Celebramos el séptimo día de Pésaj, cuando el Mar Rojo se abrió para que los israelitas lo cruzaran, escapando del Faraón y su ejército, que tenían la intención de recuperar a sus esclavos emancipados. Un milagro adicional a las diez plagas que azotaron a Egipto, un intento más del Faraón de retar a Dios a pesar de ya una larga historia de derrotas y frustraciones. Sino trágico de los antisemitas. La historia y las estadísticas, los hechos recientes y antiguos, todos ellos atestiguan que fracasarán en su intento de acabar con Israel; sin embargo, lo siguen intentando, no importa los daños que se causen a sí mismos.
Al llegar al séptimo día de la Pascua, se cumplen 210 días del fatídico 7 de octubre de 2023. A la luz de lo que se ha vivido en estos meses, quedan ciertas lecciones que tener en cuenta. El efecto inicial del 7 de octubre fue impactante: 1500 víctimas, violaciones y asesinatos, torturas y 250 secuestrados. Un golpe a toda la sociedad y los estamentos institucionales del Estado de Israel. Un aura de invencibilidad que se desvaneció y aún cuesta restituir.
Pero el daño causado y que se causa a Israel, y al pueblo judío, ha sido y es parte de la planificación del atentado. Un atentado que va desarrollándose en crueles y calculadas etapas. La primera, como es evidente, constituida por la masacre, el lanzamiento de cohetes y toma de rehenes, fue ejecutada con precisión y frialdad.
Soldados israelíes en el comedor comunal del kibutz Nir Oz, poco antes del Séder de Pésaj de la semana pasada. Varias sillas están identificadas con las fotos de rehenes en manos de Hamás
(Foto: AFP)
Las etapas siguientes son las que se han vivido y se viven ahora. Una operación militar sobre Gaza que necesariamente deja daños colaterales, perfectamente calculados con la intención de presentar al agredido como un cruel agresor. Una etapa que se prolongará tanto como la operación militar, y que ha logrado el objetivo de satanizar a un país que no tiene otra opción que deponer a un gobierno enemigo de un enclave fallido. Un éxito que se mide en la cantidad de condenas que recibe Israel, las críticas de sus propios aliados, aquellos que incluso imponen condiciones a la campaña militar sobre Gaza y sobre Líbano, sin contar con la petición de restricción de una respuesta militar luego de los 350 cohetes que fueron lanzados sobre Israel la noche del 13 al 14 de abril de 2024.
Los secuestrados en Gaza son una fuente permanente de tensión y depresión para la sociedad israelí. Los familiares están sometidos a extrema presión, al no haber avances en las negociaciones. Una guerra sicológica que se traduce en desgaste del gobierno y sus iniciativas. Aun con lo evidente del crimen que significa la situación de los secuestrados, la identidad de los secuestradores y quiénes operan como voceros y negociadores, es claro que la deslegitimación de Israel está por encima de cualquier otro tema por justo, humanitario o ético que pudiera considerarse.
Mientras, Israel aguanta la presión de Hezbolá en el norte, con decenas de miles de ciudadanos desplazados, y aguanta la operación en el sur de la Franja de Gaza. Entretanto, se trata de lograr alguna negociación para liberar rehenes aun a costa de precios y condiciones desesperadas y desesperantes, en varias respetadas pero no respetables universidades norteamericanas, Israel y los judíos son víctimas de campañas de odio, difamación y deslegitimación. Los conceptos emitidos, las acciones que se llevan a cabo, se comparan a la Alemania nazi. El financiamiento de estas campañas, la gran repercusión mediática de las mismas y su costo son prueba evidente de que se trata de una etapa más de una planificación que tuvo un primer evento el ya mencionado 7 de octubre de 2023.
Cuando se hace un repaso de lo que sucede, viene a la mente aquello que Moisés dice al pueblo de Israel cuando está ya en sus últimos días. En su alocución, Moisés profetiza que será un pueblo que vivirá en soledad, separado de las demás naciones. En estos meses, semanas y días, la profecía de Moisés parece la descripción de una realidad triste y cruel
Cuando se hace un repaso de lo que sucede, viene a la mente aquello que Moisés dice al pueblo de Israel cuando está ya en sus últimos días. En su alocución, Moisés profetiza que será un pueblo que vivirá en soledad, separado de las demás naciones. En estos meses, semanas y días, la profecía de Moisés parece la descripción de una realidad triste y cruel. Israel, como Estado, está solo contra un mundo que lo condena, no se solidariza con su dolor y le exige un estándar de conducta que atenta contra su supervivencia. Esta frase, “un pueblo que en soledad morará”, parece la descripción exacta del Estado judío de nuestros días.
Lo citado anteriormente es decepcionante. Pero los últimos párrafos de las palabras de despedida de Moisés antes de morir tienen un componente que da esperanza: “Y así habitará Israel en seguridad, en soledad, conforme a la bendición de Jacob, en una tierra de cereal y vino, incluso de sus cielos goteará el rocío” (Deuteronomio 33-28). Esta es una descripción con una dosis de fe y optimismo. Sí, Israel vive en soledad, pero hay una protección divina que proporciona seguridad. Se ha visto muchas veces, quizás hasta parece natural. Pero tener unas fuerzas de defensa preparadas, sistemas que logren evitar impactos de cohetes y misiles, vivir en zozobra y sobrevivir, son los hechos ciertos que reiteran las profecías de Moisés.
Un pueblo solitario, pero apegado al Creador. Solos, pero seguros.