La semana pasada, nos sorprendió una increíble noticia sobre el estallido simultáneo de unos 3000 dispositivos llamados “buscapersonas”, ocurrido en el Líbano; y un día después se repitieron los incidentes con otros tipos de dispositivos. Al conocer más detalles, se hizo evidente que los aparatos que explotaron fueron los que estaban en poder de los terroristas de Hezbolá; las imágenes que recorrieron el mundo revelaron una meticulosa coordinación de las detonaciones, y mostraron que únicamente miembros del grupo terrorista libanés, respaldado por los ayatolás iraníes, fueron golpeados por el estallido de sus equipos.
Tanto el secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrala, como autoridades del régimen de Irán, han señalado a Israel; sin embargo, Israel no ha hecho comentarios oficiales ni ha admitido ninguna responsabilidad. Han surgido numerosas teorías, supuestos y especulaciones, pero en sí, hasta los momentos no se sabe nada al respecto. Lo cierto es que se trató de un ataque de precisión quirúrgica contra militantes de la organización terrorista libanesa; de hecho, resulta notorio, tras los reiterados beeps previos a las detonaciones, que los encargados de dicha operación sabían quiénes, individualmente, serían sus objetivos.
En numerosos medios y en redes sociales circularon falsas versiones sobre este episodio (al igual de lo que viene sucediendo desde el nefasto 7 de octubre de 2023), apuntando que Israel ha cometido una “atrocidad” al atacar a la población libanesa de forma indiscriminada, cuando en realidad, hayan sido los israelíes o no, ese operativo fue plenamente puntual, afectando solo a los que tenían un “buscapersonas” distribuido por Hezbolá. En varios videos en los que se observaron los estallidos, vimos que no causaron daños a su alrededor.
El primer ataque de grandes proporciones de Hezbolá destruyó la embajada de Estados Unidos en Beirut, en abril de 1983. Cabe destacar que el “cerebro” de este atentado fue Ibrahim Aqil, a quien las Fuerzas de Defensa de Israel abatieron en Beirut hace pocos días
(Foto: Wikimedia Commons)
En todo caso, quienes hacen esas acusaciones están defendiendo a un grupo islamista radical, cuya principal función es imponerse a través de actos de terror. Desde el 8 de octubre de 2023, es decir, al día siguiente de la masacre perpetrada por Hamás en territorio de Israel, Hezbolá viene disparando a diario proyectiles contra la población israelí, la cual ha sido evacuada de sus hogares. Hasta la fecha ha lanzado más de 9000 cohetes y drones; se calcula que unas 50 personas fueron asesinadas de esa manera, entre ellos 12 niños drusos israelíes que estaban en una cancha de fútbol disfrutando del deporte.
Hezbolá nació para el terror, y entre sus primeras acciones estuvo la embestida del 18 de abril de 1983: un furgón cargado con 900 kg de explosivos fue estacionado en la entrada del edificio de la embajada de Estados Unidos en el Líbano, asesinando a 63 personas. El 23 de octubre de ese mismo año, un camión-bomba explotó en el edificio que servía de cuartel para un batallón de Infantería de Marina en Beirut, aniquilando a 241 marines; minutos más tarde, a pocos kilómetros de distancia, un segundo coche-bomba estalló en el Edificio Drakkar, donde estaba el contingente francés, matando a 59 paracaidistas. El 26 de junio de 1996, un camión-bomba fue detonado junto a la valla de las Torres Khobar, en Arabia Saudita, lugar donde se alojaba el personal de la Fuerza Aérea de EEUU, resultando muertas unas 20 personas.
En nuestra región continental: el 17 de marzo de 1992, Hezbolá fue contra la sede de la embajada de Israel en Buenos Aires, con un saldo de 29 personas abatidas. Dos años después, el 18 de julio de 1994, con el mismo modus operandi: un furgón cargado de explosivos fue ubicado en la entrada del edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), resultando 85 personas asesinadas. Al día siguiente, en Panamá, un terrorista libanés hizo estallar en pleno vuelo un avión de Alas Chiricanas, matando a 20 personas.
Hezbolá nació para el terror, y entre sus primeras acciones estuvo la embestida del 18 de abril de 1983: un furgón cargado con 900 kg de explosivos fue estacionado en la entrada del edificio de la embajada de Estados Unidos en el Líbano, asesinando a 63 personas
El 18 de julio de 2012, cerca del aeropuerto de Burgas, Bulgaria, estalló un autobús que trasportaba a 42 turistas israelíes; la explosión mató a 5 personas. Las investigaciones de las autoridades búlgaras confirmaron la autoría de Hezbolá, con el apoyo de Irán, detallando que el general Qasem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, fue responsable.
Más recientemente se ha venido descubriendo a terroristas de Hezbolá en posesión de explosivos alrededor del mundo: Inglaterra, Chipre, Tailandia, Perú, Bolivia, Alemania.
No podemos dejar de lado que hace cuatro años, en agosto de 2020, acaeció la colosal explosión en el puerto de Beirut que derivó en la muerte de más de 200 personas y causó enormes daños en la ciudad. La causa de la explosión fue una gran cantidad de nitrato de amonio almacenado de manera incorrecta. Hezbolá negó su responsabilidad directa, pero hay serios indicios sobre la gestión del puerto y la seguridad en la zona, donde Hezbolá tiene influencia decisiva.
Resulta irracional y arbitrario pretender “limpiar” a un grupo criminal como Hezbolá, cuyo historial muestra que el propósito de su creación fue trasformar al Líbano en una república islámica, y prácticamente lo logró. En vez de justificar lo injustificable, el mundo debería apoyar a Israel y a los propios libaneses a erradicar al Islam radical y a su peor exposición, el terrorismo.