Miguel Truzman
A 68 años de la independencia del Estado moderno de Israel, los ideólogos del sionismo, que no es más que el movimiento de liberación nacional del pueblo judío y su retorno a la patria ancestral en Eretz Israel, encabezados por el entusiasta Teodoro Herzl a finales del siglo XIX, nunca se imaginaron el éxito total que lograría su proyecto, hoy convertido en una reluciente, fulgurante y vigorosa realidad entre las naciones.
Como ciudadano venezolano de fe judía, el sionismo hoy en día para mí implica el apoyo irrestricto a la permanente concreción de ese sueño milenario de todo un pueblo, hoy hecho realidad, siempre dentro del marco de las más amplias libertades políticas, ciudadanas y religiosas de las cuales gozan sus pobladores.
A diferencia de los países de la región, en donde todavía después de 1384 años se baten en refriegas fratricidas por el legado del Profeta, lapidan a mujeres por ser acusadas de promiscuas, degüellan a personas de cualquier edad o sexo por no pertenecer a una fe, a una secta o a una tribu específica, o donde las mujeres no tienen derecho a estudiar, manejar, votar, etc.; se destruyen monumentos y reliquias milenarias; en Israel el 20% de su población profesa otra fe religiosa, el tercer grupo parlamentario más importante de la Knesset (Parlamento) es de origen árabe, en la Corte Suprema de Justicia israelí no todos sus miembros son judíos, y como ejemplo superlativo, en el Ejército de Defensa de Israel hay unidades militares de origen musulmán, que luchan por Israel con un fusil en una mano y el Corán en la otra.
La ciudad de Jerusalén, conquistada por el rey David en el año 1004 a.C., y cuyo reino continuó su hijo el rey Salomón, ampliamente conocido por su sabiduría, buen juicio y sobre todo por la construcción del Primer Templo de Jerusalén, es hoy en día visitada por millones de personas al año, de diferentes etnias, credos y países, a diferencia de cuando Jordania dominaba su zona Este y solo los musulmanes podían tener acceso a la ciudad santa y milagrosa para la tres religiones monoteístas más importantes.
Si bien es cierto que Israel ha venido ganando desde su independencia, el 14 de mayo de 1948, todos los conflictos bélicos que le han presentado sus vecinos, e igualmente ha sido extremadamente exitoso en cuanto a la permanente inventiva y creatividad de sus ciudadanos, lo que le ha ganado diferentes premios Nobel en áreas disímiles de la ciencia, tecnología y del conocimiento en general; hay una batalla pendiente por ganar y que sus enemigos, ante la imposibilidad de su destrucción física, han ideado desde hace un buen tiempo, que consiste en su deslegitimación y demonización, alegando y señalándolo como un Estado de apartheid y violador sistemático de los derechos humanos y propulsando una campaña llamada BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones).
Ante esta nueva amenaza, Israel y el pueblo judío en general se han unido como un solo cuerpo, para dar a conocer la realidad de Israel a través de diferentes métodos, siendo el más efectivo la invitación a visitar a este diminuto país para conocer su realidad en vivo.
No pierdo la esperanza de que en un futuro próximo, tal como lo hicieron Egipto y Jordania, los demás países de la región entiendan que Israel es una realidad incontrovertible y que deben aceptarla, buscando relaciones bilaterales o multilaterales con Israel que sean beneficiosas para todos los ciudadanos de la región.
Estoy orgulloso de ser sionista y formar parte de esta legendaria y milenaria historia, llena de vicisitudes, persecuciones y tragedias, pero al mismo tiempo de increíbles milagros, extraordinarios logros, de constancia, tesón y entereza, que girando alrededor de las sagradas escrituras de la Torá han sabido mantener a un pueblo unido en la distancia y ha forjado un espíritu trascendente y profundo, cuyo valor esencial es la integración del cuerpo como vehículo del alma, y esta como parte indisoluble del Creador.
*Abogado internacionalista
Este artículo apareció en El Universal de Caracas el 15 de mayo de 2016