Israel es una verdadera caja de Pandora. Cinco elecciones en tres años, coaliciones de la más amplia variedad, coaliciones de derecha completa, juicios abiertos a importantes funcionarios. Temas de seguridad siempre vigentes, con severas complicaciones todos los días. Irán como asunto diario de preocupación real. Bombardeos frecuentes a Siria con la anuencia de Rusia, mientras Rusia se enfrasca en una guerra sin cuartel en Ucrania. Atentados terroristas que se evitan todos los días, cuando uno que otro no se logra concretar. El debate más álgido y mediático que algún país pueda tener respecto a la población LGBT. Cualquier cantidad de enfrentamientos entre seculares y observantes.
En estos días, una acción de la Autoridad Nacional Palestina en importantes foros internacionales que complican las ya muy complicadas posibilidades de alguna negociación, sin hablar siquiera de algún acuerdo. Necesidad de sanciones y un sinfín de energía que se gasta en declaraciones, aclaratorias, inculpaciones y defensas.
El nuevo gobierno viene con ganas de gobernar, de hacer algunos cambios importantes. Pero en un país polarizado, cualquier iniciativa cuenta con una oposición respetable, que cuando deja de ser tan respetable se convierte en una peligrosa resistencia. En tal ambiente, la eventualidad de anarquía es peligrosamente posible.
El Estado de Israel ha sido viable y exitoso gracias a que siempre prevaleció el sentido común. El respeto a la tradición histórica y cultural de un pueblo milenario, con sólidos principios morales basados en una religión que ha sido observada en menor o mayor medida por todos y siempre. La modernidad de nuestros días, la libertad de expresión y acción que a veces se confunde con otras cosas ¿atentan quizás contra el sentido común que siempre ha prevalecido?
Edificio de la Corte Suprema de Justicia de Israel
(Foto: Wikimedia Commons)
Israel no tiene Constitución. Se rige por unas leyes básicas, y no se puede decir que el sistema no haya funcionado. Y bien. La separación de poderes ha sido clara, necesaria y efectiva. El Ejecutivo, el Legislativo y el sistema de justicia. Pero sin Constitución, y con muy poco éxito en los intentos de tenerla, no siempre es fácil.
El sistema de justicia de Israel tiene los tribunales de rigor, y una Corte Suprema de Justicia que cumple una función dual: la de recibir las apelaciones a fallos de otros tribunales. Una decisión de la Corte Suprema es vinculante para todos los tribunales, con excepción de la Corte Suprema misma. Se trata del principio de precedente vinculante (stare decisis) propio de los sistemas de derecho anglosajón. También sirve como Corte Suprema en tanto tribunal de primera instancia, generalmente en asuntos relacionados con la legalidad de las decisiones de autoridades del Estado.
En los últimos años, algunas decisiones del Ejecutivo han sido modificadas o vetadas por decisión de la Corte Suprema. En principio, la Corte Suprema vela por la integridad de los ciudadanos y de las instituciones, pero puede suceder que sus decisiones se vean como una interferencia sobre otro poder, o que se perciba como una autoridad inapelable por encima de todos. Uno de los temas álgidos es la forma como se eligen los quince magistrados que conforman el tribunal supremo. De buenas maneras, alguna modificación o reforma, consensuada por todos, sería recomendable quizás, bien recibida por la mayoría.
Desde hace varios años Yariv Levin, actual ministro de justicia, ha venido anunciando la necesidad de una reforma judicial. También lo dijeron antes otros ministros de justicia sin mayor éxito. Nunca contaron con una mayoría de bloque como tiene ahora la coalición de gobierno. Levin ha presentado sin mayor demora una propuesta de reforma que ha levantado suspicacias, comentarios y protestas. En un país tan polarizado, con tan serios enfrentamientos entre gobierno y oposición, puede uno perderse entre argumentos a favor y en contra. Lo cierto es que, desde la presentación de la propuesta de Yariv Levin, las primeras planas de noticias han sido copadas por este tema. Uno más de la caja de Pandora que es la actualidad política de Israel.
La Corte Suprema de Israel siempre ha gozado de prestigio. Pero también se considera algo elitista, cerrada y negada a los cambios. Una institución seria y tradicional, que se resiste y teme al cambio. Hay razones. La propuesta de Levin podría significar un peso desmedido del Legislativo sobre el Judicial si no se hace con el debido cuidado y consenso.
A veces criticamos a aquellos países que eligen Asambleas Constituyentes para redactar o modificar constituciones. Cada nación tiene su idiosincrasia y parece necesario que de vez en cuando haya reformas, adaptaciones, mejoras y correcciones. Israel no debería ser la excepción.
Queda preguntarse si la propuesta de reforma del sistema judicial es el síntoma de un problema de gobernabilidad e institucionalidad, o una solución a un problema.
El tiempo y las verdaderas intenciones lo dirán.