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R osh Hashaná y Yom Kipur han pasado. A cada uno de nosotros nos gustaría que algo de esos días pudiese quedar para el resto del año, no perder su influencia y asegurarnos un verdadero año dulce y bendiciones.
Rabí Jayim Fridlander, Zt”L, en su libro Sifté Jayim, explica de qué manera podemos llegar a ello: “En el Zohar (Räya Mehemná, parashá Emmor) figura lo siguiente respecto a la huida de Yaäcov de delante de Ësav: Al principio le mandó regalos —así como en Yom Kipur se mandaba el chivo expiatorio al Azazel— y después se escapó de él y se escondió en Sucot, ya que el gran acusador de Yaäcov se fue junto con los presentes que envió a Ësav, Dios quiso alegrarse con sus hijos, como está escrito: ‘Y Yaäcov viajó a Sucot y se construyó ahí una morada… Por esta razón al lugar se le llamó Sucot, por cuanto Yaäcov y sus hijos se asentaron en sucot, quedaron protegidos del Gran Acusador, y Dios, entonces, se regocijó con sus hijos’”.
Luego de Rosh Hashaná y Yom Kipur, llega Sucot, así como nuestro padre Yaäcov, quien quiso asegurarse a sí mismo y a sus hijos nunca doblegarse ante el mal instinto (que también es el Gran Acusador), y por tal motivo huyó a resguardarse en Sucot.
¿Qué gran mérito puede tener la fiesta de Sucot que por su poder logramos resguardarnos de la influencia maligna del bajo instinto? En el Zohar figura que quien se sienta en la sucá se encuentra dentro de las nubes de la fe. Con el simple hecho de permanecer dentro de ella la persona se llena de fortaleza espiritual y su confianza en el Eterno se solidifica. En pocas palabras, la sucá nos enseña una lección sobre cómo Dios supervisa toda la Creación.
Cierto es que en los días temibles de Rosh Hashaná y Kipur nos conmovimos, decidimos retornar al Creador del universo y nos fortalecimos en nuestra fe y tradiciones; pero la pregunta es: ¿Y después qué? ¿De qué manera nos será posible cumplir y cuidar todas las decisiones tomadas en esos elevados momentos?
El consejo es: “Escondámonos en la sucá, fortaleciendo el hecho de que nos encontramos siempre delante de su presencia, practicando durante el año el sentimiento de que Dios constantemente nos observa y supervisa nuestras acciones, nos protege de todo mal y nos colma de bendiciones en la medida que confiemos en Él”.
En la práctica lo que más nos da la posibilidad de sentir su presencia son las bendiciones que recitamos a lo largo del día, desde la mañana al levantarnos, cada vez que comemos, etc., pues de esta manera constantemente recordamos que quien nos provee de todo es únicamente el Todopoderoso.
¡Jag Saméaj y Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda