A menos de dos meses de las próximas elecciones en Israel, un evento que se repite con una frecuencia inusual y peligrosa es que, además de un empate técnico entre los bloques que pudieran formar gobierno, no hay agenda específica en ninguno de los bloques. De acuerdo con la ideología de los partidos que conforman los bloques, se puede adivinar qué posición tendrían respecto a algunos temas. Sin embargo, el temario de las elecciones es ciertamente muy pobre.
Una vez que todos están de acuerdo en cuanto a la virulencia de Hamás y Gaza, el peligro que representa un Irán nuclear, la necesidad de combatir y prevenir atentados incluso entrando en la zona de la Autoridad Nacional Palestina, la independencia de acción respecto a los Estados Unidos, la necesidad de bajar los precios de las viviendas, combatir la inflación, y atender el problema de la violencia en la población árabe, muy poco queda por dirimir.
Las acciones que Israel debe realizar como Estado no dependen de su voluntad e iniciativa en muy buen número de situaciones. Son acciones obligadas por contrapartes hostiles y circunstancias fuera de su control. Ante la postura y actuaciones de Gaza no hay margen de maniobra. Cuando se devela una campaña de atentados, el deber hacer priva sobre cualquier consideración. La eventualidad de Irán con armamento nuclear no es un asunto que divida a los electores en Israel, todos coinciden en la necesidad de evitar tal condición.
Existen algunos temas que quizás tengan cabida en alguna discusión ideológica o de principios. Pero esos temas no son los que parecieran inclinar la balanza a uno u otro bloque, por más que sean relevantes para ciertos sectores de la población. El asunto del Covid y sus consecuencias, que fue importante en las elecciones pasadas, ha dejado de ser decisivo.
Netanyahu está esperando que se defina qué opción se impondrá: “Sí Bibi” o “No Bibi”
(Foto: AP)
Queda entonces un tema que sigue dictando la pauta, esta vez sin ninguna capa que lo cubra o discusión que logre desviarlo. El asunto de estas elecciones sigue siendo “Sí Bibi”, “No Bibi”. Los componentes de los bloques parecen aglutinarse en torno a la posición de aceptar o no aceptar formar coalición bajo la conducción de Benjamín Netanyahu en caso de ser quienes aporten el número final de escaños para lograr la mayoría de 61 o más, y evitar unas sextas elecciones en la brevedad inmediata.
Justo al escribir esta nota, la flamante ministra del Interior del actual gobierno, líder de Yamina, el partido que llevó a Bennett a primer ministro, tuvo que desmantelar su acuerdo en el partido Espíritu Sionista, porque sus socios circunstanciales Yoav Hendel y Tzvi Hauser no compartían su posición de que, ante la eventualidad de evitar nuevas elecciones, fueran ellos quienes le dieran a Benjamín Netanyahu la posibilidad de formar gobierno. Muy poco ha hablado Ayelet Shaked, al igual que cualquier otro candidato, en torno a cualquier asunto que no sea, precisamente, “Sí Bibi”, “No Bibi”.
La democracia es el mejor sistema de gobierno, y da la posibilidad de participación a todos. Quizá el sistema parlamentario israelí, que otorga mucho poder a quienes son indispensables para obtener la mayoría necesaria, ha caducado. Lo cierto del caso es que este ejercicio de democracia como es votar resulta necesario; pero repetido con frecuencia indiscriminada produce inconvenientes y daños. En el caso de Israel es cansancio, la desmotivación de los electores, la falta de agenda específica que se traduce en acusaciones y señalamientos personales, que ensombrecen el ambiente y producen desconfianza.
A las puertas de la quinta elección en menos de tres años, no se tiene una agenda específica para esta. Se tienen vetos entre partes y sectores que entorpecen cualquier propósito de solución. Todo está sobre la mesa, y nadie está en la mesa todavía.
Sin agenda específica, la agenda termina llevando a repetir elecciones… sin agenda específica.