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Abraham Levy Benshimol
C orrían los primeros años de la década de 1950; un número importante de jóvenes judíos ya nacidos en Venezuela cursábamos estudios en la Universidad Central de Venezuela. Un día se me acercó una persona de cejas muy pobladas y voz profunda, y me dijo: “¿Abraham Levy Benshimol?”. A lo que contesté pronta y afirmativamente. De inmediato inquirió: “¿Eres idish?”. A lo que le contesté: “No sé, soy judío”. Y él, que era Jaime Cudisevich, me espetó: “Es lo mismo”. Y de seguidas me informó que había una organización llamada “Scopus” para agrupar a los jóvenes universitarios judíos, pidiéndome me inscribiera en ella, lo cual acepté.
Fue en las actividades organizadas por “Scopus” que conocí a Marianne, la esbelta y hermosa joven rubia que estudiaba Filosofía. Nos hicimos amigos, una amistad de toda la vida, sin altibajos. Siempre sentí por ella admiración y cariño.
Años más tarde, ya casada con Simón Beker, ella tuvo la idea de crear un grupo de estudio sobre la problemática del Medio Oriente y el permanente ataque de la izquierda contra Israel. Me invitó a participar del grupo, al que alguien dio el nombre de “X-1”.
Las reuniones eran semanales en casa de Marianne. En ellas cada cual tenía que exponer sobre los temas asignados previamente, que eran tratados con mucha disciplina y estudio. Pertenecer al grupo “X-1” fue una magnífica experiencia para todos, y mucho de lo allí aprendido se lo debemos a Marianne.
Marianne era una mujer plena de ideas, culta, muy leída. Conocía muy bien los autores judíos contemporáneos, y tenía una clara posición del valor de la diáspora judía, de sus logros, de su idiosincrasia y de cómo debía relacionarse con Israel. Siempre pensé que era una auténtica representante del idishkeit.
Expresaba sus ideas sobre la educación judía haciendo propuestas para mejorar nuestro sistema educativo. Además de sus muchas actividades, recuerdo su participación en varias de las programadas por el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, colaborando con su talento y conocimientos a cualquier solicitud que le hacíamos.
No se puede dejar de mencionar el Espacio Anna Frank, organización que manejó desde su concepción y a lo largo de sus exitosos logros, ni pasar por alto todo el empeño que puso para la publicación de Exilio a la vida.
Marianne siempre estuvo en la primera fila del liderazgo comunitario judío, sin cargos de dirigencia pero aportando ideas y dando soluciones siempre que le eran requeridas. Su partida deja un profundo vacío en la comunidad, y aunque se afirma que nadie es indispensable, Marianne será difícil de sustituir.
Tenerla por amiga fue un gran honor, conocer su pensamiento, un privilegio. Su muerte enluta a toda la comunidad judía venezolana.
Alberto Moryusef Fereres
Fui compañero de estudios de Ilana Beker en el Colegio Moral y Luces, y en la Facultad de Arquitectura de la UCV. Su mamá era un poco diferente a la mayoría de las otras madres: daba clases en la universidad, escribía en la prensa y dictaba conferencias, y también era alta, bella y glamorosa. Cuando nos reuníamos en casa de Ilana para estudiar, su mamá solía acercarse para compartir un rato y hablarnos, con tono pausado y una muy alemana pronunciación de la “r”, de temas interesantes y profundos que no hablábamos con otras personas, porque la doctora Marianne Kohn de Beker, la señora Marianne para mí, era culta e inteligente y tenía una irrefrenable vocación pedagógica.
La señora Marianne fue una intelectual íntegra, que desarrolló una notable carrera profesional y voluntaria que dejó un enorme legado. La coexistencia entre pueblos, culturas y religiones fue para ella motivo de preocupación y de ocupación. Conocedora de la tendencia al totalitarismo en la sociedad, cautivaba al interlocutor o a la audiencia con información y análisis de las condiciones que permiten el surgimiento y desarrollo de este tipo de regímenes, levantando las alertas sobre el aquí y ahora en cualquier lugar del mundo. Por otro lado, usaba su condición judía como carta de presentación ante el mundo gentil, y exponía con orgullo el aporte de los judíos a la humanidad. Se sentía comprometida con su comunidad y con Venezuela y, en consecuencia, dedicó esfuerzos en mostrar la contribución de los judíos venezolanos a esta nación. Ambos objetivos están desarrollados en sus proyectos editoriales, y en la creación del Espacio Anna Frank, que fueron iniciativas suyas. Mi amiga Ilana, su compañera y sostén en esa labor, y reflejo de sus cualidades, se encarga, junto con un equipo voluntario y profesional, de su continuación.
Solidaria, compasiva y defensora de la libertad de pensamiento, la señora Marianne tenía posiciones claras sobre temas de debate propios del Judaísmo, como el futuro de la diáspora, el rol de la religión y el lugar del Estado de Israel en la sociedad de las naciones. Su sólida argumentación en el intercambio de ideas hacía de la disidencia en puntos de vista un ejercicio a veces más enriquecedor que la misma coincidencia.
La señora Marianne brillaba con luz propia, e irradiaba su luz a su entorno familiar, amistoso y de trabajo. La comunidad y el país han perdido a un ser irremplazable, y todos los que la conocimos y aprendimos de ella debemos sentirnos agradecidos por haber tenido ese privilegio. Esperamos poder seguir en el camino que la mamá de Ilana ayudó a iluminar.
Víctor Cherem L.
Marianne Kohn: no te fuiste, pues se siente el bálsamo de tu sabiduría sin par. Ni nos dejas, ya que tras tu reencuentro con Simón Beker, el ductor de tu vida, te has convertido en patrimonio de la kehilá, a la cual legas tu herencia: la participación ininterrumpida de tus familiares.
Pese a dar por descontado que en el cielo te acompaña un honroso matriarcado, quedamos afligidos.
Monique De Azoulay
Tuve oportunidad de trabajar junto a doña Marianne Beker durante once años, en la divulgación del Holocausto, en universidades y colegios fuera y dentro del ámbito comunitario. Aprendí de esta gran mujer lo que es la pasión, la dedicación, la constante superación para realizar una labor que para muchos resulta difícil, pero para ella no había obstáculos que no se pudieran sortear. Nunca escuché de sus labios un “no se puede”, una queja, un calificativo despectivo hacia otra persona. Su gran cultura, su don de gentes y su humildad fueron siempre para mí un norte a seguir. Lo que hacía Marianne no era para figurar, lo hacía porque le nacía, porque lo consideraba su misión de vida.
Marianne, ojalá que desde donde estés veas logrado tu sueño de un mundo mejor, de una Venezuela unida.
Tus pupilos seguiremos tus pasos, nos dejas un gran legado, una gran enseñanza. Nuestro norte es y será continuar tu labor, con el mismo entusiasmo con que nos guiaste y enseñaste. Marianne, descansa en paz, con la gran paz de una misión cumplida con creces.
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1 Comment
Como venezolana me sentí muy orgullosa de conocerá una compatriota de origen judio tan brillante y culta como ella.
Siempre he admirado al pueblo judio por sus cualidades intelectuales y por tener ese afán por aprender y por querer crecer en todos los planos humanos
Ahora me encuentro viviendo en Chile y lamentó mucho la muerte de Marianne
Siempre la recordare por su capacidad de siempre ayudarnos a ser mejores seres humanos
Marisol Garrido de Fahrenkrug