Simjat Torá concluye un ciclo, y Shabat Bereshit lo reinicia. Esta es la relación directa entre ambas fechas. Para el judaísmo, el tiempo no es una línea recta que conduce hacia la nada, sino un círculo continuo que nos guía hacia la superación y el perfeccionamiento. En aquel círculo una generación entra, dos permanecen y una sale. Así se preservan y se trasmiten nuestros valores y principios. Se trata del ciclo: Abraham, Itzjak y Yaakov (abuelo, padre, hijo) puesto en marcha una y otra vez a lo largo de los siglos.
Así mismo funciona el ciclo anual de las festividades y conmemoraciones del calendario hebreo. No se trata de celebrar la misma fecha cada año; eso sucede solo en apariencia. Ni Pésaj o Sucot, y ni Rosh Hashaná o Yom Kipur de este año son o serán iguales a los del año pasado. Marcan en cada uno de nosotros una vivencia peculiar y específica, que jamás puede ser idéntica a la anterior. Cada una de estas vivencias depende del modo en que sean asumidas, tienen el potencial de ser un peldaño más en el camino de la elevación espiritual del individuo. Sucede lo mismo con la lectura semanal de la Parashá. No será igual el Bereshit de este año que el que leímos el año pasado. Cada lectura encierra para cada quien un nuevo y trascendente mensaje. Dependerá de nosotros conseguir desentrañarlo y asimilarlo. Por eso, Simjat Torá es una festividad singular. No celebra la entrega de la Torá, como pudiera pensarse de manera superficial. Eso ya lo hacemos en Shavuot o tal vez en Yom Kipur, cuando Moshé trajo las Lujot que no rompió (las segundas y definitivas Tablas de la Ley).
Entonces, ¿qué celebramos en Simjat Torá? Celebramos que terminamos de leer un libro (una auténtica fiesta de lectores), pero no un libro cualquiera sino la Torá. Concebida en la portentosa mente de Dios, pero trascrita al Lashón Hakódesh (hebreo) por Moshé para que fuese asequible a nosotros, los modestos y efímeros seres humanos. La Torá es un libro, pero también lo es el Universo. Pues los libros, al igual que la Torá y el Universo, están hechos de palabras. Esta es la relación, a un nivel más profundo, entre Simjat Torá y Shabat Bereshit. Dios llevó a cabo la Creación a través de diez órdenes, y a través de diez enunciados –los Diez Mandamientos– plasmó en las Lujot (Tablas de la Ley) la esencia de la Torá. En Simjat Torá festejamos el pensamiento de Dios hecho palabra, y en Shabat Bereshit honramos la palabra de Dios hecha Universo.
Es conocido el planteamiento del Pirké Avot (5:1): “Diez órdenes utilizó Él para crear el mundo, pero pudo haberlo hecho con una sola palabra”. ¿Por qué entonces no lo hizo así? La respuesta es profunda: para que aprendamos “que existe castigo para el malvado cuyas acciones destruyen el mundo, y que existe recompensa para el justo cuyas buenas acciones lo sostienen”. Buenas acciones son las mitzvot que aprendemos de la Torá y de las explicaciones de nuestros jajamim (sabios), lo que significa que Torá y el Universo están entretejidos. Dios creó el mundo de manera tal que el ser humano pueda perfeccionarlo a través de la Torá. Cuando el hombre se desvía por el mal camino, Dios lo corrige, no movido por el rencor y el odio, ni tampoco por un deseo de retaliación. Él corrige al hombre por bondad, y así repara el daño provocado en el mundo por las malas acciones. Por lo tanto, Torá y Universo son en realidad portada y contraportada intercambiable de un mismo libro. La Torá sigue constantemente edificando al Universo creado por Dios, y lo más importante: Dios siempre, en todas sus obras, deja espacio al ser humano. El mundo es el hogar del hombre, y la Torá bajó del cielo a la tierra para ser entregada en manos del hombre. Torá y Bereshit (la Creación) son una muestra de la humildad de Dios, quien abandona las sublimes alturas para ocuparse del pequeño ser humano.
En Simjat Torá celebramos alegremente que la Torá pertenece a todos por igual, tanto al erudito como al neófito, y tanto al jajam como al simple. De igual modo, en Shabat Bereshit aprendemos que el mundo pertenece a todos por igual. En esta premisa radica el fundamento de la armonía y la solidaridad, es decir, la base del Shalom. Leemos en Maséjet Sanedrín (38): “Dios hizo al hombre con polvo de la tierra y le insufló aliento de vida [Bereshit 2:7]. Rabí Meir enseñaba: el polvo con el que fue hecho el primer hombre no fue tomado de un solo lugar, sino de toda la tierra”. El hombre es todos los hombres, y es por lo tanto una entidad universal. Podríamos decir que el polvo con el que fue hecho el hombre es la Torá, pues la palabra es materia y la materia es palabra. He aquí la relación esencial entre Simjat Torá y Shabat Bereshit: la conjunción equilibrada y armoniosa entre Dios, el Universo y el Hombre.