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Rachel Chocrón de Benchimol
benchimolrachel@hotmail.com
W uao, no lo puedo creer! Otra vez frente al computador tratando de escribir un mensaje alentador e inspirador para este Rosh Hashaná que se avecina, y que nos abre la posibilidad de conectarnos con nuestro Creador y así utilizar el arma infalible de la tefilá para llenarnos de esperanza y renovadas fuerzas ante un nuevo año y nuevos retos particulares y en comunidad.
Mediante el sonido del shofar nos presentamos frente al “amo del mundo”, insinuándole que estamos dispuestos a ser juzgados por Él en el mismo instante en que las notas de tekiyá (piedad) y teruá (rigidez) suben al cielo para alertar a Dios que sus criaturas están implorando por su benevolencia y no por la rigidez de su juicio.
De hecho, la tekiyá, según la Cabalá, representa la piedad y la alegría, por eso tocamos “tekiyá, teruá, tekiyá”, para envolver la justicia dentro de la misericordia. Dice el versículo anterior al momento del toque del shofar: “Ala Elohim Bitrua”. Se elevó la justicia de Dios por medio de la teruá y se convirtió en “adonay bekol shofar”, que es misericordia.
Lo anteriormente descrito nos anima y reconforta para no sentirnos intimidados y asustados en demasía ante el juicio que cada uno de nosotros ha de pasar en el día de Rosh Hashaná. Nuestro concepto de la palabra “juicio” refiere, por lo general, a un juez sentado en su escritorio con nuestro expediente en la mesa y un mazo listo para impartir un veredicto riguroso y sin vuelta atrás. En el Judaísmo este concepto no se aplica sino que, por el contrario, Dios pone en la balanza nuestros actos buenos y no tan buenos, y nos insta a corregir los fallos por medio de ajustes que solo Él sabe cómo manejar y aplicar.
En mi diario decir, y bajo las circunstancias que nos han afectado en estos últimos tiempos, suelo agregar a mis ruegos que Dios mande lo bueno para todos nosotros, y que nuestros ojos lo vean de esa manera.
Debemos entender que nuestro paso por este mundo es una corrección de rasgos de carácter y de personalidad que debemos tratar de mejorar, así como también superarnos y crecer en Torá y mitzvot para cumplir nuestro objetivo y la razón por la cual Dios nos mandó a este mundo.
Tefilá, tzedaká, mitzvot y Torá son las herramientas de las cuales nos podemos valer para cambiar juicios rigurosos que afecten nuestra vida futura.
No escapa a los ojos de nadie las terribles adversidades que los fenómenos de la naturaleza nos han dispensado en estos últimos días, trayendo angustia y zozobra al mundo entero. No quisiera sonar como los profetas del desastre, que advierten desgracias y castigos ante la mala conducta de las personas, pero no puede ser casualidad que solo unos días antes de Rosh Hashaná la fuerza implacable de la naturaleza nos haga aferrarnos solo a ese Dios misericordioso que, pese al lúgubre e incierto panorama, sacó adelante a miles de personas, salvándolas de una catástrofe sin precedentes cuyas consecuencias nefastas eran incalculables e impensables.
Los cálculos, las predicciones meteorológicas y las advertencias de los expertos solo nos dieron un aproximado de lo que podría llegar a ocurrir, pero en última instancia es Dios, y solo Él, quien decide los hechos finales y sus consecuencias. Y creo que esta idea quedó explícitamente clara ante el que prometía ser el huracán más devastador de la historia contemporánea. El gigantesco despliegue de plegarias, mitzvot y por supuesto la organización del hombre y las medidas preventivas ante este fenómeno, hicieron que lo previsto no fuese tan terrible como se vislumbraba.
El mensaje y el aprendizaje es claro. Primero, la tefilá debe ser una súplica para que Dios no nos mande pruebas, y si es su voluntad hacerlo, que estas puedan ser superadas por nosotros y así aprender a crecer aún más como seres humanos.
Shomea tefilá… Escucha nuestras plegarias, Dios, pues en tus manos está nuestro destino. Todo ese torrente de lluvia y de acontecimientos inesperados nos ha hecho levantar la mirada al cielo y darnos cuenta de que la ayuda vendrá precisamente de ese firmamento ahora gris y turbio, donde se encuentra en su trono de justicia el Ser Supremo, capaz de cambiar y controlar todo fenómeno, toda adversidad y toda calamidad que se avecine ante el mundo.
“Shomea tefilá adeja col basar yabou. Shomeá tehina Eleja col haruhot yabou”. Tu Dios, que oye la plegaria, hasta ti todo se acercará. Tu Dios, que escucha la súplica, hacia ti se dirigirán todos los seres vivientes”. Es esta una tefilá que entonamos en el arvit de Yom Kipur. Sea su voluntad escuchar nuestras tefilot desde Rosh Hashaná hasta Simjat Torá.
Que recibamos un año nuevo lleno de dulzura, besorot tovot (buenos decretos), salud, parnasá tová, hijos, satisfacciones y alegrías. Que se disipe ese cielo gris que desde hace ya mucho tiempo nos ha acompañado con el único fin de crecer espiritualmente, y reflexionar en quien controla el mundo y en quien debemos confiar ciegamente, poniendo en práctica nuestra emuná.
Sea su voluntad que el firmamento de nuestra querida Venezuela se torne azul de esperanza, así como también nuestra amada tierra de Israel, y que brille el sol en todo el olam con la llegada del Mashíaj, quizá muy pronto ya. ¡Amén!
Shaná Tová Umetuká para toda mi querida comunidad de Venezuela y para todo Am Israel.