U no de los aspectos menos conocidos sobre la festividad de Sucot es su profunda conexión con el agua. Mientras que Rosh Hashaná se conecta con el agua (una breve oración al lado de una fuente natural conocida como tashlich), y Yom Kipur tiene también una conexión con este elemento (inmersión del cohén gadol en la mikve cinco veces a lo largo de ese día, en los tiempos del Templo, y el requisito actual de la purificación en la mikve antes del inicio de la jornada), Sucot está conectado con el agua aún más profundamente. El Talmud afirma que durante la fiesta de Sucot el Todopoderoso juzga al mundo respecto a lo que será la disponibilidad de agua. En el octavo día de la fiesta, en la fase inicial del final de la festividad, se ofrecen oraciones especiales, implorando al Altísimo que nos proporcione lluvia y agua suficientes. Orar por la lluvia es, a partir de ese momento, un elemento fijo de la oración, hasta el día inicial de Pésaj.
Como consecuencia del juicio sobre la disponibilidad de agua que se hace en Sucot, el Talmud relata que los judíos eran requeridos para añadir una libación de agua en el altar en el sagrado Templo, cada uno de los siete días de Sucot. El agua se extraía del manantial de Shilóaj en Jerusalén la noche anterior, lo cual ocurría con una increíble fanfarria. Se celebraba bailando y cantando cada noche de Sucot, toda la noche. La celebración se denominaba Simját Beit Hashoevá. Según el Talmud, el evento era tan alegre, que: “El que no ha visto la alegría de Beit Hashoevá no ha experimentado en su vida lo que es la alegría”.
¿Es posible que toda esta celebración y alborozo ocurriese como consecuencia del juicio sobre las aguas? ¿Y cuál es exactamente la conexión entre el juicio sobre las aguas y la festividad de Sucot?
El agua presenta una dicotomía interesante. Por un lado, el agua es ubicua. Hacemos todo con ella, y no podemos sobrevivir sin ella. Es esencial para la vida. Debe estar siempre accesible en todo lugar en que un ser vivo se encuentre. Por lo tanto, el agua es el epítome de la estabilidad y permanencia. Por otra parte, el agua es un producto temporal e inestable. Siempre está manando. La gota de agua que fluye por el río en este instante, se habrá ido para siempre en un segundo. Se convierte en “agua bajo el puente”, para no volver jamás. Las olas retroceden nuevamente a su fuente oceánica, y sus aguas se mezclan con el vasto cuerpo de la mar sin fin, desapareciendo de nuestra vista para siempre.
El agua imparte un mensaje: a pesar de la aparente coherencia y la omnipresencia que mostramos, también cambiamos y nos movemos constantemente, nunca permanecemos estáticos. A pesar de nuestros cambios perennes, estamos constantemente aquí.
Una dicotomía similar ocurre en relación con la celebración de la festividad de Sucot. Por un lado, la sucá está diseñada para ser un “lugar de residencia”. La Torá ordena al pueblo judío: “En las cabañas residirán”. El mandamiento es llevar a cabo todas las actividades de una “vivienda” en la sucá-cabaña. Está destinada a ser el lugar donde los judíos moran durante los siete días de la festividad.
Por otra parte, está diseñada para durar únicamente siete días. Vivir en algún lugar durante una semana es casi como estar en una casa de playa, un hotel o visitando un pariente durante una semana. Apenas hay tiempo para desempacar. Por otra parte, el techo de la sucá -característica más importante de la cabaña- se construye de ramas y hojas sueltas. El techo endeble es un recordatorio constante de lo rápido que esta choza puede ceder, y lo que sucederá cuando la lluvia, que siempre parece “saludarnos” durante este festival, hace fluir su feliz trayectoria en nuestra “fantasiosa morada”.
Entre las muchas reflexiones y mensajes de la fiesta de Sucot está la referente a la dicotomía del cambio permanente. Después de las emociones y estímulos de los yamim noraim, 10 días en los que un judío por lo general vuelve a descubrir que está en sintonía con el fenómeno más permanente posible -su conexión profunda con nuestro Padre Celestial-, ese mismo Padre anima a su pueblo a la transición durante una semana en la que se radican en la vivienda de mayor temporalidad de las estructuras físicas, dedicando la mayor parte del tiempo a las actividades más temporales: comer y relajarse.
Parece, pues, que Sucot refleja la realidad: burbujear con la vida. Así como el agua fluye y nunca permanece en el mismo lugar, está en constante movimiento, cambiamos siempre. Somos temporalmente permanentes y permanentemente temporales. Así nos regocijamos cuando se liba el agua en esta festividad. A medida que el agua fluye en la festividad de Sucot, que es la fiesta de la alegría, se nos recuerda lo afortunados y bendecidos que somos en celebrar la vida, con especial atención y entusiasmo. Nunca estaremos totalmente atrapados por los vaivenes de la vida.
En última instancia, la vida es como una enorme rueda: se mueve de un lado a otro. En ocasiones se establece en un travesaño o escalón, pero nunca permanece en el mismo lugar por mucho tiempo. Lo que vino hoy, mañana ya no estará, y lo que llegue mañana podrá permanecer aquí por más o menos tiempo, pero nunca para siempre.
Sucot es la vida real: el burbujear con la vida, como el agua que fluye, y nunca queda en un solo lugar. Preocuparnos acerca de la situación actual no nos llevará a ninguna parte. Estamos en armonía cuando recordamos el agua y la cabaña, y hacemos un recuento de las bendiciones con las que estamos colmados. Centrémonos en las maravillosas bendiciones de salud, hijos, techo sobre nuestras cabezas, amigos, comunidad y todas las cosas maravillosas que sabemos, que tenemos.
Además, por suerte la rueda está a punto de dar vuelta hacia arriba, y nos elevará hacia el próximo ciclo de cambio constante, que seguramente nos dará motivos para ser felices y estar contentos.