcanzar el objetivo fundamental de las labores del cohén, pues únicamente así se presentará como servidor de la nación en el santuario de la ley divina. Solamente de esta manera se considerará como si el público estuviera tomando parte en esas funciones. Sin estas ropas, el cohén es alguien cuyas acciones no son sino meras consecuencias de una voluntad individual e insubstancial, convirtiéndose así en la antítesis de la idea primaria, piedra angular del ideal del Mikdash y de la Torá de Dios. Por si fuera poco, aquel cohén que sirve sin esta indumentaria, se demostrará con sus cualidades personales, revelando a ojos del público sus debilidades, defectos y faltas, los cuales acompañan a toda persona, aun cuando posea el más depurado carácter. De esta manera se alejaría radicalmente del objetivo que buscan revelar los sacrificios, pues ellos son un patrón fiel de los fines que persigue la Torá de Dios”. Hasta aquí sus palabras.
Por medio de esta mitzvá, se ponen en evidencia algunos de nuestros más básicos principios, los cuales sustentan el sistema espiritual del pueblo de Israel.
Como se sabe, cada detalle de la creación del Mishkán y de su servicio en él debía ser calculado y evaluado hasta sus mínimos detalles. La falta de uno de ellos ponía en riesgo no solamente la vida de quien llevaba a cabo dicho servicio, sino de todo el pueblo de Israel.
Las ropas dan a la persona una imagen frente a su medio, honor, pertenencia a algo y, por qué no, también elevan su autoestima. Esto bien podría funcionar dentro del ámbito individual, pero cuando se trata de representar la imagen del pueblo de Israel frente a su Creador, cualquier intención o desvío hacia intereses personales solamente conseguirían romper nuestros lazos con Dios.
El cohén era una figura pública y debía mantener esa condición al momento de ejecutar sus funciones. Todo honor o buena imagen, inclusive el buen estado de ánimo que pudieran alcanzar al portar sus indumentarias, debían ser dirigidos únicamente a fortalecer las relaciones espirituales y físicas de Dios con Israel. Incluso el vocablo korbán, o sacrificio, lo demuestra, ya que la raíz de este término se encuentra en la palabra kirbá, o acercamiento, indicándonos cuál es el fin anhelado con la creación del “recinto” terrenal de Dios: el apego y la unión con su pueblo, Israel.
Actualmente, y muy a pesar nuestro, no contamos más con el servicio de los cohanim en el Mikdash, ni la belleza y el esplendor de sus vestimentas, orgullo y honor para nosotros. Pero sí contamos con esa capacidad de ligarnos a nuestro Creador como todo un pueblo, a través de un comportamiento honorable al momento de congregarnos en el Beit Haknesset, y respetando y escuchando a nuestros líderes espirituales, donde ellos, a su vez, deberán asumir su papel de ser servidores en la empresa de Dios.
Ser un personaje público, para la ideología de la Torá, no es una tarea fácil. Amén de la tremenda responsabilidad que recae sobre sus espaldas, deberá cuidar constantemente de que sus intenciones sean dirigidas siempre a mejorar las relaciones de la congregación con su Creador, pues solo así logrará atraer las buenas influencias espirituales hacia toda la comunidad.
Cada uno de nosotros es un servidor público. Todos tenemos la capacidad de guiar a otros, en mayor o menor medida, a acercarse a Dios, en nuestra familia, en nuestro círculo social, etc.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda