Eitan Weisman, Rabino de la Unión Israelita de Caracas
Abraham y Sara se encuentran obligados mudarse a Guerar (cerca de Egipto) por la hambruna en Canaán, y allí les preguntan: ¿y quién es esta mujer tan bella? Abraham responde que Sara es su hermana, en vez de decir que es su esposa.
Cuando el rey Avimelej se entera de la verdad, le reclama a Abraham, por qué le mintió. La respuesta de Abraham es: “¡Si en este lugar no hay temor de Dios, me matarían para poder tomar a mi esposa!”
¿A qué se refiere Abraham diciendo “lugar en que no hay temor a Dios”? ¿Acaso en un lugar donde no reina la fe en Dios no hay moral ni ética?
La respuesta es: sí pueden tener leyes de moral y ética. En cualquier lugar existen estas leyes. Pero la pregunta es: ¿Quién fija las leyes?
Hay bastantes «zonas grises» en nuestra vida, donde el límite entre lo correcto y lo incorrecto es muy pequeño y no está tan claro. ¿Quién tiene la autoridad o la capacidad de poner un limite firme para decir «hasta aquí está bien, más allá es malo»?
Enumeremos los siguientes ejemplos:
Y como estos ejemplos muchos más.
El ser humano posee una amplia gama de intereses. Cuando una persona quiere hacer algo, tiene un gran interés de poder cumplir su deseo. Si hay una barrera moral o ética, nuestro interés nos hace auto-convencernos, en principio, de que lo que estamos haciendo no es tan grave. Más adelante ya pensaremos si lo que hacemos es correcto. Poco después ese anhelo se convierte en una necesidad y en un ideal que debemos hacer. En este punto, si alguna persona interfiere con nuestro deseo o intenta reclamar sobre nuestro comportamiento, lo culparemos por molestar, y hasta por ser un pecador y trasgresor de lo que es considerado como moral y ético.
Y así este tema nos traslada a Sodoma y Gomorra. Dos ciudades que, según el texto bíblico, Dios destruyó por ser pueblos muy malvados y pecadores en su contra. Se trata de seres humanos que no creían ser malos. A lo mejor eran muy cultos para aquel entonces. Era un grupo de personas ricas que habitaba en una zona muy fértil, y que tenía el interés de preservar su riqueza. Su error radica en la manera en que interpretaron los valores éticos de la vida.
En la selva también hay leyes. La Ley de la Selva refiere que el más fuerte es el que vence. El fuerte sobrevive. Si una jirafa se fractura una pierna en la selva, no existe una comisión organizada de animales que la vayan a visitar con alimentos y medicinas. Todo lo contrario, en la selva devorarían a esta jirafa. Si el ser humano se considera un «mono desarrollado», entonces las mismas leyes de la selva podría regir la vida humana.
El punto a tratar es que la maldad que regía en Sodoma y Gomorra estaba institucionalizada, había leyes, cortes y jueces. No era una persona aislada que se comportaba de forma inmoral. Era una ideología clara, organizada y obligatoria.
Cuando los límites no están bien definidos, no hay un mensaje claro y preciso de la manera como hay que vivir. No hay una escalera de valores firme que obligue a la sociedad a obedecerla. Cada quien puede pensar que lo que hace es lo correcto, y que solo mas allá se encuentra el límite de lo negativo
En aquel lugar la ley dictaba que estaba prohibida la entrada de visitantes extranjeros a la casa, excepto si el visitante era muy rico. Temían perder su riqueza si dejaban entrar a cualquier persona. Esta ley se extendía a la prohibición de ayudar a un necesitado con comida o dinero.
Un sistema que estaba gobernado por la maldad, y organizado por leyes que trasgredían los límites de la moral y la ética, no tenía mérito de existir. Es por eso que Dios decide destruirlas.
Cuando Dios manda los ángeles para destruir Sodoma y Gomorra, la Torá nos relata por qué Dios ama a Abraham: «Pues yo lo amé debido a que él ordena a sus hijos y su descendencia que conserven el Camino de Dios, haciendo caridad y justicia…».
¿A qué se refiere «el Camino de Dios»? O como preguntamos en el comienzo del artículo: ¿Sin Dios no se puede hacer caridad y justicia?
Hoy, la Torá es el Camino de Dios. Es la manera como Dios quiere que nos comportemos mientras estamos en este mundo. La base de la Torá es describirnos límites: Decirnos lo que está permitido y lo que está prohibido. ¿Qué es correcto hacer, y qué es incorrecto? ¿Qué es moral, y qué acción es inmoral?
El Camino de Dios nos educa desde que tenemos la capacidad de razonar, que no somos “monos desarrollados”. Somos seres humanos que podemos y debemos controlar nuestros deseos. No podemos hacer lo que nos da la gana. No todo lo que queremos es posible y positivo. El ser humano vive con frenos.
Esta educación comienza a muy temprana edad, con una chuchería que el niño quiere comer y no puede, por no ser Kasher o por razones de salud. Después podría ser un juego que no se puede jugar, por ser Shabat o implicar un peligro. Más adelante puede ser un programa que no debe ver en la televisión… y podría seguir como adulto, que desea mujeres que no son de él, o dinero que no le pertenece, etc, etc.
Cuando los límites no están bien definidos, no hay un mensaje claro y preciso de la manera como hay que vivir. No hay una escalera de valores firme que obligue a la sociedad a obedecerla. Cada quien puede pensar que lo que hace es lo correcto, y que solo mas allá se encuentra el límite de lo negativo. Este camino nos puede llevar hasta un “Sodoma y Gomorra” moderno y actual.
El camino hacia mayor observancia religiosa podría ayudarnos mucho. Como ya escribí al comienzo, la Torá nos pone los límites necesarios y deseados para saber cómo vivir. Saber con certeza qué se puede y qué no se puede hacer. Qué es ético y qué es inmoral. Entonces, mientras más asumimos el compromiso del «Camino de Dios» en nuestras vidas, mientras nuestro comportamiento esté basado en los principios y las leyes de nuestra Torá, podremos estar más seguros de que no vamos a actuar de forma inmoral y con falta de respeto hacia la dignidad humana y los valores de nuestra sociedad.
Aun hoy en día hay familias y personas que «tienen miedo» de que su hijo/a, esposo/a, hagan teshuvá, o simplemente deseen cumplir más mitzvot y halajot (leyes de la Torá). Reflexionemos un poco ¡sinceramente! en qué preferiríamos:
Estos son solo ejemplos. No quiero caer en el pecado de generalizar. No todos los «religiosos» son pan de Dios, y por supuesto que los llamados «no religiosos» no quiere decir que estén en drogas y actúen de forma inmoral. Me refiero a una tendencia. Es un Plan de Seguridad.
Si estamos preocupados por todo lo antes mencionado, llegó el tiempo de pensar y hablar abiertamente y sin temor sobre aumentar nuestra vida religiosa. Sin miedo. Sin pena.