El término en idioma hebreo Shalom se utiliza como saludo en forma rutinaria, y se traduce generalmente como “paz”. Una linda y gratificante expresión que augura buenos deseos.
Pero el término también tiene raíces en una traducción que significa “completo”, algo terminado y definitivo, hasta íntegro. Visto así, Shalom luce muy ambicioso. Es muy difícil, si no es que imposible, lograr el cien por ciento de algo, y la historia demuestra que mucho menos si se trata de la paz.
Las oraciones diarias de los judíos, tres o cuatro veces al día, concluyen con una petición al Todopoderoso: “Quien hace Shalom en las alturas, haga Shalom entre nosotros y en todo el pueblo de Israel”. Es evidente que el Shalom, la paz integral y completa, solo se logra en las alturas divinas, y el Shalom lo invocamos entre nosotros como personas, entre los de una misma nación y entre las distintas naciones del planeta. En este último año no se puede decir que nuestras peticiones hayan sido concedidas.
Quizá la petición de paz es muy ambiciosa, hasta fuera de lugar. La naturaleza humana tiende a las diferencias, y a resolver estas por medio de la violencia. En muchos países, las disputas internas no se resuelven sin agresiones. En el Medio Oriente las iniciativas y acuerdos de paz resultan poco robustos, por decir lo menos.
Bienvenidos, pero no tanto: una de las entradas a Jordania desde Israel. Ambos países mantienen una paz fría desde la firma del acuerdo de paz de 1994
(Foto: Reuters)
Lo que aplica es formular expectativas reales, no tan ambiciosas. Los acuerdos de no agresión constituyen una manera de tener cierta paz incompleta, sin amistades ni relaciones cercanas ni cariño alguno. En el Medio Oriente han funcionado acuerdos más bien gélidos, no paz absoluta, que evitan agresiones. Cuando se trata de avanzar a acuerdos definitivos de paz, el camino resulta tortuoso, intransitable.
La política de paz fría, de no agresión, constituiría un gran paso para el Medio Oriente y para la humanidad dondequiera que los conflictos se perpetúan. Tratar de resolverlos violentamente genera daños cuantiosos e irreversibles, no solo en lo material. Aspirar a un Shalom, aquella paz integral y completa, resulta una utopía colosal. ¿Solo en las alturas?
Israel tiene paz fría, de no agresión, con Egipto y con Jordania. Tuvo una frontera quieta con Siria por muchos años, a pesar de la animadversión manifiesta entre las partes. Puede tenerse un estado de no agresión con todos los que no reconocen el derecho de Israel a la existencia, en una especie de tolerancia forzada. No es lo ideal ni mucho menos, pero mejor a todas luces que agresiones, cohetes, atentados y ajustes de cuentas. Es algo así como respetar diferencias, aceptar al otro sin identificarse con el y sin tratar de destruirlo. Ya es bastante.
Lo que aplica es formular expectativas reales, no tan ambiciosas. Los acuerdos de no agresión constituyen una manera de tener cierta paz incompleta, sin amistades ni relaciones cercanas ni cariño alguno. En el Medio Oriente han funcionado acuerdos más bien gélidos, no paz absoluta, que evitan agresiones
El hombre creado a semejanza de Dios quizá anhela una paz como la de las alturas. No parece viable en este mundo llego de intrigas y pasiones. El reconocer que no se está en las alturas quizá sea un primer paso para elevarse; aunque es pertinente aspirar al Shalom, puede que se logre por partes y no de un todo.
Justo cuando concluye el mes hebreo de Tishrei, luego de tantas oraciones y reclusiones, de tanta reflexión para enmendar la conducta personal y nacional, nos encontramos con un Medio Oriente en llamas, y la guerra en Ucrania en toda su magnitud. Con las elecciones de Estados Unidos en ciernes, y sin muchas esperanzas de Shalom en ninguno de los lugares en conflicto. A estas alturas de la civilización, esto resulta bien triste. Y al menos nos conformaríamos con pactos de no agresión, de situaciones tensas pero no violentas. De desacuerdos eternos, pero sin violencia mortal.
En los albores de este año 5785 no se ven escenarios optimistas. Nos resta trabajar, orar y fomentar el Shalom, y conformarnos con situaciones y pactos de no agresión. Mientras, vaya nuestro saludo de Shalom esperando, al menos, no agresión.
Shalom en las alturas… y en nuestros golpeados predios.