N o es casualidad que en muchas ocasiones en la vida escuchemos o leamos en cualquier idioma el alentador y estimulante dicho “¡Sí podemos!”, Yes, we can!, כן, זה אפשרי. Lo escuchamos de niños en el colegio, antes de una competencia o juego deportivo, en nuestro trabajo, y últimamente, hasta en la política.
Mi intención es que en Yom Kipur volvamos a escucharlo, e interioricemos en la sinagoga lo relacionado con nuestro compromiso de esta fecha.
Como todos los años, en ese día tan especial y sagrado nos reunimos junto a Am Israel en las sinagogas de todo el mundo. Nuestra meta es clara. Aspiramos a ser inscritos y sellados en el Libro de la Vida digna, de la redención y de la salvación, de la manutención y el sustento, de los méritos y del perdón.
Al igual que en cada Yom Kipur nos preguntamos: ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo convenceremos a Dios para que nos inscriba en el Libro de la Vida? A estas preguntas contestamos en años anteriores.
En esta ocasión quiero formularles y responderles otra pregunta: ¿Podremos lograrlo? Estoy seguro de que al igual que yo, ustedes también tienen una voz interna que les dice: ¿A quién vas a engañar? ¿Acaso el año pasado no rezaste en este mismo lugar y te comprometiste a ser mejor persona, a la vez que pediste perdón por todo el mal que hiciste, y sobre todo prometiste no volver a hacerlo? Seamos sinceros, ¿lo logramos cumplir? Si la respuesta es negativa, ¿acaso de verdad tenemos la capacidad de poder convencer a Dios a que nos inscriba en dichos libros tan anhelados por todos nosotros?
Mi respuesta a todas estas interrogantes es: ¡Sí, sí podemos! Aunque parezca difícil, ¡sí, sí podemos! Esto depende únicamente de cada uno de nosotros.
¿Por qué nos cuesta tanto creerlo? Porque el ser humano está acostumbrado a planificar su vida y encarar sus retos según su propia experiencia y conocimiento. Pensamos que solo podemos llegar a hacer lo que hemos visto lograr a otras personas.
En una charla el entrenador deportivo Les Braun contaba que hasta el año 1954 nadie pensó que un ser humano podía correr una milla (1609 metros) en menos de 4 minutos. Se utilizaba el término “la barrera de los 4 minutos”, hasta que un día el atleta británico Roger Bannister, el 6 de mayo de ese año en Oxford, se convirtió en el primero que recorrió esta distancia en 3 minutos, 59 segundos y 4 décimas, rompiendo la supuesta barrera. Hasta aquí el dato histórico. Pero lo increíble es que desde aquel día hasta hoy más de 20 mil personas lo han logrado, incluso jóvenes de liceo. ¿Cómo se puede explicar? ¿Acaso la capacidad humana cambió?
Les Braun explica que una vez que alguien logró superar la barrera de los 4 minutos, el chip en las cabezas de todos cambió. La gente entendió que ¡sí, sí se puede! De hecho, solo pasaron dos días después de la hazaña de Bannister para que otro atleta superara su performance en Finlandia. De aquí nuestra conclusión: los límites los ponemos nosotros mismos según los conocimientos que hemos adquirido.
Entonces, es primordial saber que hacer teshuvá y superarse ya ha sido logrado por otras personas. Estoy seguro de que cada uno de nosotros conoce de cerca a más de uno que cambió su comportamiento en este último año o en años anteriores. Siempre sabremos de alguien que decidió cambiar sus aspectos negativos, y lo logró.
Es verdad, puede ser difícil, requiere un esfuerzo grande, pero ¡sí, sí podemos! Ya nuestros sabios dijeron: “Ein Davar Haomed Bifnei Haratzon” (“No hay nada que se oponga a la voluntad”). Si hay una meta que de verdad queremos cumplir, lo vamos a lograr. Muy parecido al dicho “Yagata Umatzata Taamin” (“Si te esforzaste y lo lograste, ¡cree!”), porque con tu esfuerzo llegarás a los resultados deseados. Si quieres y tienes la voluntad, ya recorriste más de la mitad del camino.
Una profesora en Michigan realizó una actividad en su salón, pidiendo a sus alumnos escribir en un papel todas las cosas que pensaban que no podían hacer. Cuando todos terminaron de escribir, colocaron las hojas en una caja, y seguidamente la profesora los invitó a salir al jardín del colegio donde cavaron un hueco y allí enterraron la caja en presencia de todos los alumnos. La profesora colocó encima una lápida de cartón donde estaba escrito: “Aquí yace nuestro ‘yo no puedo’”, y agregó las siguientes palabras: “Estamos reunidos hoy aquí para despedirnos de nuestro ‘yo no puedo’. Mientras vivió con nosotros nos acompañó en casi todo momento y en cada aspecto de nuestras vidas. Pero de hoy en adelante, nos vamos a quedar con sus hermanos: ‘Yo sí puedo’, ‘yo lo haré’ y ‘yo lo lograré’”. Cuando regresaron al salón, la profesora colgó una réplica de la supuesta lápida en la pared frente a los alumnos. Desde aquel día, cuando uno de los alumnos se quejaba sobre una actividad diciendo “Pero profe, yo no lo puedo hacer”, la profesora, señalando la lápida, contestaba: “’Yo no puedo’ ya murió, quedó solo ‘yo sí puedo’”. Hoy en día, muchos años después de haberse graduado, cada uno de sus alumnos, si por alguna razón le llegaban a su mente las palabras “yo no puedo”, inmediatamente aparecía frente a sus ojos la réplica de la lápida colgada en la pared, y recordaban a su profesora diciéndoles: “’Yo no puedo’ ya murió, quedó solo ‘yo sí puedo’”.
Esto es lo que debemos tener en nuestras conciencias en un día tan importante como Yom Kipur. Hacer teshuvá sí es posible. Podemos mejorar nuestras acciones y comportamiento. Estamos en Yom Kipur y lograremos cumplir el reto que nos proponemos el día de hoy.
Estoy seguro de lo que les estoy hablando no solo por la experiencia de nuestros sabios, de nuestros antepasados y la nuestra propia; lo digo con firmeza por que sé que Dios mismo cree en nosotros.
Hay una supuesta contradicción entre algunos versículos de la Torá. En algunos aparece que el pueblo judío será como las estrellas en el cielo. Así se lo prometió Dios a Abraham cuando le pidió que saliera fuera de la tienda y le dijo: “Por favor, mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes”. Y seguidamente agregó: “Así será tu descendencia”, confirmado más tarde por nuestro maestro Moshé en el comienzo del libro Devarim, diciendo: “Hashem, su elokim, los multiplicó y ustedes son hoy como las estrellas del cielo en abundancia”. Pero por otro lado el mismo Moshé le dijo al pueblo en uno de sus últimos discursos en Parashat Vaetjanan: “No porque ustedes sean más numerosos que los demás pueblos fue que Hashem los prefirió y los eligió, pues ustedes son el más pequeño de todos los pueblos”. Entonces, ¿somos como las estrellas? ¿O por el contrario somos el más pequeño de todos los pueblos?
A mi entender, cuando nos dicen “serán como las estrellas” no se refiere a la cantidad numérica. Nunca Am Israel ha sido tan numeroso como las estrellas del cielo, más bien se refiere a nuestra cualidad. No es un secreto para nadie que de nuestro pueblo, durante toda la historia de la humanidad, salieran los más grandes profetas, rabinos, filósofos, poetas, médicos, escritores, legisladores, artistas, científicos, músicos, comerciantes, economistas, políticos, inventores, etc. Y lo más interesante es que siempre ha sido en porcentajes muy altos en relación con el tamaño de nuestro pueblo.
Igualmente, cuando la Torá nos dice: “Ustedes son el más pequeño de todos los pueblos”, no se refiere solo a la cantidad. También nos habla de la humildad y el recato en que vivieron nuestros patriarcas y antepasados.
De todos modos, si Dios decidió escogernos y elegirnos aun siendo “el más pequeño de todos los pueblos”, esto nos da a entender que Dios cree en nosotros. Es un privilegio y al mismo tiempo una responsabilidad que debemos aceptar.
En Yom Kipur tenemos que asumir retos. Tenemos que prometernos a nosotros mismos mejorar nuestro comportamiento con Dios, con nuestra familia, amigos y con todos en general. Si tenemos alguna duda de que lo podremos lograr, recordemos: Dios confía en nosotros. Y si Dios confía en nosotros, podemos estar seguros de que ¡sí, sí podemos!
Por supuesto, se requiere de tefilá para que Dios nos ayude, y sobre todo mucho esfuerzo de nuestra parte. Pero con seguridad y firmeza repitamos ¡sí, sí podemos!
¡Gmar Jatimá Tová!