Desde pequeños nos han educado con la idea de que tenemos un Estado firme, fuerte y estable que siempre nos apoya y nunca nos va a dar la espalda. En el Estado de Israel siempre vamos a poder encontrar un hogar, y en tiempos de crisis es y será un paraíso seguro.
Sin embargo, esta idea es relativamente nueva, tomando en cuenta los 3.000 años de historia que cargamos como pueblo. Yo tengo 17 años, ni siquiera me he graduado y cuando mis abuelos nacieron, en 1941 y 1946, no existía el Estado de Israel.
Tenemos que considerar también que la idea del Estado de Israel, y de Haatzmaut o “independencia”, no son conceptos aislados. Por el contrario, deben estudiarse como eventos relacionados y asociados. Exactamente 50 años antes de la declaración de David Ben Gurión en un teatro en Tel-Aviv de la creación del Estado de Israel, Theodor Herzl afirmaba en Basilea, Suiza, que en 50 años tendríamos un Estado propio. Y de por sí las ideas de Herzl no estaban aisladas. Desde los mediados del siglo XIX los judíos europeos ya jugaban con la idea del nacionalismo judío, cansados de tener que correr y mudarse de país luego de incontables expulsiones, persecuciones, etc. Pero hasta ese entonces, no se había considerado la idea de que ya no tendríamos que estar huyendo de personas y pueblos que no nos querían, al tener un Estado propio donde nos pudiéramos consolidar como pueblo.
Lo que muchos no entienden es que hasta esos momentos estas ideas nunca habían surgido. La idea de que los judíos tuviéramos un Estado propio no era considerada. Siempre migrábamos de nación en nación, buscando un ambiente seguro en donde establecernos y donde poder radicarnos sin temor a ser perseguidos o expulsados nuevamente. Sabiendo incluso que somos un pueblo, ese sentimiento nacionalista palpitaba adormecido en el inconsciente de todos los judíos, y así permaneció por 2.000 años. Por ello, en los siglos XIX y XX el nacionalismo judío renació. Herzl creó el Congreso Sionista, con ello surgió la Agencia Judía, y poco a poco nacieron los varios movimientos juveniles sionistas que hasta hoy perduran. Actualmente lo damos por sentado, pues son parte de nuestra vida cotidiana y estamos acostumbrados a tenerlos siempre, estables y fuertes. Mi generación no conoce un mundo sin nuestro país, porque al fin lo tenemos gracias al arduo trabajo de las generaciones pasadas. Pero hace 70 años, esto era un sueño anhelado.
Yom Haatzmaut no solo celebra que tenemos un Estado. Celebra el hecho de que somos un pueblo. De que por fin somos libres nuevamente. Antes de 1948, cuando había conferencias de líderes internacionales, no había alguien representando al pueblo judío. Hoy en día podemos tener con orgullo un representante en las Naciones Unidas, que en el período pasado fue vicepresidente de la Asamblea General. Hoy en día, cuando se meten con nosotros, no tenemos que buscar un nuevo país en donde establecernos, y rezar para que nos acepten y no nos vayan a perseguir ahí, pues sabemos con certeza que tenemos una tierra propia que siempre nos cuida las espaldas. Para los jóvenes significa que tenemos un ideal con el cual sentirnos identificados y arraigados, y que orgullosamente podemos defender cuando lo requiera la situación.
En fin, Haatzmaut no solo significa Independencia física en una parcela de tierra. Significa también la emancipación social e idealista de un pueblo que había sido subyugado por 2000 años. Significa el renacimiento de una identidad nacional que estuvo escondida desde los tiempos de Bar Kojba. Significa que hoy no somos una religión escondida y aislada del resto de la sociedad, sino un pueblo orgulloso, independiente y libre que se expresa y practica sus tradiciones y su cultura sin miedo. Que sobrevive a 3000 años de historia, y que mira hacia el horizonte no con temor, sino con esperanza.
Por Daniel Falcón Hubschmann*
*Estudiante del Sistema Educativo Comunitario