Ana Jerozolimski*
Israel está librando una dura guerra contra el terrorismo, que le fue impuesta por Hamás y Hezbolá, a las que se sumaron otros tentáculos del eje del mal encabezado por Irán. Y más allá de la natural dificultad de combatir a organizaciones terroristas que incrustan sus infraestructuras militares en medio de sus propios civiles, que santifican la muerte y no la vida, y que quieren destruir a Israel, están las complicaciones derivadas de las presiones de un mundo que parece no entender nada.
Del mundo despótico, de tiranías y regímenes totalitarios, no esperamos nada. De las decenas de países musulmanes —o de la mayoría de ellos— tampoco. Quizá tampoco de los demás deberíamos esperar nada a estas alturas. Pero seguimos pensando que las democracias deberían ayudar mucho más a Israel en su guerra contra el terrorismo asesino. Con haber condenado la masacre hace un año, y cada tanto repetir expresiones de horror —que claro que son importantes— no alcanza. Es clave que quien no ayuda, al menos no moleste con presiones indebidas a Israel, producto siempre de una lupa que le ponen encima, aunque ningún ejército del mundo libra guerras tan apegado como Israel al Derecho internacional. El que haya también civiles muertos, como en todas las guerras, trágicamente, no significa que eso no sea así.
Pero con un tono de preocupación que prácticamente nunca oímos respecto a los crímenes de Hezbolá a lo largo de los años en los que construyó otro Estado libanés bajo tierra, con dinero y equipos de Irán, preparándolo como base de ataques para conquistar la Galilea israelí, hoy también gobiernos democráticos publican comunicados sobre la situación humanitaria, sea en Gaza o Líbano, presionando para que se siga una vía diplomática y se pacte un alto el fuego lo antes posible.
Pocas semanas antes de que Israel interviniera en el Líbano, Hezbolá presumía ante el mundo de sus túneles, asegurando que eran “del tamaño de una ciudad”. Una vez que las FDI diezmaron a sus cabecillas y destruyeron una parte importante de su armamento, tanto Hezbolá como el mundo entero claman por un alto el fuego que permita al grupo terrorista reagruparse y rearmarse
(Foto: redes sociales de Hezbolá)
Claro que la situación humanitaria es compleja, nadie lo duda. Y claro que un alto el fuego traería tranquilidad a la población. Pero no hace falta ser un genio para entender que un alto el fuego no sería el fin de la amenaza sobre Israel, sino todo lo contrario, una posibilidad para los terroristas de reorganizarse, respirar y prepararse para volver a atacar.
Cuesta creer que no lo entiendan.
Pero molestan.
Molesta también Estados Unidos, aunque prestó mucha ayuda, con sus presiones en temas diversos que no hacen más que prolongar la guerra, complicarla y así aumentar el riesgo de más muertos.
Y Francia, que vergonzosamente discriminó por segunda vez a las industrias de defensa de Israel prohibiéndoles exponer sus productos en ferias armamentistas en el país. Y Gran Bretaña. Y otros.
Parece que realmente no entienden qué está en juego aquí.
Es que no pueden realmente creer que la diplomacia desmantelará los escondites de misiles que apuntaban a Israel ¿o sí? ¿Creerán que criticando públicamente a Israel, basándose además en general en informaciones inventadas o exageradas por los propios terroristas, están ayudando a Israel a que gane, o envalentonando a sus enemigos?
Digamos que no tienen por qué entender que los ataques de Hamás y Hezbolá a Israel son un adelanto de lo que quisieran hacerle al Occidente todo. Digamos que no lo creen, aunque nos parece que están equivocados. Pero sí saben que la guerra que lanzó Israel después de la masacre tiene el objetivo de erradicar la amenaza de una reiteración, anunciada por los terroristas. Lo saben, vieron los videos que filmaron los propios terroristas. ¿Y entonces?
Es que no pueden realmente creer que la diplomacia desmantelará los escondites de misiles que apuntaban a Israel ¿o sí? ¿Creerán que criticando públicamente a Israel, basándose además en general en informaciones inventadas o exageradas por los propios terroristas, están ayudando a Israel a que gane, o envalentonando a sus enemigos?
Es muy complejo, ya que la lucha antiterrorista requiere un esfuerzo prolongado y difícil, constante. Si a eso se suman las presiones indebidas de la comunidad internacional, incluyendo a Estados Unidos, todo es mucho más cuesta arriba.
El mundo occidental no ayuda gran cosa.
Por lo menos, que no moleste.
*Internacionalista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente: semanariohebreojai.com.
Versión NMI.
Respuesta de George Deek, árabe cristiano y embajador de Israel en Azerbaiyán, al presidente francés Emanuel Macron
Mientras escucho a un líder mundial recordarle a Israel que “fue creado por una decisión de la ONU”, es el momento perfecto para abordar por qué las élites europeas parecen particularmente molestas por la independencia de Israel y por qué esperan obediencia. Para las élites europeas, el derecho a la autodeterminación de los franceses, los palestinos o los chinos se plantea como una cuestión de justicia: un derecho inherente e incondicional de un pueblo a su tierra. Pero cuando se trata de los judíos, la narrativa cambia. Su derecho a la autodeterminación no se considera intrínseco, sino un acto de compasión europea, concedido por la culpa por el Holocausto. Desde esta perspectiva, Israel existe no por una conexión milenaria con la tierra, ni por el rechazo mundial a los judíos, ni por la actividad sionista, sino porque Europa, cargada de su conciencia, permitió generosamente a los judíos un Estado a través de la ONU.
Esta narrativa paternalista despoja a los judíos de su capacidad de acción y de sus profundos vínculos históricos con Israel. Pero lo que es mucho peor, convierte su derecho a una patria en algo condicional: un “regalo” de Europa. Y como cualquier regalo, puede revocarse si el receptor se porta mal. Y aquí es donde entra en juego la obsesión con Israel.
Si Europa cree que le concedió a Israel el derecho a existir, entonces asume la autoridad para juzgar la conducta de Israel. Se espera que los judíos, a diferencia de otras naciones, se ganen su derecho a la soberanía diariamente ajustándose a las normas establecidas por sus “benefactores”. Si no lo hacen, el derecho que les fue “concedido” puede ser cuestionado… o revocado.
Fuente: cuenta en X de George Deek (@GeorgeDeek).
Traducido por Gabriel Chocrón.