Entre las leyes que se mencionan en esta parashá figuran las listas de los distintos animales puros que tenemos permisión de ingerir, y los impuros, de quienes debemos guardar distancia.
El Rambán, Najmánides, explica que la Torá prohíbe aquellos animales que tienen un “defecto” en sus propiedades internas. Todos los depredadores son crueles por naturaleza; por ese motivo el león, el oso y demás animales cazadores son impuros. No así el ganado bovino y ovino, rumiantes y de pezuña partida, quienes tienen en su carácter interno nobleza y sumisión.
En este mismo orden de ideas se encuentran las aves, pues aquellas que la Torá descalifica para nuestro consumo son las que presentan caracteres espirituales nocivos para nuestra alma. Entre ellas se encuentra la jasidá, que podría ser la gruya o el flamenco; su nombre indica que es un ave altruista (jésed), pues le gusta ayudar a sus compañeras trayéndoles comida. La pregunta es: ¿si en realidad es un animal que se dedica a ayudar a otros, algo muy loable, por qué no la podemos consumir?
El Jidushé HaRim, ZT”L, dice: “Ya que ella solamente hace actos de bondad con sus amigas, pero con quienes no se incluyen en su círculo, no entra en el marco de un animal puro. Pues quien es selectivo y da solamente a sus cercanos, en realidad es cruel. Y no queremos que esa cualidad sea parte de nuestra persona”.
Así, también, cada uno de nosotros debemos verificar, hasta las últimas consecuencias, si nuestros actos de bondad, y demás actitudes positivas, se encuentran libres de cualquier traza de cualidades como la crueldad y el egoísmo. Solo así generaremos en nosotros más efectos positivos, y deseos de dar de todo corazón a los demás.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda