Israel es un país de noticias. La dinámica interna así lo pauta. Y el mundo entero sigue con mucho interés y espíritu crítico lo que sucede dentro de Israel y fuera de sus fronteras, en las también noticiosas y complicadas relaciones que sostiene o no sostiene con sus pares del planeta.
El espíritu crítico, a veces mal informado y otras mal intencionado, suele señalar a Israel como responsable de buena parte de los entuertos del Medio Oriente. A decir verdad, los israelíes y los judíos se han acostumbrado a esto. El problema palestino, y la intransigencia de sus líderes, se atribuyen a las acciones de Israel. Pocos mencionan la verdad inmanente, aquella que reza que el problema de los palestinos no es que no haya un Estado palestino, sino que exista un Estado judío.
La ONU tiene un récord de condenas a Israel. También, muy poco se habla de los desmanes que ocurren en otras latitudes. Hace unas semanas, la ONU decidió conmemorar la Nakba, el Día de la Desgracia Palestina. Tiene lugar el 15 de mayo, pues siendo la fecha de la declaración de Independencia de Israel, se considera la causa de sus desgracias. Este tipo de cosas, también, han caído en la monotonía de la costumbre.
Una de las manifestaciones contra la reforma judicial en las calles de Tel Aviv
(Foto: AFP)
Pero en las últimas dos semanas, algo llama a atención respecto al seguimiento que se le hace a Israel. El nuevo Ejecutivo de gobierno, producto de las recientes elecciones que le otorgaron la mayoría parlamentaria, ha lanzado una iniciativa para reformar el sistema judicial. Esto ha generado una gran controversia en Israel. No es el tema de este escrito analizar la propuesta, pero se debe mencionar que la polarización política en Israel, en dos bloques casi paritarios, es una de las causas de la controversia. Además está el hecho que Israel no tiene constitución, que la separación de poderes es fundamental, y que hay causas abiertas contra el primer ministro, algo que enrarece el ambiente. La forma como se eligen los jueces es motivo de disputas. Para colmo, un escándalo desagradable ha motivado la renuncia de una poderosa figura, como es el presidente del colegio de abogados.
Lo anterior es muy noticioso y actual. Controversial también. Pero todo ha ocurrido dentro del marco de la legalidad y la democracia que rige en Israel. El gobierno de turno está en el derecho de someter en el Legislativo una moción de reforma del sistema judicial. Es también natural, lógico, que la oposición al gobierno y cualquier otro sector esté en desacuerdo con la propuesta. En una democracia, la mayoría que ha ganado las elecciones ejerce su derecho y, en una próxima ocasión, la oposición de ese momento puede ser perfectamente gobierno. Es el libre y legal juego de la institucionalidad.
A pesar de lo pulcro de los mecanismos y procedimientos, a pesar del origen democrático y legal de quienes proponen la reforma, un inusitado cúmulo de comentarios y críticas se ha suscitado. Es verdad, algunos alimentados desde dentro de Israel.
Es muy llamativo cómo los aliados de Israel se preocupan y hasta se atreven a tener injerencia en asuntos del país, aun cuando los mismos se desenvuelven dentro de los más estrictos cánones de democracia y respeto al estado de derecho. No se hacen las mismas consideraciones ni intervenciones con respecto a los demás países del Medio Oriente
Hay quienes han señalado el peligro de las reformas, pues alejaría a los capitales de inversión de Israel. No hay nada en la reforma que sea vinculante a regulaciones económicas, pero se arguye que un clima legal de autoritarismo, consecuencia de la reforma propuesta, sería motivo de inseguridad. La verdad, esto parece una gran sandez. A la realidad vale remitirse. Veamos, sin mencionarlos, los distintos países del Medio Oriente, por citar los más cercanos a Israel, y chequeemos sus sistemas de gobierno y sus sistemas judiciales, y cómo ello ha influido en los flujos de inversión. No hay mucho más que decir. Además, la propuesta de reforma, por más controvertida que pudiera considerarse, no convertiría jamás a Israel en una dictadura ni nada por el estilo.
La semana pasada, el secretario de Estado de los Estados Unidos de América, Anthony Blinken, en visita a Israel, expresó su preocupación respecto a la propuesta de reformas. Se supone que habrá recibido las explicaciones de rigor del primer ministro. Más tarde esa misma semana, el propio primer ministro, en visita a Francia, recibió los comentarios de preocupación del presidente Macron. Es muy llamativo, muy interesante, cómo los aliados de Israel para ciertos temas, se preocupan y hasta se atreven a tener injerencia en asuntos del país, aun cuando los mismos se desenvuelven dentro de los más estrictos cánones de democracia y respeto al estado de derecho. No se hacen las mismas consideraciones ni intervenciones con respecto a los demás países del Medio Oriente, de nuevo, por citar a los más cercanos a Israel.
El hecho cierto es que Israel está siempre en la mira. De los amigos, de los enemigos. De los aliados y de los contrarios. A veces con buenas intenciones, otras con inconfesables fines… pero siempre en la mira.