“Y la barra del medio, que está dentro de las columnas, (las) atravesará de un extremo al
otro” (26, 28)
La Toráh detalla en esta oportunidad, de qué manera debía estar construido el
Tabernáculo del desierto, un Bet HaMikdash ambulante. Cierto es que todos los
participantes contaban con inspiración Divina, pues eran verdaderos altruistas, no
solamente en recursos materiales, sino, más aún, en aptitudes artesanales y fuerza física,
y sin lugar a dudas también sabían exactamente qué hacer. De cualquier manera, la
Toráh vio pertinente describir cada detalle y pormenor de su realización, y de esta manera
transmitirnos una enseñanza muy especial.
“De la santidad del Tabernáculo – dice Rabí Moshé Feinstein, ZT”L – aprendemos de qué
manera deberá ser la santidad del pueblo de Israel, y de qué forma conducirse.
Nuestros sabios dicen en el midrash Rabá: “Así como sus rostros – de las personas – son
diferentes, de la misma forma lo son sus pensamientos y criterios”
En realidad, la lógica diría que todos los hombres deberían ser exactamente iguales, ya
que nacimos de un solo hombre, y de la misma forma deberían ser sus conciencias y
criterios, puesto que nuestro origen espiritual es el mismo. Por este simple motivo es que
debería haber verdadera unión en Israel.
Respecto al Tabernáculo está escrito que sus cuarenta y ocho columnas eran
atravesadas por varias barras, unas por fuera y otra muy larga por dentro, y aseguraban
la construcción con firmeza. La Toráh nos quiere enseñar con esto, es que todos, y cada
uno de nosotros, debemos permanecer en absoluta unión con nuestro prójimo por “fuera y
por dentro”.
Es cierto, no siempre nuestros sentimientos son puros para con nuestros congéneres,
algún resentimiento guardaremos en el corazón pero, aún así, no debemos perder nunca
nuestra unión. Y si no se puede lograr en el plano interno, por lo menos que nuestra
relación con los demás demuestre que estamos en el “mismo equipo”, que nuestras
diferencias no nos impidan ser uno.
Hubo un solo momento en la historia que logramos ser todos como “un solo hombre con
un solo corazón”, y fue en la entrega de la Toráh. Volver a ese mismo nivel de hermandad
es mucho pedir. Pero lo que sí está en nuestras manos hacer es siempre extender
nuestra mano a nuestros hermanos, estar en sus momentos de aprieto y ofrecer el
hombro para cargar junto con él el peso de sus dificultades, aunque – realmente – no lo sintamos…de corazón.
Shabat Shalom