E l 13 de octubre apareció una noticia en varios medios de comunicación que señala una resolución del Consejo Ejecutivo de la Unesco, compuesto por 58 países. Sostiene que Har Habait, Monte del Templo (sin llamarlo por su nombre), ubicado en la Ciudad Vieja de Jerusalén, estuvo bajo control jordano hasta la guerra de 1967, después de lo cual fue anexado por Israel, no tiene vínculos con el Judaísmo, y se limita a considerarlo como centro de culto del Islam. El texto fue aprobado por 24 votos a favor (entre los que se contaron Egipto, Argelia, Marruecos, Líbano, Omán, Qatar y Sudán), seis votos en contra (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Holanda, Lituania y Estonia), 26 abstenciones y dos ausencias, e incluye una enérgica condena a Israel por la gestión de los lugares sagrados de Jerusalén.
Las reacciones en el mundo judío han sido de rechazo unánime. Bueno, es lógico que el “Pueblo del Libro”, apegado a la verdad histórica y los hechos religiosos del monoteísmo, tenga esta actitud. La resolución constituye lo más cercano a un chiste de mal gusto.
Pero al detenerse a pensar sobre la resolución y el ente que la emite, quizá la misma hace un gran bien al pueblo judío, y al Estado de Israel.
La Unesco, muchas veces denunciada por Israel por sus posturas en su contra, no necesita ya de reclamos, acusaciones o aclaratorias. Todo queda claro. Sencillamente, al emitir una mentira se devela como un organismo que no merece ni credibilidad ni atención. Su sesgo queda al descubierto, sus motivaciones a la vista de todos. Quienes votaron a favor de la resolución, o quienes aportaron su cómplice abstención, tienen razones que no son precisamente la defensa de la verdad o el reconocimiento de los hechos históricos. Entonces, es posible que la resolución deba ser bienvenida, no por su veracidad ni su intención, sino por la descripción de hecho que hace de la Unesco. Se sabe qué es, de qué es capaz y para qué sirven sus resoluciones.
Claro, entristece a muchos que países serios se presten a este tipo de declaraciones aportando su voto o su abstención. Que países con poblaciones importantes de corte cristiano hayan dejado que esto ocurra, negando su propia fe, conducta e historia religiosa. Pero en la Unesco, como en algún que otro foro rimbombante, de espectaculares facilidades, se puede llegar a votar por mayoría que la Tierra es plana o que la Ley de la Gravedad no aplica. Si los puntos anteriores fueran temas o causas judías, ya eso hubiera ocurrido varias veces…
Si el Consejo Ejecutivo de la Unesco es capaz de negar los vínculos del pueblo de Israel con el Monte del Templo y con Jerusalén, no descalifica con ello al pueblo judío, ni al Estado judío. Se descalifica a sí mismo, al Consejo y a la Unesco, con la fuerza tremenda que tiene decir y propagar una mentira.
Aunque no es agradable, ni tampoco alentador, los judíos… estamos acostumbrados; a las mentiras que se dicen sobre nosotros, y a los silencios cómplices.
Consejo Ejecutivo de la Unesco. Gran cosa…