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D urante el proceso de reflexión y retorno al Creador del universo, los días de selijot, Rosh Hashaná y Yom Kipur, experimentamos cierta tensión espiritual, en algunos casos inclusive angustia.
Terminado el día más sagrado de nuestro calendario, donde desbordamos el alma ante el Todopoderoso, comienza el proceso de reconciliación. Construimos un recinto donde residirá la Presencia Divina, quien nos invitará durante siete días a celebrar las nuevas nupcias establecidas en Yom Kipur, pues justamente la sucá representa la jupá (el techo nupcial) y los siete días de la festividad son los días de fiesta posteriores al matrimonio; siete días de “siete bendiciones”.
Aparentemente con Sucot ya estamos listos para empezar el año con el pie derecho, ¿no es verdad? No obstante aparece un último día llamado Sheminí Ätzeret, que en Israel también es Simjat Torá, y que significa el día octavo de pausa, suspensión o contención.
¿Con qué fin?
Existen dos ideas principales mencionadas en la literatura de nuestros sabios. La primera es por cuanto que durante los siete días de Sucot también se le da oportunidad a las naciones del mundo a incorporarse a la faena de los sacrificios del templo para obtener también bendiciones durante el año, y en cierta medida nuestra intimidad con el Creador del mundo se ve interferida. Por este motivo Dios nos dice: “Han pasado ya los días de Sucot, todo el mundo se incorporó a la alegría del abastecimiento del agua, pero quiero que me concedan un día más para estar solo con ustedes. No se vayan, quédense un día más”.
Pero también la palabra Ätzeret viene de la raíz Ötzar, atesorar. En este día todo lo que alcanzamos durante el mes y medio de esfuerzo y dedicación para acercarnos al Todopoderoso, realmente se materializa y se convierte en capital sólido para comenzar el año con óptimo desarrollo espiritual.
Estas dos ideas convergen, ya que el logro más significativo de todos estos días no es sino el apegarnos de nuevo al Creador, siendo este el más grande tesoro que cualquiera anhelaría.
Este día se festeja con la alegría más grande sobre la faz de la tierra: tener en nuestras manos la Torá. Ella —así lo dicen nuestros sabios— es el instrumento de deleite del Todopoderoso, es lo más grandioso que puede haber en toda la creación, es la base del universo entero. Abrazamos la Torá y bailamos con ella, y Dios se une a nosotros.
Este es el poder del día Sheminí Ätzeret, pues finalmente a quien atesoramos a partir de ese momento y para el resto del año es a nuestro Creador.
¡No dejemos pasar por alto este día!
¡Jag Saméaj!
Yair Ben Yehuda