Musha Horenkrig de Apeloig
Z’L
1924-2019
Abuelita Musha: escribo estas palabras en el vuelo hacia Caracas, a una hora de tu partida física. Después de 11 años en los que cada viaje que hacía a Caracas corría directo desde el aeropuerto hacia tu casa a verte, se me hace muy difícil pensar que hoy no será así.
En los últimos años estabas ya muy cansada, sé que te costaba hablar, pero igual hacías el esfuerzo cada vez que te llamábamos. Era siempre la misma conversación:
– Hola abuelita, ¿cómo estás?
– Bien bien, aquí en la casa.
– ¿Cómo te sientes?
– Ahí voy, bien, bien…
– Bueno, yo aquí con los niños y Ariel…
Y te contaba algo de nosotros, hasta que me respondías con un:
– ¡Muuuy bien! (ya con tono de querer terminar la llamada). Muchos besos y saludos a todos… que les vaya bien… Que te vaya bien.
Y así, durante una década, mantuvimos una relación a larga distancia, en la que todas las conversaciones terminaban con un “que te vaya bien”. Qué bonito habría sido poder verte y visitarte todos los domingos, como cuando vivíamos en Caracas; qué bonito habría sido que conocieras a mis hijos, a todos tus bisnietos, y los hubieras podido ver crecer. Pero como dicen, el “hubiera” no existe y nos tocó vivir así, separados, aunque siempre conectados en mente y alma. Sé que todos los viernes, cuando prendías las velas de Shabat, pedías por nosotros, por toda tu “prole”, tus hijos, nietos, y bisnietos… Y pensabas en nosotros, aunque estuviéramos en tierras y realidades lejanas para ti; pero ese era siempre tu pensamiento y deseo: tener najes de nosotros y “que nos vaya bien”.
Y nos ha ido bien, a cada uno en su ciudad, con su familia, pareja, hijos, trabajo y comunidad. Y seguiremos el legado que nos dejas, nos seguirá “yendo bien” a cada uno de tus hijos, nietos y bisnietos en Caracas, Miami, Boston, Nueva York y Ciudad de México.
Abuelita, nos dejas un legado de vida, fortaleza y valores. Eres The Ultimate Yidishe Mame, y así quedará tatuado tu recuerdo en nuestras mentes.
No eras la típica abuelita acaramelada, pero como buena yidishe mame nos consentías y protegías muy a tu manera. Nunca olvidaremos las galletitas de azúcar que nos hacías con moldes de corazones, estrellas y lunas. La típica sopa de pollo con matze ball “que sabía a abuela”, y la inolvidable torta de miel o honik lakej, que muy afortunadamente mi hermana Gaby aprendió a hacer directamente contigo y le queda igualita. Serás inmortal siempre que comamos tu honik lakej cada Rosh Hashaná, y cuando sea el primer bocado rompiendo el ayuno en Kipur. Siempre estarás con nosotros cuando pidamos por un buen año, y Dios mediante seamos firmados en el libro de la vida.
Seguiremos con nuestra vida, llevando la tuya como bandera. Recordando y trasmitiendo a nuestros hijos y nietos tu historia y la de tu familia. Una historia de valentía, resiliencia, mucha suerte, pero sobre todo amor y unión familiar. La historia de los bisabuelos Daniel y Genia, Musha y Clara, nos deja como mensaje la importancia de mantenernos unidos como familia nuclear, siendo siempre fuertes ante todas las circunstancias. Ustedes cuatro sobrevivieron unos años muy difíciles en el gueto y escondidos en el bosque como partisanos, con mucha valentía obstaculizando el paso de los nazis por el bosque de Bielorrusia. Me da alegría y calma la imagen de verlos a ustedes reencontrándose hoy en el cielo después de tantos años.
Muchas veces he tratado de imaginarte a ti, la abuelita elegante con el peinado inflado de peluquería y collar de perlas, a tus 18 años, con tus dos trencitas y rifle en mano cuando te tocaba hacer guardia las noches en el bosque. Son dos imágenes que no concuerdan, es difícil de creer, pero todo lo que cuentas de esa experiencia fue real. Nos dejas ese legado de una niña a quien le tocó ser muy valiente porque no tenía de otra. Así como tú cuidaste a tus padres a capa y espada, mi papá y toda la familia se encargaron de acompañarte, protegerte, consentirte y asegurarse de que estuvieras siempre en condiciones óptimas hasta tus casi 95 años. El amor y dedicación con que mi papá te acompañó estos últimos cinco años, contra viento y marea, a pesar de la situación del país y de haber tenido que vivir separado de mi mamá para poder cuidar a su mamá, es un hermoso ejemplo que nos queda a todos de lo que es el verdadero y abnegado amor por una madre.
Hablando de “las hermanas Horenkrig”, la primera imagen que nos viene a la mente es la de ustedes dos juntas cantando en idish. Estuve buena parte del vuelo viendo y apreciando los videítos de los últimos años. Mientras escribo estas líneas, están las melodías de tus canciones favoritas en el fondo de mi cabeza: la canción de los partizanim, A bissele mazel, y por su puesto HaYidishe Mame. Afortunadamente tenemos muchos videos que vamos a recopilar y guardar como un gran tesoro que compartiremos con nuestros hijos, sus hijos, y las siguientes generaciones.
Todos sabemos que “el idish es un idioma que se está muriendo”; pero con estos videos y las enseñanzas que nos dejas, lo haces inmortal. Contigo aprendí la palabra Mensch. Tenías un ojo e instinto espectacular para leer a las personas, y cuando conociste a Ariel eso fue lo que dijiste para aprobarlo. “Me gusta, es un Mensch.” También me enseñaste la palabra Bashert, y estoy inmensamente agradecida de que pudiste acompañarnos el día de nuestra boda en Miami, esa fue la penúltima vez que pudiste viajar. Oírte hablar en idish con el abuelo para que no los entendiéramos cuando éramos chiquitas es un gran recuerdo que me queda, y te aseguro que, aunque conozco pocas palabras, las trasmitiré a mis hijos y sobrinos para que también sean personas mensch, en tu honor.
Adiós abuelita, te quiero mucho y ¡QUE TE VAYA BIEN!