En lugar de solidaridad, velas, flores y música, lo que han tenido las víctimas de Hamás han sido manifestaciones a favor de sus asesinos
Carmelo Jordá*
Durante estos días estamos asistiendo a un espectáculo que me parece escalofriante y sobre el que, por supuesto, los medios de comunicación pasan de puntillas: el intercambio de civiles que sufren un secuestro por delincuentes terroristas que han sido juzgados y condenados por un sistema penal con todas las garantías.
Por supuesto, nadie ha hecho comentarios elogiosos sobre lo bien cuidados que estaban los terroristas en las cárceles israelíes, porque todo el mundo sabe que es así y se da por supuesto: no se puede esperar menos de una democracia y eso es exactamente Israel, con todos sus problemas y a pesar del mar de regímenes criminales que lo rodean.
Sin embargo, en el otro lado veo tuits e incluso artículos asegurando que Hamás trataba bien a los inocentes que ha mantenido —y mantiene todavía a más de 150— secuestrados, en a saber qué inmunda covachuela de Gaza. Es acojonante, con perdón, cómo del “buen salvaje” hemos pasado al “buen terrorista”: les sacaron de su casa a la fuerza, los tienen semanas encerrados sin que ni siquiera pueda verlos la Cruz Roja, en muchos casos han matado a sus padres o a sus hijos o a sus mujeres o maridos y, por supuesto, no pocas de las mujeres han sido violadas. Pero el mensaje que se trasmite es que no hay que exagerar, que durante el secuestro los trataron bien.
Una víctima israelí secuestrada por Hamás se reencuentra con su familia
(Foto: Europa Press)
Repito: es acojonante hasta qué punto ha llegado la inversión de los valores.
Creo que no exagero si digo que, al menos desde que soy periodista, no ha habido ningún acto terrorista tan horrendo como lo que hizo Hamás el 7-O. Sí, es cierto que ha habido episodios terribles como las salvajadas de Boko Haram o, unos años antes, lo ocurrido en Ruanda, aunque no sé si eso lo podemos denominar terrorismo, la verdad. Pero para los medios y los lectores españoles resulta más difícil sentirse afectados por esos crímenes, porque al fin y al cabo, y por favor no entiendan esto como lo que no es, se producían en sociedades muy lejanas a la nuestra y en las que la violencia era o es bastante habitual.
No es el caso de los asesinados y secuestrados en Israel: ellos son como nosotros, viven como nosotros y sus valores son los nuestros. Son occidentales, ni más ni menos, pero no han tenido la misma solidaridad que sí hemos exhibido para víctimas parecidas en otras ocasiones. ¿Por qué? Pues por la única diferencia obvia: porque son judíos.
Si las víctimas de Hamás no fuesen judíos habríamos asistido a vigilias con velas, las flores inundarían lugares emblemáticos de las capitales europeas, y el Imagine de John Lennon habría sonado por doquier a piano y a capela
Si las víctimas de Hamás no fuesen judíos habríamos asistido a vigilias con velas, las flores inundarían lugares emblemáticos de las capitales europeas, y el Imagine de John Lennon habría sonado por doquier a piano y a capela. No les digo que todas esas cosas me emocionen, pero ya es casualidad que solo las echemos en falta ahora, cuando ha sido Israel el que ha puesto lo muertos.
Así que en lugar de solidaridad, velas, flores y música lo que han tenido las víctimas de Hamás han sido manifestaciones a favor de sus asesinos e iniciativas políticas de alcance como reconocer el Estado palestino. Y sí, la única razón para ello es tan sencilla como terrible: a muchísimos europeos les sigue pareciendo bien que se mate a judíos.
*Periodista, jefe de Redacción de Libertad Digital.
Fuente: Libertad Digital (libertaddigital.com).
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