Ver más resultados...
E n nuestra parashá figura la prohibición de plantar árboles o construir cualquier tipo de edificación ajena en el sector del santuario de Dios, el Bet HaMikdash: “No plantarás para ti una asherá (árbol de culto) o cualquier tipo de árbol junto al altar del Eterno, tu Dios” (Debarím 17, 21). En su sentido simple, esta prohibición tiene su base en no asociar cualquier tipo de servicio mundano con el de Dios, por muy bello o atractivo que parezca. Es imperativo mantener en su formato original el ideal de nuestra relación con el creador del universo.
No obstante, el Eben HaEzel, ZT”L, agrega una segunda observación a la idea mencionada: “El santuario de Dios deberá ser atractivo a tus ojos por el mérito de su propia santidad y no por su belleza externa, como flores y demás plantas ornamentales, o su arquitectura particularmente bella. Si buscamos exaltar nuestro lugar de oraciones y su santidad solamente por medio de adornos y afiches, es una clara señal de que estamos menospreciando la santidad original de la sinagoga. En este mismo orden de ideas dijeron nuestros sabios: ‘Todo aquel que nombra juez a alguien no apropiado, es como si hubiese plantado una asherá en el patio del santuario de Dios’, ya que él opta por el carisma, la personalidad y el carácter, dejando de lado la sabiduría verdadera y el temor de los cielos”.
En esta oportunidad la enseñanza de la Torá va mucho más allá de una ley puntual que atañe a un espacio físico, pues se extiende y señala a cada uno de nosotros de forma particular.
La belleza externa cobra importancia cuando es extensión de un brillo interno, de lo contrario permanecerá aislada y, a la larga, saldrá a la luz su verdadera condición de ser la antítesis de la belleza querida, la ideal, la espiritual.
Asimismo, de nosotros depende embellecer la comunidad, sus centros de estudio y rezo con un comportamiento ejemplar, de respeto, alegría y solemnidad, pues cada miembro saca a relucir su verdadera belleza interna, la de valorar y ensalzar todo lo relacionado con lo más sagrado, nuestro Creador, bendito sea.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda