Israel ha tenido desde antes de su fundación muchos frentes enemigos. Activos a veces, al acecho otras. Presentes siempre. La fortaleza intrínseca y necesaria de un país sin retaguardia lo obligó a tomar esta situación casi como natural y, además, sentirse seguro cuando los frentes han estado solamente al acecho, no en plena acción.
El 7 de octubre de 2023 significó un incremento sin precedentes de la violencia de Gaza. Un atentado de terror celebrado por sus perpetradoresy simpatizantes como si fuera que las violaciones, asesinatos a sangre fría y secuestros de hombres, mujeres, niños y ancianos constituyeran gloriosas acciones de guerra. Israel debió salir a defenderse y tratar de rescatar los rehenes a cualquier precio.
Desde ese mismo día, Israel se ha visto atacado por otros frentes. Hezbolá desde el Líbano lanzando cohetes, ataques desde Siria e Iraq, los hutíes lanzando cohetes de largo alcance, la Margen Occidental con amenazas, acciones y ataques a diario; e Irán siempre presente como un poderoso enemigo.
La tarea de Israel es muy complicada. Deponer a Hamás del control de Gaza es un imperativo para la seguridad y viabilidad de Israel, pero es muy difícil entablar una guerra contra un ejército real desplegado en una ciudad densamente poblada, con una segunda ciudad subterránea y desconocida, llena de sorpresas y trampas; personas utilizadas como escudos humanos, y la determinación cierta de asumir el martirio. Reducir los daños colaterales al mínimo significa sacrificar las vidas de jóvenes soldados israelíes arrastrados a un conflicto que no buscaron.
Israel no buscó esta guerra: un hombre reza ante los restos del kibutz Beeri
(Foto: AP)
El mundo observó con estupefacción lo ocurrido el 7 de octubre. Pero en muy poco tiempo se olvidan las circunstancias y se vuelve a dejar solo a Israel con su drama y su responsabilidad; sus secuestrados no son motivo del dolor ni la lástima que resultaría natural; Las mujeres violadas no parecen importarle mucho a ninguna de las organizaciones que velan por la igualdad de género, la valorización del sexo femenino y asuntos por el estilo. Abundan las condenas y recriminaciones a Israel, que sobrepasan en demasiado las pocas o ningunas a Hamás. La Cruz Roja no sabe nada de los rehenes, ni parece que sea un tema prioritario. La ONU está mucho más dedicada a redactar resoluciones contra Israel que a tratar de mediar por los rehenes. Hamás es para todos los efectos una contraparte que dicta pautas, impone condiciones y demuestra que el terror paga dividendos, en un mundo que tolera no solo a Hamás, sino también a sus aliados y a quienes lo sustentan económica y políticamente.
Absortos en lo que ocurre en Gaza, meticulosamente observando y escudriñando las acciones israelíes, pasan por debajo de la mesa los otros frentes que Israel debe atender y enfrentar a efectos de proteger a su población. Por supuesto, nadie menciona la desgracia que significa que decenas de miles de habitantes del sur de Israel han debido abandonar sus casas hasta que se restablezca la seguridad necesaria en la zona. Tampoco la misma situación que viven los habitantes del norte de Israel, desplazados hasta que cese la agresión de Hezbolá, algo que al momento de escribir esta nota luce muy improbable.
Por si fuera poco, la duración de una guerra larga, con rehenes y familiares desesperados, la necesidad de una investigación que arroje luces acerca de las fallas de seguridad el 7 de octubre, las diatribas internas que se avivan periódica y peligrosamente, constituyen un frente interno que se suma los siete anteriores. El frente interno no se puede dominar con acciones militares ni tecnología, requiere de sentido del más escaso existente: el sentido común.
Hamás es para todos los efectos una contraparte que dicta pautas, impone condiciones y demuestra que el terror paga dividendos, en un mundo que tolera no solo a Hamás, sino también a sus aliados y a quienes lo sustentan económica y políticamente
La razón está con Israel. No así las simpatías, ni las conveniencias. Los medios internacionales no apoyan a Israel; condenan, denuncian y critican. La gran victoria de los enemigos de Israel, el objetivo primario de Hamás, es deslegitimar al Estado de Israel. Lo dejan sin opciones, debe defenderse y ataca; entonces, es acusado de crueldad. Este es un frente que requiere de mucho dinero, de mucho lobby y de un aparato diplomático de dimensiones fuera de cualquier proporción.
Luego tenemos a los organismos internacionales. Como se mencionó antes, la ONU en primer lugar, con un récord impresionante de resoluciones y condenas contra Israel. La Cruz Roja, impasible. La Corte Penal le abre un procedimiento a Israel como si fuera el agresor y no el agredido, o como si se enfrentara a un grupo de hermanas de la caridad, no hubiera secuestrados o Hamás controlase un territorio desarmado, pacífico y amigable.
Siete frentes bélicos y tres más, igual de complicados y desgastadores. Con eso y todo, el milagro es que Israel y el pueblo judío mantienen la moral en alto y confían en que la causa de los justos prevalecerá.
Así será. Con todo y la decena de frentes.