La finalidad del grupo terrorista Hamás desde su fundación, en 1987, es la creación de un Estado islámico e islamista en lo que consideran la “Palestina histórica”; para ello, según afirma su carta constitucional, pretenden destruir a Israel y eliminar todo vestigio judío en la zona. Y desde que domina la Franja de Gaza, Hamás desarrolla diversas tácticas criminales en su obsesiva guerra contra el Estado judío.
Tras la firma de los Acuerdos de Oslo, en 1994, organizó ataques terroristas permanentes: hombres-bomba se estallaban en centros comerciales, restaurantes, supermercados y autobuses públicos en ciudades israelíes.
A partir de 2006, Hamás construyó un arsenal de cohetes que continuamente dispara contra los poblados israelíes; en la actualidad ha incrementado la capacidad de sus misiles. Cuando las tensiones se agudizaron, en 2008 y 2014, Israel intervino. En ese último operativo se descubrió otra de sus tácticas: túneles que se internan desde la Franja de Gaza en territorio israelí.
Hace unos días, cuando Israel y el mundo judío se preparaban para iniciar la celebración de Pésaj, Hamás puso en práctica una maniobra más: envió a miles de manifestantes hacia la valla que separa a la Franja de Gaza de Israel, como cobertura de ataques terroristas, llamándola “La marcha del retorno”. El presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas, el de Turquía Tayyip Erdogan, y el liderazgo de la teocracia iraní dieron a esto un gran impulso propagandístico.
Esta situación se debe observar con un mínimo de lógica; hubo alrededor de 20.000 manifestantes y murieron unos 15, de los cuales se comprobó que 11 eran terroristas, identificados con sus nombres, cargos en bandas armadas y fotos en uniforme. Cabe preguntarse: ¿en qué manifestación “pacífica” participan terroristas provistos de armas largas, cargas explosivas y granadas? Además, ¿violar una valla limítrofe no es violencia? ¿Qué país permitiría una invasión masiva a través de sus fronteras? Y aquí vemos la importancia del lenguaje: cuando los cabecillas de Hamás convocan una “marcha del retorno” está clara su intención: resulta una confesión, pues se trata de entrar en la tierra de Israel, la cual nunca les perteneció.
Este capítulo no ha terminado. Hamás anuncia que continuará durante seis semanas las marchas definidas con el eufemismo de “pacíficas”. No toleran que Israel enaltezca sus primeros 70 años y, por sus anuncios, es obvio que ansían dañar los festejos.
Beatriz W. de Rittigstein