Arrancando el presente año, Brasil reestrenó presidente: Luiz Inácio “Lula” Da Silva, quien tomó posesión del cargo y a los pocos días, en una de sus primeras medidas, destituyó al embajador brasileño en Israel, el general Gerson Menandro García de Freitas, designado por Bolsonaro a principios de 2021 con el objeto de profundizar los lazos militares, económicos y tecnológicos con Israel; el decreto de destitución no indica quién será el sustituto.
Cabe señalar que el nuevo gobierno también cesó a Nestor Forster, embajador en Washington, y a Maria Nazareth Farani Azevêdo, cónsul en Nueva York. Estas pautas auguran cambios desfavorables a Israel en el ámbito internacional, incluyendo las votaciones en los organismos internacionales, como la ONU y sus agencias.
De hecho, al establecerse el gobierno entrante, en su discurso de investidura, el nuevo canciller Mauro Vieira afirmó que Brasil “cooperará con los países árabes, principalmente con Palestina”. Además, un par de días después, la Cancillería brasileña divulgó un comunicado en el cual criticó la visita del ministro de Seguridad israelí, Itamar Ben Gvir, al Monte del Templo en Jerusalén, refiriéndose al santo lugar con el nombre de la Explanada de las Mezquitas o Haram al Sharif (que en árabe significa Noble Santuario), y obvió la denominación judía.
Lula en los años 70, cuando expresó su admiración por Hitler y Jomeini. En el fondo parece mantener esas ideas radicales
(Foto: The Rio Times)
Ello no es novedoso en este tipo de gobiernos; recordamos que en 2014, la entonces presidente brasileña Dilma Rousseff retiró a su embajador en Israel como protesta por la operación “Margen Protector” contra las facciones terroristas de Gaza, y calificó la acción defensiva israelí de “desproporcionada”, sin tomar en cuenta los cohetes que volaban sobre las ciudades israelíes. En 2016, todavía bajo Rousseff, Brasil no dio el beneplácito a Danny Dayan como embajador de Israel en Brasilia.
Haciendo memoria, luego de las elecciones presidenciales de 2009 en Irán, Mahmud Ahmadinejad estuvo en Brasil reunido con Lula, pese a las múltiples solicitudes de instituciones de derechos humanos brasileñas e internacionales para suspender dicha visita, pues al iraní se le señaló de haberse impuesto en la presidencia tras unas elecciones con serias sospechas de fraude, a raíz de las cuales la oposición fue brutalmente reprimida con saldo de asesinados, heridos, presos, torturados y condenados a muerte, tras juicios falsos. Ahora la situación no es mejor; a cinco meses de la tortura y homicidio de Mahsa Amini, siguen las manifestaciones, fallecidos, torturados, detenidos y sentenciados a la pena capital. Nos preguntamos: ¿qué hará Lula?
No podemos dejar de mencionar que en sus comienzos en la esfera política brasileña, sin experiencia en política exterior, Lula hizo gala de confusas posturas. En 1979, mientras militaba en una recalcitrante ultraizquierda, declaró a la revista Playboy su admiración por la personalidad de Hitler y por el conductor de la revolución teocrática iraní, el ayatola Jomeini. Tal vez estamos viendo reminiscencias de esos embelesos de aquellos caóticos tiempos iniciales, los que estimábamos superados, pero que, dados los últimos discursos, pareciera que se está sacudiendo del barniz de moderación y retoma su antiguo radicalismo.