// Hace cinco años hice aliá. Abordé un avión, me despedí de muchas comodidades de mi casa, y decidí hacer mi hogar del país del falafel y las constantes cornetas de los carros.
Hay muchos días en que me siento como una verdadera israelí, como cuando dejo mi carrito de la compra en fila en el automercado y corro a buscar unos pocos productos más; o cuando, a la más mínima señal del fin del verano, me apresuro a sacar mi ropa de invierno en anticipación a algún alivio del calor.
Y por supuesto, hay muchos días en que me siento como una extraña: básicamente, cuando se requiere un hebreo fluido o una conducción errática del automóvil.
Pero hay un día al año en que me siento como una verdadera israelí y una extraña al mismo tiempo. Ese día es Yom Hazicarón. Estar de pie durante los servicios memoriales en la Plaza Rabin cada año es muy intenso y emocional. La tensión y la tristeza que flotan en el aire atraviesan el cuerpo. Cuando estamos juntos, cantando al unísono el Hatikva, me siento parte de la gente que me rodea. Tan a gusto de que este sea mi pueblo, mi hogar.
Pero al mismo tiempo tengo la constante sensación de ser una intrusa. Cuando las lágrimas fluyen por mi rostro, al igual que los de aquellos que me rodean, no puedo más que sentirme avergonzada. Yo (afortunadamente) no conocí a ningún soldado muerto en combate. Por ello me siento un poco incómoda, algo así como una impostora. ¿Por qué estoy llorando? ¿Tengo derecho a afligirme como ellos?
Cada año me hago esta pregunta y lucho por una respuesta. Y cada año llego a la conclusión de que sí, tengo derecho a mi aflicción. Definitivamente no es la misma tristeza pura que sienten los que han perdido seres queridos, pero de todos modos es real. Es una tristeza por las personas y sus vidas truncadas. Por las familias que no vieron a su esposo, padre, hija o hermana hacerse viejos; y una tristeza por nuestro pueblo. El pueblo judío. Porque todavía tenemos que estar de duelo. Porque nuestro pequeño país todavía tiene que luchar, sacrificar a sus ciudadanos para que la mayoría de nosotros pueda vivir segura. Por todo ello, me aflijo.
Este año la organización Olami, conjuntamente con la Fundación Afikim y el Ministerio de Asuntos de la Diáspora, lanzó el proyecto Yizkereim (Honor a los Caídos de Israel). Es una oportunidad para personas como yo, que no tienen un soldado específico a quien honrar, de conocer a los héroes caídos (23.632 desde la creación del Estado de Israel hace 70 años) a través del portal www.honorisraelsfallen.com, y hacer una mitzvá, una obra positiva, en su honor. Es una oportunidad para ofrecer nuestras condolencias y mensajes de apoyo a las familias que dejaron atrás. Es nuestra oportunidad de pagar tributo a su memoria, y agradecerles el sacrificio que hicieron para que podamos celebrar 70 años de tener nuestro propio Estado. Y es una oportunidad, para aquellos que sí conocieron a alguien de honrar sus vidas públicamente, dejándolo registrado en un archivo digital que se mantendrá en el Monte Herzl, sede del cementerio nacional de Israel, y en otras instalaciones de recuerdo y educación.
Este año aún me sentiré dividida. Pero mis lágrimas fluirán y mi voz aún sonará con orgullo, sabiendo que sí, soy israelí; no, no conocí a ninguno de los caídos; pero sí, ahora siento como si lo hiciera, y que tengo derecho a mi aflicción.
Mijal Nordman*
*Directora de Mercadeo de Olami, organización de educación judía para adultos
Fuente: The Times of Israel. Traducción NMI.