Por: Jael Eskenazi*
I maginemos que alguien nos cuenta que hay un grupo de terroristas que viene cavando túneles para entrar por debajo de la tierra a tu hogar y secuestrar a tus hijos mientras duermen luego de la cena Rosh Hashaná. Sí, efectivamente la idea de un ataque de esa envergadura suena más a película de terror que a realidad. Sin embargo, esa fue la amenaza que vivieron los pobladores del sur de Israel en el verano de 2014.
A decir verdad, si bien esta semana, y desde la última incursión a Gaza, el tema de los túneles empezó a escucharse por todas partes, esta ha sido una práctica conocida desde mediados de los años 90. Inicialmente, con fines de contrabando de armamento en la frontera de Rafiaj entre Egipto y Gaza. Luego, a principios de 2000, terroristas de Hamás comenzaron a utilizar los túneles para plantar explosivos en las instalaciones del ejército israelí. En el 2006 lograron exitosamente cavar un túnel cerca al kibutz Kerem Shalom, emboscar un tanque del ejército, matar a dos soldados y secuestrar a Gilad Shalit, dejándolo en cautiverio por cinco años.
Para el año 2009, en la “Operación Plomo Fundido”, el uso de los túneles se había trasformado en una clara amenaza para la seguridad. En 2012 la historia se volvió a repetir con la “Operación Pilar defensivo”, en la cual el ejército israelí tuvo la difícil tarea de detectar y eliminar tanto cohetes desde el cielo como túneles desde el subsuelo.
Con el tiempo, dichos túneles se volvieron más largos, más estables, más sofisticados y, ciertamente, más aterradores. Tras un sistemático trabajo de meses (algunos incluso años), estos pueden llegar a una extensión de más de un kilómetro. Además, muchos de ellos cuentan con sistemas de comunicación interna y paredes de concreto. Aunado a ello, las unidades especiales terroristas se encuentran altamente entrenadas para maniobrar dentro de sus paredes con el fin de cruzar la frontera y llegar a su objetivo.
Hoy en día las fuerzas de seguridad israelíes han identificado tres tipos de redes subterráneas: túneles de almacén de armas que operan alrededor de la Franja de Gaza; túneles de contrabando con Egipto y, finalmente, los túneles del terror. Estos últimos se estima que tienen la capacidad de movilizar incluso a toda una unidad enemiga en un período corto de tiempo.
Por otro lado, es realmente una desgracia que, independientemente de la amenaza hacia Israel, los pobladores de Gaza sigan sufriendo las consecuencias de sus abusivos líderes. Con todas las donaciones que llegaron desde diferentes partes del mundo a fin de reconstruir la ciudad, los recursos cayeron en las manos equivocadas, y la infraestructura que debió haber servido supuestamente a casas, hospitales y colegios, volvió una vez más a ser destinada al terror.
Recientemente, en la zona regional de Eshkol, la historia de los túneles volvió a aparecer en las portadas. Sin embargo, en esta oportunidad la infraestructura fue descubierta gracias a un esfuerzo de inteligencia y nueva tecnología de detección y destrucción por la unidad de ingeniería del ejército de Israel, previniendo lo que podría haber sido un ataque de gran dimensión llevado a cabo por los soldados de elite “Nukha” de Hamás.
El mito de Sísifo cuenta la tragedia de cómo Sísifo fue castigado por los dioses a perder la vista y empujar perpetuamente una roca gigante hacia la cima de la montaña, para que esta volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía volver a recogerla y empujarla nuevamente hasta la cumbre de manera indefinida. Con las innovadoras estrategias encontradas para detectar estos túneles, esperamos que las acciones de Hamás no sean nada más que el absurdo de Sísifo: seguirán cavando una y otra vez por los años de los años, desperdiciando recursos, energías, poniendo en riesgo a sus propias poblaciones, pero sus deseos de alcanzar a los ciudadanos israelíes seguirán siendo inútiles.
*Especialista en Ciencia Políticas, Israel y Medio Oriente
Fuente: Aurora.
Versión NMI.