Redacción NMI
Medio siglo después de que un israelí recibiera el Premio Nobel por vez primera, es oportuno recordar a este creador de todo un mundo mítico que tiene lugar en ese milenario trozo de tierra que es el Estado de Israel
Con el nombre de Shmuel Yosef Tchatchkes nació este fundamental escritor hebreo en Buczacz (Galitzia, actualmente entre Polonia y Ucrania) en el año 1888. Aunque no recibió educación formal, de su padre rabino aprendió a Maimónides y los textos jasídicos, y de su madre bebió la literatura alemana, siendo estos los dos polos entre los que oscilaría su obra escrita. Con semejante formación, no es de extrañar que el idish y el hebreo fueran las dos lenguas en las que comenzó a escribir y publicar a muy temprana edad, a los 15 años, en algunas revistas y periódicos.
Atraído por el ideal sionista, salió de su casa y se dirigió a Palestina, instalándose en Yafo, asumiendo a cabalidad la tradición judía y siendo un judío observante durante el resto de su vida. Su primera historia corta, Esposas abandonadas, se publicó en Palestina en 1908 bajo el nombre de Agnón, derivado del título hebreo de su libro (Agunot), un vocablo destinado a atar su propio destino al del pueblo judío.
Para entonces, Alemania era un próspero país en el que los judíos podían florecer sin dificultad, y hacia allá partió en 1913; pasó casi diez años trabajando como profesor y periodista en un diario judío alemán. Si bien no sintonizó con los escritores hebreos reconocidos en aquel lugar, sí fue aceptado por la juventud sionista, que encontró en él a un innovador de la literatura judía, al amalgamar lo tradicional y lo moderno con un estilo sin fisuras.
En esa época, Agnón comenzó a escribir las historias que forman una crónica de la decadencia de la comunidad judía en Galitzia, que cristalizan en su primera publicación importante, El dosel nupcial (1922), que recrea la época dorada del jasidismo.
Con la ayuda de Salman Schocken, un acaudalado hombre de negocios que se convirtió en su benefactor, Agnón se despreocupó de su economía y se dedicó a escribir a sus anchas. Sin embargo, este período de tranquilidad finalizó cuando, en 1924, su casa de Homburg se incendió, destruyendo su voluminosa biblioteca de 4000 libros en hebreo junto a las 700 páginas de la novela que estaba escribiendo entonces, titulada Vida eterna.
Después de que su “primer templo” literario fuera destruido, Agnón regresó a Tierra Santa, instalándose en Jerusalén, lugar en el que su casa también fue destruida, esta vez durante los disturbios árabes de 1929.
Tres años después, en 1932, publica la primera edición de sus trabajos escogidos, los cuales se ocupan de la sustitución de la temprana colonia judía de Palestina por el movimiento sionista después de la Primera Guerra Mundial. Los inmigrantes pioneros son un tema recurrente en su trabajo, y son retratados en las tormentosas historias de El libro de los hechos (1932), y también en su épica Solamente ayer (1945), considerada su obra más importante.
El tema constante de su novelística es la diáspora judía de Europa Oriental. Su obra es como un arco que tiene uno de sus extremos clavado en el pasado, en la historia, y otro en el presente, abrazando los problemas de la comunidad judía de los últimos siglos: tradición y revolución, apego a lo viejo y renovación, originalidad e influencias extrañas, destrucción de comunidades y centros judíos y crecimiento de otro nuevo en Palestina. Por un lado, el pueblo judío en Europa en la época de su florecimiento, con toda la belleza de su cultura, y por el otro, la decadencia. De esta manera, desfilan ante nuestros ojos por lo menos tres generaciones: abuelos, padres y nietos.
Ya en ese entonces se le reconoce como una de las figuras centrales de la literatura hebrea moderna, cuando su obra, desconcertante por su complejidad, mereció una amplia acogida por parte de la crítica y el público, lo que se hizo patente al recibir el Premio Bialik en dos oportunidades (1934 y 1950), el Premio Ussishkin (1940) y el Premio Israel (1954), al que se le sumó en 1966 el Premio Nobel de Literatura, que compartió con la escritora Nelly Sachs, también judía, siendo hasta ahora el único escritor en lengua hebrea en ganar el preciado galardón. El veredicto de la Academia sueca destacaba “su arte narrativo profundamente característico, con motivos de la vida del pueblo judío”.
Pocos años después, el 17 de febrero de 1970, falleció en Jerusalén, siendo reconocido como una de las cumbres de la literatura hebrea contemporánea, además de influir marcadamente en las siguientes generaciones de autores hebreos.
Ediciones de la obra de Agnón
La obra completa de S.Y. Agnón fue editada en 1964 por la edirtorial Schoken de Jerusalén en ocho volúmenes, desglosados así:
La obra de Agnón pone de manifiesto su profunda fe en la misión espiritual de su pueblo, a pesar de todo lo problemático y las contradicciones que involucra esta tarea. Aglutinó todo su talento y medios artísticos para reconstruir un mundo preciado en continua trasformación, a fin de eternizarlo. Pero a medida que despliega ante nuestros ojos toda la grandeza del pasado judío, no cesa de poner al desnudo el proceso de la desintegración de ese mundo y las dudas e incertidumbres del presente.
Agnón dijo que sus inspiraciones fueron “ante todo las escrituras sagradas, y después de eso las enseñanzas de los sabios judíos medievales, y los espectáculos de la naturaleza y los animales de la tierra”. Esta afirmación se hace patente al leer sus comentarios de los Yamin Noraim (Días Temibles) recogidos en libros como Hemos visto (1959), y en la recopilación de la tradición jasídica Libro de los tzadikim (1960). Sin soslayar sus descripciones de la naturaleza, del paisaje y de las ciudades, que son extraordinarias y no tienen parangón en la narrativa hebrea.
Otro aspecto característico de su obra son los juegos metaficcionales de los que gustaba Agnón. Su literatura es capaz de combinar en su ficción aspectos de su propia biografía con la historia del pueblo judío. Por ejemplo, afirma que nació el 9 de Av, fecha que marca la destrucción de los dos Templos, así como la supuesta fecha en la que va a nacer el Mesías futuro. Del mismo modo, relaciona las dos veces en que su casa se quemó (en Homburg y en Jerusalén) con la destrucción de los dos Templos sagrados de la historia judía. También asume que su primera inmigración a Israel en 1907 se produjo en Lag Baomer, día en que se conmemora la rebelión de Bar Kojba contra los romanos en la tierra de Israel. Y así se solaza en otros juegos de este tipo.
Agnón incursionó en la narrativa y el ensayo, además de haber realizado diversas recopilaciones de relatos y leyendas populares del folclore judío. La voz con la que abordó sus trabajos literarios es de una gran riqueza y diversidad, ya que en estos es posible encontrar desde relatos escritos en un estilo realista hasta novelas de ambiente onírico.
Sabemos que todos los grandes escritores son, en cierta medida, intraducibles. Y Agnón no es la excepción, pues en su obra cada palabra alude a miles de años de tradición. Una historia suya es como un hallazgo arqueológico, en el que a medida que nos adentramos vamos descubriendo restos de civilizaciones pasadas.
Es muy difícil traducir a este escritor. Su estilo está cargado de asociaciones y vocablos compuestos de toda la amplitud de la literatura hebrea antigua y moderna, sagrada y profana, de tal manera que cualquier traducción deja necesariamente fuera no pocos de los fundamentos y secretos de la obra de Agnón, y la porción más grande de su belleza y originalidad.
Sin embargo, a pesar de toda la dificultad que implica traducirlo, hoy las obras de Agnón se han vertido a más de una veintena de idiomas, incluyendo el español.
Fragmento del discurso de Agnón al recibir el Premio Nobel
“¿Quiénes fueron mis mentores en la poesía y la literatura? Es una cuestión de opinión. Algunos ven en mis libros las influencias de autores cuyos nombres, en mi ignorancia, ni siquiera he oído, mientras que otros ven las influencias de poetas cuyos nombres he oído, pero cuyos escritos no he leído. ¿Y cuál es mi opinión? ¿De quién he recibido influencias? No todos los hombres se acuerdan del nombre de la vaca que les suministró cada gota de leche que han bebido. Pero, a fin de no quedarnos totalmente en la oscuridad, voy a tratar de aclarar de quién he recibido todo lo que he recibido.
En primer lugar están las Sagradas Escrituras, de las que he aprendido cómo combinar letras. Luego están la Mishná y el Talmud y los Midrashim, y el comentario de Rashí sobre la Torá. Después de estos vienen del Poskim -las explicaciones de la ley talmúdica- y nuestros poetas sagrados y los sabios medievales, dirigidos por nuestro maestro rabí Moisés, hijo de Maimón, conocido como Maimónides, de bendita memoria.
Cuando empecé a combinar otras letras que no eran hebreas, leí todos los libros en alemán que cayeron en mis manos, y de estos, ciertamente, he recibido lo que se aviene a la naturaleza de mi alma. Como el tiempo es corto, no me dispersaré en compilar una bibliografía o mencionar nombres. ¿Pero por qué, entonces, enumero los libros judíos? Porque son ellos los que me dieron mis cimientos. Y mi corazón me dice que ellos son responsables de ser galardonado con el Premio Nobel”.
Fuentes