El norte de África, Noruega y Luxemburgo no suelen mencionarse como lugares donde tuvo lugar el Holocausto, pero en tiempos recientes se han revelado nuevos datos que muestran que judíos de esos orígenes también fueron víctimas de la aniquilación nazi. Yom Hashoá es momento propicio para sacarlos a la luz
Las etiquetas de identificación desenterradas en el lugar de ese campo de exterminio revelan que cientos de víctimas tenían raíces en el norte de África
Ofer Aderet*
Messasud Aknine, de Marsella, Francia, fue arrestado en 1943 y deportado al campo de internamiento de Drancy en las afueras de París. El destino del judío de 73 años estaba sellado. Al poco tiempo fue enviado al campo de exterminio de Sobibor en la Polonia ocupada, donde los invasores nazis alemanes lo asesinaron en las cámaras de gas.
Con toda probabilidad, nadie habría vuelto a saber de él si no fuera por el reciente hallazgo, en las profundidades de la tierra, de un escalofriante recuerdo.
Desde hace varios años, Yoram Haimi, de la Autoridad de Antigüedades de Israel, ha estado excavando en Sobibor con su colega polaco Wojtek Mazurek. Entre las decenas de miles de artículos pertenecientes a los prisioneros del campo que han sacado de la tierra, encontraron recientemente cinco placas de identificación. Los alemanes utilizaban los números grabados en ellas para identificar a los prisioneros, similares a los números tatuados en los brazos de los judíos en Auschwitz.
Maurice Ben Zaken, originario de Marruecos y uno de los judíos del norte de África asesinados en Sobibor, era pariente del arqueólogo Yoram Haimi
A través de la investigación de archivos, Haimi pudo identificar varios de los nombres detrás de los números, arrojando luz sobre un capítulo poco conocido de la historia del campo: cientos de judíos asesinados en Sobibor, a unos 250 kilómetros al este de Varsovia, provenían del norte de África. Aknine, nacido en en 1870 en Tánger, Marruecos, fue uno de ellos.
Otra víctima, David Aknine, nació en 1900 en Tlemcen, Argelia. Él también fue asesinado en Sobibor en 1943. Ese fue asimismo el destino de Shalom Levy de Boufarik, Argelia, cuya placa de identificación fue desenterrada por Haimi. «No puedo entender por qué se molestaban en hacer esas etiquetas, si los enviaban a las cámaras de gas de inmediato», dice Haimi, maravillándose de la devoción servil de los nazis por el orden burocrático.
Al observar que las etiquetas estaban inscritas con el número 122, que denota el campo de internamiento de Compiègne en Francia, Haimi se puso en contacto con el Museo del Holocausto de París, que buscó en su base de datos los nombres de las personas que fueron deportadas a Compiègne, de allí a Drancy y luego a Sobibor.
Haimi también examinó la base de datos en línea de los trasportes a los campos de Yad Vashem, donde, para su sorpresa, encontró que las listas de víctimas de los dos trasportes de marzo de 1943 de Francia a Sobibor contenían cientos de nombres típicamente norafricanos, muchos de Argelia. Los apellidos incluían Aferiat, Acoca, Albo, Amar, Amouyal, Amsalem, Arditi, Azoulay, Attias, Ben Kimon, Ben Dahan, Ben Hamou, Ben Lou Lou, Ben Zaken, Ben Touito, Lugassi, Moatti, Dahan, Hajaj, Mimram, Smadja, Tayeb, Teboul y Touito.
El nuevo Museo de Sobibor, inaugurado en 2020, donde se exponen muchos objetos excavados en ese campo de exterminio
Partisanos de Beitar
El profesor Haim Saadon, experto en los judíos en tierras islámicas, dice que, según la información más reciente, el número de judíos del norte de África enviados a los campos nazis a través de Francia supera los 500. Otros cientos fueron deportados desde Túnez a Auschwitz, y de Libia a Bergen-Belsen.
Haimi contó al menos 400 judíos de ascendencia norafricana, solo en las listas de deportados de Francia a Sobibor. Entonces, ¿es necesario actualizar los libros de historia para mostrar que el número de judíos norafricanos enviados a los campos de exterminio nazis fue mayor de lo que se pensaba?
«Hay que tener mucho cuidado con las cifras», dice Saadon, aunque reconoce que la investigación sobre el tema sigue estando incompleta, y expresa la esperanza de que se unan más académicos.
Botón de un uniforme del grupo sionista Brit Hehayal, desenterrado en el lugar
Se han encontrado muchos otros artefactos interesantes en las excavaciones de Sobibor, que están ampliando el modesto conocimiento que tenemos sobre ese campo. La lista incluye prendedores usados por miembros de las organizaciones judías de derecha Beitar y Brit Hehayal. Después de encontrar los alfileres, Haimi visitó el Instituto Jabotinsky en Tel Aviv, donde leyó el diario del historiador Chaim Lazar, un partidario de Beitar. “Él ha escrito sobre los miembros de Beitar que lucharon contra los nazis en Sobibor, y da sus nombres”, dice Haimi, refiriéndose a la revuelta de octubre de 1943.
Cinco miembros de Beitar de Piaski, Polonia, fueron deportados a Sobibor a través del campo de internamiento de Trawniki en octubre de 1942. Es posible que los alfileres recientemente desenterrados les pertenecieran. “¿Podrían haber sido llevados a las cámaras de gas con sus uniformes de Beitar? ¿Quizá pensaron que si llegaban al campo en uniforme serían tratados con más indulgencia?», se pregunta Haimi.
Escritura hebrea
Sobibor se construyó en marzo de 1942, simultáneamente con los campos de exterminio de Treblinka y Belzec. Según el museo y memorial del Holocausto de Yad Vashem en Jerusalén, 250.000 judíos fueron asesinados en Sobibor antes de que cesara sus operaciones tras la revuelta de octubre de 1943. Solo unas pocas decenas de prisioneros de ese campo sobrevivieron al Holocausto.
Las excavaciones en el sitio comenzaron en 2007 como un proyecto privado de Haimi, ansioso por dedicar sus habilidades arqueológicas a investigar la historia del siglo XX. Durante los trabajos ha notado que los ladrones también han estado cavando allí durante décadas, saqueando las propiedades dejadas por los judíos.
Haimi entrega los artículos que encuentra bajo la nieve y el frío suelo a un museo que se inauguró allí en octubre de 2020, pero que desde entonces ha permanecido cerrado debido al coronavirus. Su colección permanente incluye artículos encontrados por Haimi y Mazurek, e incluye frascos de perfume, anillos, collares, cadenas, anteojos, carteras, frascos de mermelada, tubos de pasta de dientes, llaves, tijeras, paquetes de cigarrillos, carteras, horquillas y zapatos.
Según la información más reciente, el número de judíos del norte de África enviados a los campos nazis a través de Francia supera los 500. Otros cientos fueron deportados desde Túnez a Auschwitz, y de Libia a Bergen-Belsen
Todos pertenecieron alguna vez a judíos que fueron asesinados en el campo. Algunos de los elementos notables incluyen escritura hebrea, como un anillo con la inscripción Haréi en mekudéshet li (“Te tomo como mi esposa”), un colgante con la inscripción «Palestina-Eretz Israel», y otro con Shemá Israel.
Durante los últimos años, Haimi ha logrado localizar a los familiares de algunas de las víctimas, incluidos los de Karolina Cohn de Frankfurt, cuyo colgante fue encontrado en las excavaciones. Haimi también ha hallado «una gran cantidad de botellas de bebidas alcohólicas», aparentemente de los nazis y sus colaboradores.
Haimi, de 59 años, residente del Kibbutz Mefalsim en el sur de Israel, está actualmente completando su doctorado en la Universidad de Tel Aviv, enfocándose en los nuevos hallazgos de Sobibor.
También tiene una conexión personal con el sitio. Dos primos suyos por parte de su madre fueron asesinados en Sobibor en 1943: Jackie y Maurice Ben Zaken, que nacieron en Marruecos. Quizá algunos de los artículos que está sacando del suelo les pertenecieron.
*Corresponsal de historia en el diario Haaretz.
Fuente: Haaretz.
Traducción NMI.
Fotos de Yoram Haimi.
Cuatro libros y una nueva película han colocado a los noruegos ante uno de los capítulos más oscuros de su propia historia. La nueva atención sobre la complicidad noruega en los arrestos y deportaciones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial ha desencadenado un debate público
Nina Berglund*
Todo condujo a un incómodo período previo a las ceremonias anuales del Día Internacional del Holocausto, en esta ocasión digitales, el pasado enero. El intenso y prolongado debate sobre un libro en particular tuvo una tregua. Sin embargo, es probable que la controversia se reanude, ya que los historiadores discuten sobre cuánto sabían los héroes de la resistencia, e incluso el gobierno noruego en el exilio en Londres, sobre las deportaciones, y por qué se ha investigado o escrito tan poco sobre el tema durante los últimos 78 años.
Los noruegos se han enfrentado a su propio Holocausto en los últimos años, especialmente después de que la periodista y autora Marte Michelet publicara el libro Den største forbrytelsen (literalmente, El crimen más grande) en 2014. La obra narra el maltrato a los judíos noruegos, y cómo fueron efectivamente registrados, arrestados, deportados y sus casas saqueadas, no solo por funcionarios nazis sino también por burócratas y policías. El pasado diciembre se estrenó una nueva película basada en el libro de Michelet.
Fotograma de la nueva película sobre la deportación de judíos noruegos, Den største forbrytelsen (El crimen más grande), que representa el momento en que más de 700 judíos son embarcados hacia su exterminio
(Foto: Fantefilm)
Los historiadores parecían desinteresados
Poco se había escrito y comentado públicamente sobre el tema desde que Bjørn Westlie, periodista del Dagens Næringliv, informó por primera vez en 1995 sobre la confiscación masiva de las propiedades, negocios y pertenencias de los judíos noruegos. El trabajo de Westlie llevó al gobierno a crear una comisión investigadora. Esa comisión también se vio plagada de conflictos internos, pero finalmente llevó al Parlamento noruego a reconocer, en 1999, la «obligación moral» de desagraviar los crímenes cometidos contra su población judía. Ofreció 450 millones de coronas para compensar a los sobrevivientes por el robo de sus bienes, y para financiar la creación de un centro de investigación y un memorial del Holocausto en Oslo. El gobierno noruego se disculpó oficialmente por las deportaciones ocurridas a finales de 1942 y principios de 1943, y también lo hizo un ex jefe de la policía noruega.
Sin embargo, desde hace más de 20 años poco se ha escrito sobre cómo más de 700 judíos noruegos fueron enviados directamente a los campos de exterminio nazis, casi todos a Auschwitz, donde la gran mayoría fue asesinada poco después de su llegada. Solo alrededor de 30 sobrevivieron y regresaron a Noruega después de la guerra junto con los que habían huido, en su mayoría a Suecia, antes de los arrestos y deportaciones. Una vez de regreso, encontraron a otras personas viviendo en sus hogares; sus posesiones habían sido vendidas, y a algunos incluso se les presentaron grandes facturas por impagos de alquiler, impuestos y cargos de electricidad mientras estaban ausentes.
Eso provocó la publicación de otro libro editado a principios de este año por una ex miembro de la comisión gubernamental de investigación, Berit Reisel. «Quiero provocar un examen más profundo sobre lo que sucedió, más allá de la narrativa nacional de la Segunda Guerra Mundial», dijo Reisel al periódico Klassekampen. Reisel, quien ahora tiene 75 años, nació en Suecia después de que su familia judía huyera de su hogar en Ås, al sur de Oslo. Ha sido entrevistada por la mayoría de los periódicos noruegos, como parte de su propia campaña para concienciar a las nuevas generaciones sobre lo que sucedió durante la guerra.
«La catástrofe judía simplemente no ha sido vista como parte de la historia de la guerra en Noruega», declaró Reisel al diario Aftenposten. “Los judíos no pertenecían al colectivo ‘nosotros’”. Su propia familia no recuperó su hogar sino hasta 1951; todas sus posesiones desaparecieron. “No quedaba nada”, señala, y por eso tituló su libro Hvor ble det av alt sammen? (¿Qué pasó con todo aquello?).
Los arrestos estuvieron bien organizados. El confinamiento inicial de los hombres judíos se hizo en un campo de trabajo cerca de Tønsberg, y en Falstaff cerca de Trondheim; las deportaciones involucraron a decenas de policías noruegos, brutales guardias de prisiones e incluso taxistas, que fueron contratados para trasportar familias enteras a un barco, el Donau, que esperaba en el puerto. Muchos ya habían sido acosados durante años antes de eso.
Noruega tenía una larga historia de antisemitismo, incluso antes de que la Alemania nazi la invadiera el 9 de abril de 1940, el cual fue particularmente desenfrenado entre las dos guerras mundiales. “El antisemitismo en la sociedad noruega contribuyó a que se salvaran menos judíos durante el Holocausto”, escribe en Klassekampen el historiador Andreas Snildal, quien tiene un doctorado en Historia del Antisemitismo en Noruega. Señala que tampoco se ha escrito mucho sobre esa historia, pero a principios de la década de 1930 tanto los políticos noruegos como los periódicos partidistas habían «demonizado» a los judíos, preparando el escenario para su trágico destino.
Poco se ha escrito sobre cómo más de 700 judíos noruegos fueron enviados directamente a los campos de exterminio nazis, casi todos a Auschwitz, donde la gran mayoría fue asesinada poco después de su llegada
«Los historiadores simplemente no hemos hecho nuestro trabajo», afirmó Eirinn Larsen, profesora de la Universidad de Oslo, a Klassekampen, cuando el debate sobre si las fuerzas de la resistencia pasaron por alto las amenazas contra los judíos noruegos alcanzó un punto álgido. Ella y otros culpan a una versión «patriótica» de la guerra, que surgió rápidamente después de que esta terminó, dominada por héroes de la resistencia, en la que ni el destino de los judíos ni las contribuciones de las mujeres recibieron mucho espacio, si es que lo hicieron.
Westlie está de acuerdo en que los historiadores han sido muy lentos, tal vez incluso reacios, a la hora de investigar y escribir sobre el papel de Noruega en el Holocausto. «Todavía es un tema bastante sensible. Es correcto e importante que desafiemos la historia oficial de Noruega sobre la Segunda Guerra Mundial».
Michelet lo hizo de nuevo en 2018, y eso fue lo que desató el debate amplio, e incluso desagradable, que se desató el otoño pasado: escribió un segundo libro, Hva visste hjemmefronten? (¿Qué sabía la resistencia?), subtitulado «Holocausto en Noruega: advertencias, evasión y secreto». Básicamente, sugiere que las fuerzas de la resistencia estaban informadas sobre la deportación programada para iniciarse en las primeras horas del 26 de noviembre de 1942, pero no trasmitieron advertencias ni intentaron detenerla de forma ninguna. El libro también sugiere que los esfuerzos realizados para ayudar a las personas a huir de Noruega y buscar refugio en Suecia estaban solo orientados al lucro, y que los judíos que lograron escapar de los nazis y sus colaboradores noruegos tuvieron que pagarlo altos precios.
La reacción fue rápida y dura, y el libro sigue siendo un tema candente. El debate se disparó nuevamente a finales de octubre de 2020, cuando otros tres historiadores noruegos publicaron su propio libro criticando el de Michelet. Se llama Rapport frå ein gjennomgang av ‘Hva visste hjemmefronten’ (literalmente, Informe tras una revisión exhaustiva de ‘Hva visste hjemmefronten’). Los medios noruegos lo calificaron como un «ataque» a Michelet y su libro.
«Es importante que la literatura se evalúe críticamente en público», dicen los tres autores, Elise Berggren, Bjarte Bruland y Mats Tangestuen. “El libro de Marte Michelet contiene una serie de afirmaciones que deben examinarse y comprobarse. Eso fue lo que hicimos».
Pasaron dos años haciendo precisamente eso, y respondieron con lo que aseguran son «muchos» errores en el libro de Michelet, que «socavan sus argumentos y conclusiones centrales». También critican a Michelet por el uso «selectivo» de las fuentes, usando más de 300 páginas para desafiar gran parte de lo que ella escribió.
Placas de bronce, con los nombres de judíos noruegos deportados, ubicadas frente a sus antiguas casas en Oslo. Estas placas, que se pueden encontrar por toda la ciudad, son otro intento de enmendar el papel de Noruega en el Holocausto.
(Foto: newsinenglish.no)
«La resistencia traicionó a los judíos»
Michelet ha defendido enérgicamente su trabajo, al igual que su editorial, Gyldendal, con sede en Oslo. «Mantengo firmemente mi principal conclusión de que la resistencia traicionó a los judíos durante la guerra», señaló Michelet al periódico Dagsavisen. También sugirió que, en lugar de destrozar su trabajo, los tres historiadores podrían haber hecho su propia investigación y abordar el tema en su propio libro. «Todavía hay muchos datos sobre el Holocausto en Noruega en los que podrían usar su energía», responde.
También escribió un comentario titulado «Podríamos haber sido aliados», que se publicó simultáneamente en Dagsavisen, Aftenposten, Morgenbladet, Klassekampen, Vårt Land y VG. Eso es muy inusual. Mientras tanto llegaron cartas al editor, e incluso dos miembros prominentes de la actual comunidad judía de Noruega participaron en la discusión. Los funcionarios del Museo de la Resistencia de Oslo también están molestos, y han respaldado a los tres autores en numerosos comentarios publicados en periódicos locales.
La cosa empeoró cuando los descendientes de varios héroes de la resistencia también se sintieron ofendidos por el libro de Michelet, oponiéndose a que se empañe la imagen de sus antepasados, y amenazaron con demandar. Entre ellos está el hijo de Alf Pettersen, quien dirigía una empresa de trasporte que participó en el tráfico de refugiados noruegos a través de la frontera, así como un nieto del héroe de guerra Gunnar Sønsteby y un hijo del líder de la resistencia Jens Christian Hauge. Afirman que era «normal» que los refugiados pagaran su trasporte, y que los judíos no eran presionados «sistemáticamente». Desde entonces se han echado atrás, tras discusiones con el editor Gyldendal, que ha apoyado al libro de Michelet y ha instado al diálogo con los críticos. Cualquier error evidente se corregirá en las nuevas ediciones de la obra.
Michelet, mientras tanto, está preparando una nueva y extensa respuesta a todo el alboroto desatado por su trabajo, que aparecerá en una próxima edición de la revista literaria Prosa.
Mientras Bulgaria y Dinamarca lograron salvar a todos sus ciudadanos judíos, señala el comentarista Lars West Johnsen, la comunidad judía de Noruega fue aniquilada en su mayor parte, y los sobrevivientes tampoco recibieron mucha simpatía o ayuda cuando regresaron después de la guerra
Una cosa está clara: Michelet tocó una fibra sensible al desafiar lo que han sido «verdades establecidas», según las cuales que los noruegos simplemente estaban obedeciendo órdenes de los nazis cuando reunieron a más de 700 conciudadanos noruegos y los enviaron a Auschwitz. Mientras Bulgaria y Dinamarca lograron salvar a todos sus ciudadanos judíos, señala el comentarista Lars West Johnsen, la comunidad judía de Noruega fue aniquilada en su mayor parte, y los sobrevivientes tampoco recibieron mucha simpatía o ayuda cuando regresaron después de la guerra.
Mientras tanto, la nueva película basada en el primer libro de Michelet sobre el destino de los judíos noruegos ha recibido una amplia atención, ha obtenido críticas sólidas, y atrajo multitudes antes de que los cines volvieran a cerrar debido a los temores de infección por Covid-19. Su estrella principal, el actor de 35 años Jakob Oftebro, interpreta al hijo de una familia judía noruega que fue aniquilada en el Holocausto.
Oftebro declaró al diario Aftenposten que cree que ese papel es «quizá el más importante que he tenido en mi carrera. Creo que la historia que cuenta la película es realmente significativa. Lo que pasó fue tan brutal, y no fue hace tanto tiempo». Añade que está sorprendido por lo poco que él mismo sabía sobre el Holocausto noruego. «No aprendimos mucho sobre eso en la escuela», dice, y agrega que el papel de la policía local en la deportación de los judíos «ha sido poco difundido».
«Estamos acostumbrados a pensar que solo los alemanes estuvieron detrás de eso, ese es tal vez un pensamiento más cómodo», comenta Oftebro. «Preferimos hablar sobre la resistencia y centrarnos en nuestros héroes».
Fuente: NewsInEnglish.no.
Traducción NMI.
El Ejecutivo del país también se comprometió a adquirir el simbólico Convento de Cinqfontaines, el único sitio en Luxemburgo usado para la deportación de los judíos
El Gobierno de Luxemburgo y la comunidad judía del país firmaron recientemente un acuerdo para la «compensación del expolio de bienes judíos» vinculados al Holocausto, incluyendo la indemnización a los sobrevivientes, y la compra del Convento de Cinqfontaines para convertirlo en un centro de memoria histórica.
«Este acuerdo no borrará ningún sufrimiento, pero devolverá algo de dignidad», declaró el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, durante la rueda de prensa posterior al acto.
Bettel explicó que el acuerdo llega ahora porque «nunca es tarde», e insistió en que «es el momento de conocer la Historia y el pasado, y reconocer también nuestras responsabilidades».
El convento de Cinqfontaines, Luxemburgo, fue utilizado para concentrar a los judíos antes de enviarlos al exterminio
(Foto: Wikimedia Commons)
No obstante, supone un «importante primer paso», y su rápida implementación «asegurará que Luxemburgo y la comunidad judía puedan conseguir juntos sus objetivos comunes, mantener una sociedad abierta y tolerante, que hay que mantener y preservar».
Por su parte, el presidente de la Fundación de Luxemburgo para la Memoria del Holocausto, François Moyse, considera que este acuerdo “hace justicia a la actual generación de los últimos sobrevivientes de la Shoá; tarde, pero todavía a tiempo».
Indemnización a las víctimas
Los sobrevivientes del Holocausto residentes en Luxemburgo, así como las víctimas que residan fuera del país y aquellos que estaban en su territorio en el momento de la Shoá, recibirán una indemnización de un millón de euros, canalizada a través de una organización hermana de la Organización Mundial de Restitución de los Bienes de Judíos (WJRO).
Del mismo modo, la Fundación Luxemburguesa para el Recuerdo de la Shoá dispondrá de un presupuesto de 120.000 euros anuales durante los próximos 30 años, para promover su recuerdo y cumplir con otros objetivos, entre ellos luchar contra la negación del Holocausto y el antisemitismo, así como ayudar a la preservación del patrimonio histórico judío vinculado a la Segunda Guerra Mundial.
También se incrementará el presupuesto anual del Comité para el Recuerdo de la Segunda Guerra Mundial en 65.000 euros al año durante los próximos 10 años, y se dotará con 2 millones de euros la investigación académica y los trabajos que faciliten el acceso a ficheros de los archivos nacionales relacionados con la materia.
Unos 3500 judíos vivían en Luxemburgo antes de la invasión nazi de 1940. La mayoría huyó a la Francia ocupada, desde donde muchos serían más tarde enviados a los campos de exterminio. Los 800 que quedaron en el país fueron a su vez deportados; solo 36 sobrevivieron
Adquisición del convento de Cinqfontaines
El Ejecutivo de Bettel también se comprometió a adquirir el simbólico Convento de Cinqfontaines, el único sitio en Luxemburgo utilizado para la deportación de los judíos, con el objetivo de «trasformarlo en un centro de memoria y luchar contra todos los prejuicios».
Además, también auditarán cuentas bancarias inactivas y seguros impagados del Holocausto, a partir de la lista existente de la población judía en Luxemburgo entre 1930 y 1945, y serán devueltas las obras de arte y otros bienes culturales saqueados, en cuya identificación intervendrán el Museo Nacional de Historia y Arte, las colecciones de la Villa Vauban y la Biblioteca Nacional de Luxemburgo.
«La mayor parte de las víctimas no están ya en este mundo, pero es una medida de justicia histórica recuperar esos fondos y trasferirlos a la Fundación para que pueda usarlos», concluyó Moyse.
El acuerdo fue firmado por Xavier Bettel y François Moyse, así como por el ministro de Finanzas, Pierre Gramegna, el presidente del Consistorio Israelita de Luxemburgo, Albert Aflalo, así como por el representante de la WJRO en Europa, Dimitri Dombret.
Fuente: La Vanguardia.
Versión NMI.