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Klara Vandor de Chocrón*
L os invitados a las fiestas comunitarias que se toman la atribución de reservar mesas enteras nos recuerdan a los cuidadores de carros en las calles de nuestras ciudades.
Los indigentes cuidacarros avistan un espacio y deciden que, en lo sucesivo, quien se estacione allí estará obligado a pagarles una contribución (a veces estipulada por ellos mismos). De esa manera obtienen un miserable estipendio para su subsistencia.
Por su parte, los antes mencionados invitados ocupan mesas enteras, mientras insolentemente aducen que desean sentarse junto a personas que gozan de su simpatía… ¡Como si ellos pagaran la fiesta! Se adueñan de lo que no es de su propiedad y se arrogan privilegios que no les corresponden.
Los menos atrevidos entre ellos alegan que tan abusivo proceder se debe a “la “costumbre”. Los otros, más descarados, osan argumentar que están en su pleno derecho de disponer de todos los puestos, en virtud de que llegaron primero y, por lo tanto, la mesa entera les pertenece.
Por lo demás, es de hacer notar que para ocupar las mesas de primero algunas de estas personas se salen de la ceremonia antes de que finalice, mostrando así su menosprecio por la misma.
Como consecuencia de lo anteriormente descrito, durante el festejo la sala de galas permanece por largo tiempo con las mesas desocupadas, mientras una ingente multitud de invitados, aglomerados, contrariados e incómodos, se mantiene de pie en las proximidades de aquellas, por cuanto se ven impedidos de sentarse debido a la abusiva negativa de estos custodios “guardamesas”.
A todos estos tempraneros guardadores de puestos les sugeriríamos que definitivamente contribuyan a erradicar de nuestra comunidad tan repudiable costumbre en modo serio y que, si lo que buscan es reservar asientos para sus amistades, las inviten a comer en su casa o paguen una mesa en un restaurante. Los únicos que tienen derecho de reservar mesas son los anfitriones de la fiesta, de manera que apropiarse de mesas en los términos antes expresados es abusar no solo de los anfitriones sino de los demás convidados.
A manera de conclusión y en vista de que en nuestro país no se estila asignar puestos a los invitados como sucede en otras latitudes, nos permitimos proponer una medida sencilla y efectiva para evitar que se repitan en lo sucesivo tales desafueros: colocar letreros sobre cada una de las mesas instando a “abstenerse de reservar puestos” salvo en los casos destinados a la familia y allegados que dispongan los mismos anfitriones.
*Licenciada en Comunicación Social