“El sueño de un ser humano
es lo que más vale en la vida”.
“La religión y la política jamás deben estar
en una misma relación, la fe es sagrada
y divina, la política es mundana y adaptable”
Shimon Peres
H oy no es el último adiós, Shimon Peres. Las huellas de este tipo de personas nunca se borran, se incrustan en los recuerdos, y su aroma eternamente acompañará a la historia, no solo como referencia sino como sinónimo de humanidad.
Shimon Peres cambió el rumbo de la historia, también su destino. Peres fue un auténtico líder que hizo de la política la herramienta de lo posible, un sinónimo de humildad y honestidad, un verdadero y auténtico socialista. Peres nació, vivió y murió en tal condición.
Peres ocupó los cargos de mayor relevancia en Israel. Fue artífice, entre otros, de los históricos Acuerdos de Oslo (1993 y 1995) entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina, un buen amigo de Arafat, un luchador contra la corriente. Defensor de la idea de “dos Estados coexistiendo en paz como la única vía posible para acabar con el terrorismo, la violencia y el odio”.
Setenta años activo en todas las áreas del desarrollo, su constante preocupación y optimismo radiante mostraban su manera del mejor vivir. Las dificultades fueron sus referencias para retomar los caminos. A Peres hay que perdonarlo por una sola razón: por haberlo dado todo, por haber servido al prójimo incansablemente, por haberlo hecho bien.
Peres convertía los pequeños gestos en grandes eventos, y las grandes dificultades en un ejercicio cotidiano; sus deseos siempre tuvieron un destino: el bienestar común, que era parte de su esencia de existir. Su nítida mirada siempre fue la de los grandes retos, los tropiezos solo fueron momentos para planificar el éxito. Actuó únicamente acompañado de las muletas del aliento para seguir, pues en muchas de sus hazañas estuvo solo; su humildad era tan común como su nombre y apellido; muchos no creyeron en su alegría, proyectos y felicidad, pero todos se beneficiaron de ellas.
Peres hizo colmar de silencio a quienes veían como utopía su pensamiento. Hoy no podemos hablar de la nostalgia de un final; de lo que sí nos daremos cuenta es de que su alma de paz se incrustó en el pensamiento de los pesimistas, que su viento siempre sopló a favor, aunque a veces sin rumbo claro.
En su despedida vimos a muchos jefes de Estado y representantes del mundo, los que quieren la paz. Los ausentes seguramente son los que han hecho de la violencia su manera de vivir, los que no están son los que no quieren un mundo en armonía, los que se amparan en lo irreal, los que se han cortado su futuro. Ellos estarán cada vez más solos y aislados; los Peres se van a reproducir después de su despedida.
En Venezuela recibimos varias veces a Shimon Peres, y durante su estadía no dejó de impresionarnos; su mensaje fue el de luchar por las reivindicaciones, por no apartarnos de los sueños, por encuadrar nuestras metas dentro de lo racional, por no abandonar a los más necesitados, por tener compasión y por dar también en momentos de dificultad sin esperar nada a cambio.
Peres no usaba guardaespaldas, no le gustaban los lujos ni las lisonjas, atendía a quien lo requería, y en las victorias hacía brillar su humildad. Peres, a diferencia de muchos de quienes estuvieron en su funeral, muere sin dejar fortuna.
Shimon, hoy a pesar de tu ausencia vuelve a brillar el sol, pero con mayor intensidad, y como siempre en tu horizonte la bandera de la paz, sin colores, idiomas ni credos. ¡Hasta siempre, gran señor de los sueños!
Este artículo apareció originalmente en globovision.com