La guerra de Israel contra Hamás para deponer a la organización del control sobre Gaza, luego de más de setenta largos días, tiende a generar comentarios y recomendaciones que son teóricamente muy razonables y lógicas.
Previendo el final de esta guerra, se hacen elucubraciones sobre lo que debe acontecer después entre Israel y sus vecinos palestinos. La propuesta de dos Estados independientes, Israel y un Estado palestino parece razonable. Lógica. En teoría.
El fragor de las batallas, la cantidad de bajas mortales y daños, el dolor de todos y el drama general, hacen olvidar u obviar los hechos y la historia del conflicto. Ciertamente, la solución de dos Estados, uno árabe y otro judío, es precisamente la partición de la ONU del 29 de noviembre de 1947. Israel se fundó sobre la base de esa resolución, en mayo de 1948. El Estado árabe no se llegó a proclamar nunca; la razón fundamental ha sido, y es, la no aceptación de algunos del derecho de los judíos a un Estado, y luego de constituido, no reconocerlo. Es imposible explicar la situación de manera más simple.
Ha habido muchos intentos de resolver el problema de los árabes palestinos. De 1948 a 1967, ni Jordania ni Egipto lo solucionaron en la Margen Occidental ni en Gaza respectivamente. Se crearon los refugiados palestinos, y los campos de refugiados sin fecha de prescripción que duran hasta hoy en día, aún en zonas exclusivamente habitadas por árabes palestinos, como en Gaza o en la Margen Occidental.
La Guerra de los Seis Días en 1967 significó que Israel se convirtiera en el administrador del problema. La Guerra de Yom Kipur en 1973 abrió el camino para la paz con Egipto, a costa de una gran cantidad de vidas sacrificadas, quizá en virtud de no parecer agresores y no lanzar un ataque preventivo. Desde la década de los 90 se manejó un muy lógico concepto de concesiones, territorios a cambio de paz, y la creencia firme de que unos ciudadanos con calidad de vida no arriesgarían su bienestar en aventuras violentas ni agresiones de terror contra Israel.
Escudos de Hamás y al-Fatah, quienes controlan Gaza y parte de la Margen Occidental respectivamente. Sus ideologías solo se diferencian en cómo destruir a Israel
(Foto: inss.org.il)
Oslo fue una aproximación bien intencionada y lógica. Generar confianza, dar autonomías a los palestinos, confiarles aspectos de seguridad. Dejar temas álgidos para discutir y resolver cuando israelíes y palestinos hubieran saboreado las mieles de la paz y la convivencia. No resultó. Se creó la Autoridad Nacional Palestina, se le dio la administración de Gaza y la Margen Occidental, pero se terminó en una ola de atentados, autobuses explotando, cinturones con bombas amarrados a homicidas suicidas, la segunda intifada y una decepción total. La solución de dos Estados no pareció funcionar, ni ser aceptada por quien parecía que más lo necesitaba.
Todos los primeros ministros de Israel desde los años 90 han aceptado la idea de dos Estados, unos con más convicción que otros, uno de ellos a regañadientes y de mala gana. En 2005, Ariel Sharon implementó la desconexión de Gaza; ni un solo judío, ni un solo israelí en Gaza. En 2006, Hamás tomó el control de Gaza, y expulsó a la gente al-Fatah a la Margen Occidental. Desde entonces existen dos enclaves palestinos independientes, que tienen elementos propios de un Estado: presidente y/o primer ministro, ministerios, parlamentos, fuerzas de seguridad fuertemente armadas, aparato de relaciones exteriores y embajadas, representación en organismos multilaterales. Enfrentados entre sí, comparten su animadversión hacia Israel. Hamás no reconoce el derecho de existencia de Israel; la ANP acepta la existencia, pero la enfrenta. En ambos enclaves se educa en contra de Israel y de la paz, las familias de aquellos que han efectuado atentados reciben recompensas. La solución de dos Estados parece tener una variante de tres estados: Israel, un Estado palestino en la Margen Occidental y un Estado en Gaza. Paradójicamente, poco se menciona esta extraña circunstancia.
Ni en Gaza ni en la ANP se puede decir que haya democracia, respeto a los derechos humanos, elecciones regulares ni cosas por el estilo. Hay escuelas, universidades, industrias, comercio. Irregulares armados. Se planifican y ejecutan atentados, también se neutralizan, diariamente, gracias a la acción israelí. Con todo y esto, se le pide a Israel que acepte una solución de dos Estados, es decir, la creación de un Estado enemigo declarado. E Israel ha venido aceptando negociar los términos.
Se le pide a Israel que acepte una solución de dos Estados, es decir, la creación de un Estado enemigo declarado. E Israel ha venido aceptando negociar los términos
El 7 de octubre de 2023 ocurre algo que casi nadie se podía imaginar; unos pocos quizá sí. Hamás lanza un ataque para asesinar, torturar y secuestrar israelíes. Algo planificado en detalle, que prevé una reacción israelí contundente que ha de servir para deslegitimar y acusar a Israel de cruel. Lo está logrando. No tanto por la sapiencia y habilidad de Hamás, sino más bien por la actitud timorata de quienes incluso se definen como amigos de Israel.
En teoría, si los palestinos tuviesen un Estado junto a Israel todo se resolvería. En la práctica, la posesión de autonomía se convierte en la herramienta para desatar toda la furia destinada a castigar a Israel, destruir física y sicológicamente a una sociedad que, mayoritariamente, llegó a asumir la solución de dos Estados como viable y funcional. Gaza ha sido un enclave autónomo e independiente desde 2006. Con la UNRWA desde siempre apoyando los refugiados, fondos entregados de Israel, de Catar y de otros Estados. El resultado es una ciudad subterránea de túneles de alta tecnología, un arsenal de cohetes y mecanismos de lanzamiento impresionante, una estructura militar de más de treinta mil hombres en armas muy bien apertrechados y entrenados, con una capacidad de combate en guerra de guerrillas que ha puesto en jaque al poderoso aparato de defensa de Israel.
Cuando se menciona que la fórmula de dos Estados es la solución, se deben hacer unas buenas consideraciones, vista la experiencia práctica. En teoría, funcionaría. En la práctica, las autonomías han sido un desastre en el tema de seguridad, en lo relacionado al bienestar de las poblaciones involucradas. Lo del 7 de octubre ha sido el mayor pogromo de la historia, atribuible a la autonomía y apoyo que tienen quienes controlan Gaza.
Es difícil asimilar que sea a Israel, la contraparte razonable y víctima del 7 de octubre, el que actúe de acuerdo con teorías lógicas que no han funcionado en la práctica, y que se le critique por cuestionar la sugerencia.
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Gracias por este artículo muy instructivo