Eitan Weisman, Rabino de la Unión Israelita de Caracas
Moshé Rabéinu es el gran líder de nuestro pueblo. Desde su nacimiento aparece mencionado en todas las parashot de la Torá exceptuando una, parshat Tetzavé.
Extrañamente, no sabemos casi nada sobre su juventud. La Torá relata lo referente a su nacimiento, y que fue colocado en una cesta que navegó por el río Nilo, del cual la hija del Faraón lo rescató. No sabemos casi nada sobre su educación, ni de su preparación para ser el líder de Israel.
¿Cuáles cualidades tuvo para ser escogido por Dios? ¿Qué méritos tenía para ser el único ser humano con el cual Dios habló panim el panim, “cara a cara”?
Un versículo nos proporciona la respuesta: Vaigdál Moshé vayetzé el ejáv vayár besivlotám; “habiendo crecido Moshé, salió a visitar a sus hermanos y observó sus sufrimientos». Se encuentra con sus hermanos; los busca. No se topa con ellos casualmente. El Midrash agrega que Moshé iba a donde trabajaban los esclavos y les ayudaba a llevar sus cargas, aliviándoles de alguna manera sus penurias.
Hay una cualidad muy importante en el judaísmo: Hanosé beól im javeró, “quien porta el yugo con su semejante”; es decir, la capacidad de sentir el dolor del prójimo. ¿Por qué es esta una cualidad tan importante? ¿Por cuál motivo a los seres humanos se nos ordena «apegarnos a Dios»? ¿Cómo puede adherirse el ser humano a su Creador? Explican los sabios: practicar las cualidades con las que el Todopoderoso se manifiesta en este mundo. Si Dios es bondadoso, nosotros también debemos serlo; si Él es misericordioso, nosotros también debemos tener esta cualidad.
Los Midrashim afirman que cuando el pueblo de Israel sufre, también lo hace el Amo del Universo. De este comportamiento de Dios entendemos entonces esa cualidad tan importante: Hanosé beól im javeró, quien porta el yugo con su semejante. Cualquier líder de Am Israel debe poseer esta característica labrada en su alma.
El rabino Yosef Shlomó Kahanamán, el Rebe de Ponovitz, estudió en la yeshivá de Telz. Después decidió trasladarse a la reconocida yeshivá de Nevardok. En su trayecto se dirigió a la ciudad de Radin, donde vivía el eminente Jafetz Jaim, el Rabí Israel Meír Hacohén, y aprovechó la oportunidad para visitar su hogar. Cuando estaba sentado esperando que el maestro lo atendiese, escuchó repentinamente un grito y llantos provenientes del cuarto donde estaba el Jafetz Jaim. Asustado, se levantó para inquirir acerca de lo sucedido. La rebetzin lo calmó y le explicó que el grito y los llantos eran los rezos de su esposo, al cual acababan de informar sobre una mujer que estaba dando a luz con dificultad. El rabino Kahanamán quedó tan impresionado por la personalidad del Jafetz Jaim, quien podía hasta llorar al enterarse del sufrimiento de otra persona, que decidió quedarse a estudiar en Radin. “Ese tipo de guía espiritual” es la que quiero tener, se dijo.
Cuando nos enteramos sobre una persona que atraviesa una pesadumbre, sea por enfermedad, situación económica o problemas personales, normalmente manifestamos lástima o dolor. Pero ¿a quién realmente le duele? ¿Alguien puede decir que padece de dolor a nivel de llanto?
Moshé no se esconde dentro del palacio mientras sus hermanos sufren, ni está observándolos desde lejos; él sale del palacio para ayudarlos, y está constantemente preocupado por ellos. Inclusive es capaz de matar a un capataz que está torturando a los hebreos. Este comportamiento nos explica por qué Dios designa a Moshé como el líder de Su pueblo elegido.
No es fácil llegar a tales niveles, pero tenemos algunos líderes los cuales podemos asimilar ese comportamiento. Llegar a tal nivel requiere de voluntad, paciencia y adiestramiento. Y admitir cuando no lo hacemos bien, para poder hacerlo mejor en otras oportunidades.