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Milos Alcalay*
M ucho se ha escrito estos días sobre la triste noticia de la desaparición de la gran líder humanista Simone Veil, quien deja una enorme estela que marcó el compromiso de un futuro de paz y cooperación en el mundo. Como ministro liberal de Valery Giscard D’Estaing, fue la más popular de su gabinete, marcando el rumbo político de su país natal. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, le hizo un emotivo homenaje en el Patio de Honor del Palace des Invalides, ante la presencia de jefes de Estado, ex presidentes y sus admiradores. Anunció que sus restos reposarán en el Panteón Nacional junto a los grandes personajes que marcaron la historia de Francia.
Pero Macron reconoció también su identidad europeísta, cuando afirmó: “Ella amaba a Europa: siempre la defendió porque sabía que en el corazón del sueño europeo descansaban también la paz y la libertad por las que tanto había luchado”. A este reconocimiento se sumó el actual presidente de la Eurocámara, Antonio Tajani, al reunir a sus colegas en Estrasburgo para destacar su “aporte histórico” desde el mismo momento de su designación como primera presidenta del Parlamento Europeo a raíz de la primera elección por votación directa y universal, en 1979.
Quisiera resaltar su aporte invalorable también en sus relaciones con América Latina. Recibí de ella el privilegio de aceptar mi designación como representante permanente del Parlamento Latinoamericano y del Parlamento Andino ante el Parlamento Europeo en Bruselas. Cada vez que había una reunión, una resolución o un encuentro sobre América Latina, Simone Veil me invitaba a participar, demostrando su compromiso en fortalecer la democracia en nuestra región. Para ello designó varias misiones: sea para la paz en Centroamérica, o para denunciar las dictaduras de Pinochet, Videla, Stroessner y otros déspotas latinoamericanos. En otro artículo destacaré su presencia en los foros del Parlamento Europeo-Parlamento Latinoamericano, embrión de EUROLAT.
Venezuela era entonces una isla democrática admirada por las diferentes corrientes políticas en la región y en Europa. Su primera visita a nuestro continente comenzó por Caracas, donde fue recibida por el presidente Luis Herrera Campins, en el Congreso por Godofredo González y su vicepresidente, Reinaldo Leandro Mora; por los diferentes partidos políticos; por la prensa y por las más variadas personalidades del país que querían conocer a “Madame Europe”. Simone Veil rompió el protocolo del Parlamento Europeo al invitar a Luis Herrera Campins como el primer presidente no miembro de la Unión Europea, que se dirigió desde la plenaria de Estrasburgo a los diputados. Ese precedente fue invocado después en múltiples ocasiones, pero le cupo a Venezuela el honor de recibir esa distinción.
En Caracas, la comunidad judía de Venezuela reunió a su liderazgo en la sede de la UIC en San Bernardino, pues quería conocer a la leyenda hebrea. Simone Veil fue una de las sobrevivientes de la Shoá, logró salir con vida de los horrores del campo de concentración de Auschwitz. En sus respuestas al liderazgo comunitario destacaba, a cada momento, la importancia de la memoria para impedir que lo inconcebible vuelva a ocurrir nunca más. Por ello, hoy los venezolanos estamos de luto, al igual que los europeos.
*Ex embajador de Venezuela en Israel