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Pablo Sklarevich
L as diversas investigaciones policiales parecen estar poniendo en jaque a la figura del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
Como de costumbre, los leales al jefe del Ejecutivo sugieren que se trata de un complot de la prensa, las elites judiciales y la policía. Estos argumentos apenas pueden ser creíbles, dada la creciente debilidad y pluralidad de los medios de comunicación (sobre todo con la creación de la nueva corporación estatal de difusión Kan), y porque difícilmente se podría catalogar como izquierdistas al asesor legal del gobierno (cuya función equivale en Israel también a la del fiscal general), Avijai Mandelblit, y al jefe de la Policía, inspector general Roni Alsheik. En ambos casos se trata de funcionarios religiosos probablemente afines al sentimiento nacionalista.
De cualquier manera, el ministro de Cooperación Regional, Tzahi Hanegbi, aliado de Netanyahu, ha dicho claramente que en todo caso el primer ministro debería ser derrotado en las urnas y no destituido a través del sistema judicial. Hanegbi advierte concretamente sobre el peligro de politizar las instituciones que deberían mantenerse fuera del sistema partidario.
Lo mismo podría valer para Estados Unidos. Destronar a Trump o a Netanyahu a través de la justicia difícilmente contribuya a lograr una mayor estabilidad institucional, apunta Alberto Spektorowski, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Tel Aviv.
No es claro que los regalos indebidos de abundantes cigarrillos y champaña, y los sucios negocios con la prensa, por más inmorales que sean, ameriten derribar a un primer ministro.
Mientras tanto, los mayores beneficiarios de este carnaval mediático son precisamente los partidos de la coalición aliados al primer ministro. El jefe del Ejecutivo no podría estar en un momento de mayor debilidad: es hora de aprovechar para arrancarle concesiones. Naftali Bennett, del partido religioso nacional Habait Hayehudí; Moshé Kahlon, del partido Kulanu; Arie Deri, del partido ultraortodoxo sefardí Shas; Avigdor Liberman, de Israel Beitenu; y Yaakov Litzman, Judaísmo Unido de la Torá, podrían estar probablemente preguntándose a sí mismos: “Si no es ahora, ¿cuándo?”.
Sin embargo, si el llamado “Caso de los submarinos” salpicara al primer ministro, se podría estar hablando tal vez de un cambio en las reglas de juego. No tanto por los montos de dinero involucrados, sino porque las trasgresiones en el ámbito de Defensa son un asunto “tabú”.
Fuente: Aurora