A lo largo de la historia se han debatido ampliamente estos dos conceptos, desde Aristóteles cuando expresaba que en “el deber ser” las acciones y las pasiones humanas deben ser virtuosas; para ser virtuosas, deben ser loables; y para ser loables, deben ser voluntarias y responsables.
Para el filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, “el deber ser” es la acción del ser humano con respecto al estricto cumplimiento de la ley.
Así podemos continuar a través de los siglos, debatiendo entre los filósofos de cada generación estos conceptos, partiendo del supuesto de que “el ser” es nuestra conducta actual, cotidiana, la que demostramos en nuestro trabajo, en nuestro hogar, en la calle y que “el deber ser” sería la versión sublime de lo que se espera de nosotros, no solo en el cumplimiento de la ley, como decía Kant, sino en el aspecto moral y ético, como expresaba el filósofo griego Aristóteles.
Quiero traer a discusión este tema entre mis lectores, por dos situaciones que se han presentado en los últimos días.
Vimos, por un lado, la acción de un terrorista árabe-israelí, cuando embistió en una parada de autobuses de Jerusalén a un grupo de personas, matando en el acto a un niño de 6 años, a un joven de 20 e hiriendo a otros que se encontraban en dicha parada, en donde horas más tarde falleciera otro niño de 8 años, hermanito del de 6 asesinado en el acto.
Palestinos celebran en las calles repartiendo dulces a los transeúntes, imagen que se repite cada vez que mueren israelíes en un ataque terrorista
(Foto: Infobae)
Estas acciones diarias de terroristas árabes, que incluso muchos de ellos son ciudadanos israelíes con todos los derechos y obligaciones de cualquier judío israelí, han sido la cotidianeidad desde hace un tiempo, donde vemos “el ser”, es decir, toda esta serie de conductas aberrantes, grotescas e inhumanas en contraposición con “el deber ser” que estamos presenciando en Turquía, cuando después de 182 horas de ocurrido el devastador terremoto que ha costado la vida hasta ahora a más de 30.000 personas, es rescatado un niño, ante la algarabía, las sonrisas, los aplausos y abrazos de todas las personas que se encontraban en dicha zona, entre socorristas de todas partes del mundo, población, autoridades, paramédicos. Esto lo llamaría “el deber ser”, es decir, lo que hemos presenciado, personas de diferentes y disímiles partes del mundo festejan por recuperar la vida de un niño, lo que costó el esfuerzo de expertos, voluntarios, perros adiestrados, equipos y material de apoyo especializado. Yo desearía que esa acción, ese esfuerzo entre todos, diferentes lenguas, nacionalidades e ideologías se expandiera alrededor del mundo.
¿Cómo es posible que en Israel tengamos que presenciar el vil asesinato de estos dos hermanitos de 6 y 8 años, como del joven de 20 que estaba recién casado, por parte de un desquiciado que a su vez era padre de una familia con tres hijos, y que a no mucha distancia se celebre con algarabía entre diferentes la vida de otro niño, quizá de la misma edad de uno de los niños asesinados?
¿Qué está pasando con la sociedad árabe-palestina para estar tan enferma, para festejar en las calles la muerte y el horror por el derramamiento de sangre inocente de dos criaturas que estaban esperando junto a sus padres para ir a sus casas a celebrar el Shabat, para celebrar la vida que recién iniciaban ambos?
¿Qué está pasando con la sociedad árabe-palestina para estar tan enferma, para festejar en las calles la muerte y el horror por el derramamiento de sangre inocente de dos criaturas que estaban esperando junto a sus padres para ir a sus casas a celebrar el Shabat, para celebrar la vida que recién iniciaban ambos?
Ante esta radicalización, no ya del liderazgo del Hamás que como todos sabemos es un movimiento terrorista, o del liderazgo en decadencia de la Autoridad Nacional Palestina, estamos hablando de la gente, del común, que también promueve y sé sacia con la muerte, que inclusive envía a sus hijos menores para que actúen asesinando civiles, para después denunciar el asesinato de jóvenes palestinos por parte de la policía o el ejército de Israel.
Ante estas devastadoras circunstancias, vemos como un hecho improbable que en un futuro pueda llegarse a un acuerdo, a un entendimiento, porque está claro que la premisa de esta gente, que vive en el resentimiento, es la expulsión de los judíos de Israel y la desaparición del país, al que llaman la “entidad sionista”.
En estos dos ejemplos que traigo a colación quiero exponer con hechos la diferencia entre “el ser” y “el deber ser”.
Todos y cada uno de nosotros puede acercarse día a día a ese “deber ser”. Pienso que cada uno puede llegar a tener su particular “deber ser” siendo mejores cada día, con actitudes que se pueden ver como pequeñas, como saludar, sonreír, abrazar, hacer algo bueno por otra persona; esas “pequeñas cosas” pueden cambiar el mundo, que justo debido a ser imperfecto, nos toca a cada uno de nosotros repararlo de a poco, pero al ser millones en esta tarea, se podría trasmitir a todos los rincones de nuestro planeta.
Manos a la obra, cada día es un nuevo comienzo para estar orgullosos de nosotros mismos y del Creador.