Victoria Bali de Bassan
Z’L
1928-2018
Una comunidad no se hace con grandes gestos heroicos, sino con pequeñas lecciones que van fortaleciéndola y edificándola por dentro. La “señorita Victoria”, “profesora Bassan” o “miss Bassan” fue de esas personas que, sin salir en el periódico y sin grandes homenajes, desde su posición como maestra, ayudó a formar ciudadanos en los primeros años de enseñanza.
Cuando en Venezuela la mayoría de las maestras eran egresadas de las Escuelas Normales, de Cuba llegó –huyendo del régimen castrista– esta doctora en Pedagogía, egresada de la Universidad de La Habana en 1951. Rompiendo los esquemas de una comunidad judía del interior de Cuba, Camagüey, predominantemente de origen turco y donde la mujer estaba destinada solo a casarse y criar hijos, Victoria se empeñó en superarse, acudir a la Escuela Normal de Maestros, y luego dejar la casa de su madre, Raquel Levy, y su padrastro, Bensión Rozío ‒su padre murió accidentalmente cuando ella tenía 5 años‒ para graduarse bajo la gran estatua de la Alma Mater en la institución cubana.
Casada en 1956 con Pinhás Bassan Cohén (Z’L), Victoria pudo combinar la doble función de maestra y madre de sus dos hijos, David y Alberto, incluso cuando la situación política y económica de Cuba se deterioró con el arribo de la dictadura fidelista, que hizo que emigraran en 1962 a Venezuela.
En Caracas, Victoria no solo contó la ayuda de su hermano Moisés, sino también de muchos amigos cubanos –gentiles y judíos– con los que tuvo una gran afinidad, basados en el principio de “hoy por ti, mañana por mí”. Gracias a esos nexos logró colocarse como maestra de primaria en el Instituto Einstein, dirigido por exiliados españoles, donde también estudiaron sus hijos, quienes estaban obligados a decirle “señorita Victoria” para que los demás niños no sintieran que había un trato especial por el nexo familiar.
En 1970 el director del Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik”, David Gross, la invitó a formar parte del plantel, y le encargó a los niños de varios grados de la Primaria junto a su colega, la morá Nusia Wacher, su contraparte en el área de hebreo. En 1977 comenzó a enseñar español a los hijos de expatriados estadounidenses y diplomáticos en el Colegio Campo Alegre, donde pasó a llamarse “miss Bassan” y estuvo hasta 1992.
Muchas anécdotas se quedan en el tintero en esta breve semblanza, pero ella siempre tuvo una enorme sensibilidad ante los niños con problemas de aprendizaje. Por esa razón, ya en su retiro profesional, entre 2002 y 2006, se ofreció como voluntaria para dar clases a los alumnos del Sistema Educativo Comunitario que necesitaban un refuerzo, cosa que hizo sin ninguna retribución, sino solo por el hecho de seguir creando ciudadanos. Eso es heroísmo.
Hasta el mismo día de su muerte, que la sorprendió en Miami, estuvo pendiente de sus nietos, de los que fue “maestra” exigente, así como de sus amigos, incluso los que había dejado en Cuba: en 2002, en ocasión de un viaje a la isla, le envió dinero a una ex vecina sin saber si aún vivía o no, que le había cuidado a su hijo menor cuando necesitó salir a trabajar, no solo como agradecimiento sino como un acto de responsabilidad hacia el prójimo. Detalles como este forjan también una familia.
Así, la de Victoria es una familia de gran vocación por el trabajo comunitario, comprometida con los valores judíos y solidaridad con sus connacionales cubanos y venezolanos. Su memoria nunca quedará desligada de actos como este.
Néstor L. Garrido