Al escribir estas líneas, hoy lunes 7 de octubre de 2024, se habrá cumplido un año de aquel infausto día en el que miles de personas, entre terroristas y civiles palestinos, lograron cruzar la frontera sur de Israel por diferentes puntos, y en un frenesí de violencia que se prolongó por horas, en Shabat —el día del descanso— y a las 6:30 de la mañana, acabaron de la manera más atroz con la vida de más de 1200 personas, de diferentes nacionalidades y religiones, familias enteras que aún dormían, cientos de jóvenes que se encontraban disfrutando de una fiesta electrónica “por la paz”; en fin, ese día quedará marcado en el calendario judío, como otro pogromo, otra recordación, un llamado de atención de que los judíos no están a salvo ni en su tierra.
Dicho esto, el primer sentimiento que se me viene a la mente, encontrándonos ahora en los diez días del juicio entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, cuando Hashem decide nuestro destino es este plano, lo aprovecho para pedir desde esta tribuna la tan ansiada, urgente y necesaria paz en el mundo, que cesen los conflictos, que una minoría radicalizada no nos lleve al pandemónium, que la inmensa mayoría no permanezca impávida e indiferente ante una agenda totalitaria por la ideología o por la religión, que no triunfe el fanatismo, y que el mundo pueda superar estos momentos de tribulación y angustia.
Imagen alegórica del 7 de octubre creada por la comunidad judía italiana
Que el Creador sostenga su manto de protección sobre Eretz Israel ante el acoso incesante de sus enemigos, que las Fuerzas de Defensa de Israel sigan demostrando al mundo su capacidad, valentía e ingenio, realizando las operaciones más inverosímiles jamás vistas y confrontando con éxito en siete frentes diferentes que al unísono disparan todo tipo de arsenales balísticos contra ese diminuto territorio de poco más de 22.000 kilómetros cuadrados, que las comunidades judías del mundo se mantengan seguras y unidas en la fe de Moisés.
Que venga una era en que el virus del antisemitismo, disfrazado de antisionismo, se vaya diluyendo hasta ser inocuo, inofensivo, que la humanidad ponga su esfuerzo y capacidad en resolver los grandes problemas reales que enfrentamos como raza.
Por poner un ejemplo, podemos citar que el hambre y la desnutrición siguen ganado terreno, y que de acuerdo a los informes de organismos internacionales se estima que unas 300 millones de personas sufren actualmente de hambre aguda en unos 59 países del orbe; y ni hablar del agua, pues se estima que este vital liquido escasea en el mundo, y fundamentalmente en 25 países afectados por la escasez extrema de agua, sobre todo en el Medio Oriente y el norte de África.
Que venga una era en que el virus del antisemitismo, disfrazado de antisionismo, se vaya diluyendo hasta ser inocuo, inofensivo, que la humanidad ponga su esfuerzo y capacidad en resolver los grandes problemas reales que enfrentamos como raza
Es imperativo que nos volquemos a resolver los problemas más elementales en las regiones más necesitadas. Es una cuestión de justicia, de equidad, de humanidad; trasformemos esos odios milenarios en energías proactivas para un cambio real en positivo, para que este nuevo año empiece de a poco ese cambio, que se trasforme en una avalancha irrefrenable de logros y victorias, no en el plano militar sino en el plano humano.
(Post Scriptum). A esta hora acaban de adjudicar el Premio Nobel de Medicina a dos judíos norteamericanos, Víctor Ambros y Gary Ruvkun, lo que ratifica una vez más que el pueblo judío sigue aportando conocimiento para el desarrollo humano en todas las áreas, que es justamente la batalla que debemos librar: por el conocimiento, por la iluminación, por la fraternidad y por la paz.