Fragmentos tomados del libro Exilio a la Vida, Tomo I, publicado por la Unión Israelita de Caracas en 2006
“Durante la famosa Kristallnacht yo estaba en casa. Rompieron las vidrieras de los negocios judíos, incendiaron las sinagogas, sacaron a los judíos a la calle. Se escuchaban gritos, los nazis corrían por la calle con antorchas, miles de antorchas, gritando y rompiendo vidrieras. Nadie pensó que eso podría ocurrir. Nosotros mirábamos desde la ventana, aterrorizados, sin saber qué pensar ni qué iba a pasar. Después de esa noche lo único que queríamos era salir del país, porque se veía que eso iba de mal en peor. Mi colegio no lo incendiaron, pero recuerdo que rompieron todo, todo quedó destrozado y no hubo más clases.
Manfredo Hausman, Leipzig, Alemania
El día de la Kristallnacht habíamos ido al colegio judío. Todo estuvo muy tranquilo hasta esa noche del 9 de noviembre. No nos enteramos de nada hasta que salimos a la calle al día siguiente —la radio no dijo nada— y vimos los cristales rotos de los negocios judíos. Nuestro colegio y la sinagoga, situados en el mismo lugar, estaban destrozados y ardiendo. Salí con mi hermana y unas amigas a ver qué pasaba. Cuando llegamos al colegio había mucha gente de la comunidad viendo aquel desastre. Pero más horrible fue lo que ocurrió con un profesor muy querido, llamado David: abrió la llave del gas y se envenenó junto a su esposa y sus dos niños. No quiso vivir más después de aquella noche de terror.
Gretel Blum, Stuttgart, Alemania
Recuerdo perfectamente la Kristallnacht, el 9 de noviembre de 1938, entre diez y once de la noche. La sinagoga y el shul al que yo iba fueron quemados. En el negocio de mi papá forzaron la puerta y robaron todo. Quemaron los libros de los judíos. Fue un acto de odio, el peor, el comienzo de todo. A mi padre lo golpearon, cuando llegó a casa tenía pena de contar lo que le habían hecho, se sentía vejado.
Aquello ya no era Austria. Fue muy doloroso lo que vi. De repente, todos los amigos no judíos que tenía en Viena no me saludaban. Ya no salía a la calle, al parque, tenía miedo de que me golpearan. Nos preguntábamos “qué va a pasar con nosotros, si esto está tan mal ahora qué va a pasar después”.
Manfredo Schreiber, Viena, Austria