Milos Alcalay*
“En la tierra se encuentran las fronteras, pero en nuestra mente hay solo horizontes”
Shimon Peres
T anto en Israel como en el resto del mundo, el fallecimiento de ese gran estadista que fue Shimon Peres, uno de los padres fundadores de Medinat Israel, ha sido lamentado con profundo pesar y con enormes recuerdos. Así también fue en nuestro país, por las expresiones manifestadas por las más diversas instituciones y personalidades que tuvieron la oportunidad de admirar sus aportes innegables.
Mucho se ha escrito y se escribirá sobre este líder visionario que esbozó las bases lúcidas y vanguardistas de Israel como parte integral de un Nuevo Medio Oriente, que no solo plasmó en las páginas de su libro —que lleva el mismo título—, sino que expuso en sus profundos discursos presentados en las mejores academias del Norte y del Sur, y que practicó en su diario actuar político por y para la paz. ¿Cómo olvidar la sabia respuesta que dio cuando le preguntaron por qué le dio la mano a Arafat? “La Paz se hace con los enemigos, no con los amigos”.
Como embajador de Venezuela en Israel, tuve la dicha de constatar desde el primer momento su compromiso por construir y orientar las relaciones palestino-israelíes en un clima de esperanza. Las firmas de los Acuerdos en Madrid, Oslo y Camp David tomaron por sorpresa a observadores y políticos. El éxito inicial hizo que Itzjak Rabin, Shimon Peres y Yasser Arafat recibieran el Premio Nobel de la Paz, por la valentía que para ese momento ilusionaba a la humanidad entera.
Shimon Peres sabía que no se alcanzaría la paz en la región sin fomentar el desarrollo sostenible para todos. Las conferencias mundiales sobre el Nuevo Medio Oriente, que se realizaron por su iniciativa en Marruecos y Jordania —y a las que tuve el privilegio de asistir— abrieron tantas expectativas realistas para construir el desarrollo compartido en la región, modelando una mejor calidad de vida para todos sus habitantes usando los avances de la tecnología israelí y los capitales internacionales, que hizo que los enemigos de la paz y la justicia social prefirieran sabotear futuros encuentros de esa naturaleza, para impedir una solución justa y duradera basada en la cooperación. Pero la propuesta de Peres es el único camino hacia la paz: asumir el reto del desarrollo común de la región, pues como solía afirmar el gran arquitecto del sueño de un futuro Nuevo Medio Oriente: “No habrá paz en Israel mientras sus vecinos vivan en la pobreza”.
Como venezolano, pude cultivar una excelente relación no solo con quien tuvo una clara identidad con nuestro país, con los dirigentes socialdemócratas venezolanos miembros de la Internacional Socialista y de otros partidos, y con tantos amigos de la comunidad judía venezolana. En más de una ocasión, en visitas de sus amigos como Hillo Ostfeld, tuve la suerte de acompañarlos y ver la familiaridad con la que nutría sus vínculos con nuestros compatriotas. Esa distinción con Venezuela hizo que el canciller Peres asistiera a las celebraciones de nuestra fiesta nacional del 5 de julio, hecho que no era común en el protocolo diplomático. Pero además, son incontables tantos otros actos que se realizaron en Israel en los que recibió a altos funcionarios del gobierno, del sector privado o a los miembros de nuestra comunidad.
Siendo embajador en Israel, pude acompañarlo en su visita oficial a Venezuela y conocer más a fondo su lado humano, como su simplicidad al recibir el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Simón Bolívar; o recordar cuando sugerí que para asistir a la recepción en su honor en la Casa Amarilla en la Plaza Bolívar nos trasladáramos en el Metro, que era nuestro gran orgullo en ese tiempo por lo moderno, avanzado y limpio. Fuimos desde el Hotel Caracas Hilton; sin importarle las advertencias manifestadas en contra por los equipos de seguridad, el canciller aceptó la propuesta, y pudimos constatar que la admiración por el líder israelí no solo era de los intelectuales y políticos, sino que en su recorrido en Metro y por las calles del centro pudo demostrarse que era un líder popular en toda Caracas, lo que pudo sentir en las espontáneas manifestaciones populares que lo distinguían como un hombre excepcional.
En el Aeropuerto de Maiquetía, hablando con la prensa, mostró su admiración por los venezolanos, al señalar que esperaba que los israelíes aprendieran un día la convivencia existente entre árabes y judíos, que hacía de la Venezuela de entonces un país de brazos abiertos para todos: “Aquí judíos y árabes son socios en los negocios, y comparten sus momentos libres en los mismos clubes, lo que representa una gran lección”. Eran otros tiempos, y las relaciones se orientaban a fortalecer una identidad muy sólida y mutuamente beneficiosa.
Pero estoy seguro de que gracias a las lecciones y testimonio de Shimon Peres, volveremos a darle en el futuro la prioridad que ese gran país que es Israel se merece. Gracias, Shimon Peres, por distinguir a Venezuela.
*Diplomático, ex embajador de Venezuela en Israel
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